23/08/2022, 11.14
RUSIA
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Murió Kononov, el juez constitucional que criticó las leyes especiales chechenas

de Vladimir Rozanskij

A los 75 años, falleció una de las figuras más influyentes de la magistratura rusa. El recuerdo de su batalla contra el retorno al régimen soviético. Fue uno de los que firmó la ley sobre las víctimas de la represión política en los años 90. Una personalidad abiertamente opositora a Putin.

Moscú (AsiaNews) - Hace una semana, el 15 de agosto, falleció en Moscú, a la edad de 75 años, Anatoly Kononov. El juez constitucional estaba retirado y durante muchos años representó la "resistencia del derecho" frente a los intentos de restablecer diversas formas de dictadura en Rusia. A tal punto, que recibió el apodo de "caballero de la disidencia jurídica". Muchos se han acordado de él estos días, ante la evidente derrota de su épica lucha, que sin embargo ha dejado una fuente inagotable de energía en muchas personas que no aceptan volver a los tiempos soviéticos.

Kononov fue el autor -junto con Sergei Kovalev y Arsenij Roginskij- de la famosa ley sobre las víctimas de la represión política en los años 90. Esta ley fue, de hecho, el único intento real de purificar la memoria tras setenta años de opresión, condenando al régimen soviético como "culpable de la persecución masiva de su propio pueblo". En las sesiones del Tribunal Constitucional dejó constancia de sus "opiniones particulares" contrarias a los intentos de cercenar los derechos y libertades de los ciudadanos. Siempre sostuvo que no le interesaba "el equilibrio entre los intereses privados y los públicos", motivación de toda ley a favor del régimen en el poder. Por el contrario, su principal preocupación fue la defensa de los derechos de la persona.

De hecho, Kononov era una "mosca blanca" (en ruso, “cuervo blanco”, belaja vorona), y sus colegas magistrados le reprochaban constantemente, diciendo: "Usted no es un juez, sino un activista humanitario", porque no anteponía los intereses del Estado. El presidente del Tribunal, Valerij Zorkin, incluso le dijo: "es hora de madurar, usted defiende a los criminales y a los oligarcas, deje de jugar con los derechos de las personas". Ahora se entiende mejor la radicalidad de esta oposición, ante la "gran guerra contra el liberalismo" anunciada por Vladimir Putin y el Patriarca Kirill.

Él mismo explicaba las razones de su desacuerdo con sus colegas, que interpretaban el derecho con criterios positivistas, como "el conjunto de leyes vigentes", mientras que él se adhería a la concepción del derecho natural, como "el conjunto de principios de libertad, igualdad y justicia". Si las leyes son las que existen, en tanto son aprobadas por el Estado, esto significa para los positivistas que los derechos de las personas también deben ser decididos por el Estado. Por el contrario, Kononov afirmaba que es precisamente el Tribunal Constitucional el que debe iluminar las leyes con los principios fundamentales de la existencia humana, el último bastión antes de ceder a la arbitrariedad del Estado o acudir a los tribunales internacionales, que también son fuentes de valoraciones ambiguas.

También fue famosa su opinión oficial contra las razones que condujeron a la disolución del PCUS, el Partido Comunista Soviético, que se basaban en argumentos generales sin dar una valoración de las actividades del partido. Esto podría haber "provocado interpretaciones sectarias del papel del partido, sin dar garantías para evitar su reconstitución". De hecho, en 1996 el partido renació como KPRF, proponiendo la primera restauración del régimen contra Yeltsin y allanando el camino a la "Rusia Unida" de Putin. En cambio, Kononov, como recuerda el jurista Nikolai Bobrinsky, se había fijado el objetivo de "garantizar que no se repitiera" el totalitarismo del Estado.

El defensor de los derechos también se opuso a los "decretos chechenos" de Yeltsin, que a finales de la década de 1990 otorgaron al gobierno poderes ilimitados sobre los militares y los civiles, poderes que pasaron a manos de Putin en 1999. De nuevo, su "opinión particular" insistía en que "la transformación de un sujeto en objeto de medidas coercitivas, aunque sea por motivos éticos, va en contra del fundamento de sus derechos, que es inalienable: la dignidad de la persona". Muchas de sus intervenciones en este sentido, fueron recogidas posteriormente en el libro Osoboe mnenie ("Opinión especial"), hasta que se vio obligado a abandonar prematuramente su puesto en el Tribunal Constitucional en 2009. Ya entonces, su despedida fue considerada por muchos como "la ruina de la justicia en Rusia", y ahora las consecuencias pueden verse en las catastróficas ruinas de la guerra de Estado.

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