09/10/2024, 10.48
RUSIA
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Teoría y práctica del nacionalismo ruso

de Vladimir Rozanskij

La pretensión de superioridad de los rusos étnicos sobre los recién llegados y, más en general, los no rusos, se manifiesta hoy en nuevas formas de asociación muy agresivas bajo el título genérico de Russkaja Obščina (Comunidad Rusa). Debilitando la propia autoridad estatal, rozan un extremismo incontrolable como en los tiempos de los pogromos antisemitas, hoy dirigidos principalmente contra los musulmanes.

Moscú (AsiaNews) - Además de la ideología oficial del «mundo ruso», vuelta contra el globalismo en nombre de la «multipolaridad», crece en Rusia un nacionalismo interno, más típico de muchas sociedades puestas en crisis por los flujos migratorios, con la reivindicación de la superioridad de los rusos étnicos sobre los recién llegados y, más en general, sobre los no rusos, fenómeno recurrente en un país que siempre ha buscado la fusión de las diferentes nacionalidades. Esto se manifiesta ahora en nuevas formas de asociación muy agresivas, bajo el título genérico de Russkaja Obščina, «Comunidad rusa». El etnólogo Kharun Sidorov ha intentado explicar las razones de este fenómeno en Idel.Realii, señalando que «los impulsos nacionalistas son cíclicos en la historia de Rusia.

Los sentimientos de los rusos están muy influidos por las posiciones del poder gobernante, más que en otros países, precisamente por la tradicional política colonial que pretende englobar a los numerosos grupos étnicos». Otro experto, Miroslav Grokh, distingue dos tipos de naciones, que generan inspiraciones diferentes: las «estatales» y las correspondientes a movimientos nacionales no estatales. Los nacionalismos antirrusos tendentes a la «descolonización» se ven superados por el «nacionalismo de Estado» de los rusos, y en este contexto está claro que el nacionalismo ruso se reconoce en el líder en el poder, como hoy en Vladimir Putin, y no es un movimiento de oposición, aunque sea difícil de controlar incluso desde el Kremlin.

Como recuerda Kharun, en el pasado hubo movimientos nacionalistas rusos de oposición radical al zarismo, sobre todo a principios del siglo XX, que apelaron al «nacionalismo civil» de corte europeo, desde Herzen a Bakunin pasando por los llamados narodniki (los «populares»), así como nacionalistas-liberales como Petr Struve, también en oposición a la revolución soviética. La cara más auténtica del nacionalismo ruso, sin embargo, ha sido siempre la de los llamados černosotentsy, los «rojos-marrones», evocados también en la inspiración «fascio-comunista» de los años noventa. Estos últimos también se han inspirado a menudo en la simbología religiosa, como la «Unión de Miguel Arcángel», la «Santa Vigilancia» y otros, con un espíritu agresivo hacia los judíos, los masones, los pueblos menores y hostiles como los polacos conocidos como ljakhy, o incluso los ucranianos conocidos como khokhly, siempre en veneración del «zar-padre» de la patria.

Incluso hoy en día, las variantes de la «comunidad rusa» pretenden representar al Estado, utilizando diversas formas de presión y violencia contra los extranjeros, y con ello en realidad hacen más frágil la propia autoridad del Estado, traspasando fronteras hacia un extremismo incontrolable como en los tiempos de los pogromos antisemitas en la Rusia zarista, hoy en día dirigidos principalmente contra los musulmanes. Las iniciativas parlamentarias y legislativas para la exaltación del «pueblo constituyente del Estado», expresión que también se aplica a la Iglesia ortodoxa, reintroducen de hecho una división entre ciudadanos de primer y segundo grado, en formas cada vez más agudas y divisorias, como observa Kharun.

Con ello se corre el riesgo de perder el apoyo que tanto ha costado conseguir de las comunidades étnicas rusoparlantes, entre las muchas dispersas por las tierras de la Federación, y de las religiones distintas del cristianismo ortodoxo, reavivando de hecho el nacionalismo antirruso incluso de grupos muy pequeños en muchas regiones. Los černosotentsy debilitan paradójicamente las expresiones del Russkij mir, volviendo a denigrar a los pueblos menores y a los emigrantes como basurmany, otra antigua expresión para definir a los extranjeros hostiles en territorio ruso, mezcla de «asiáticos» y «musulmanes». Según los expertos, esta contradicción entre nacionalismo «gubernamental y no gubernamental» nunca dura demasiado en la historia de Rusia, sino que suele acabar con convulsiones que destruyen al Estado o a sus oponentes, para volver a empezar el ciclo de una amalgama siempre inacabada.

El imperialismo ruso muestra una vez más su fragilidad, concluye Kharun, y paradójicamente uno de los mayores peligros para el régimen de Putin acabaría siendo la ruptura de su propia ideología que provoca estas regurgitaciones de nacionalismo extremo: el mundo ruso destruye al mundo ruso, en sus variantes más extremas.

 

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