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HONG KONG-CHINA
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Card. Chow: 'Los muertos de Tiananmen y el perdón'

de card. Stephen Chow Sau-yan *

En una reflexión que se publicó en el semanario diocesano Sunday Examiner, en vista de la "fecha sensible" (e innombrable en Hong Kong), el obispo recuerda el "acontecimiento que destruyó la vida hace 35 años" en Beijing el 4 de junio de 1989. Sin olvidar, invitó a mirarlo con los ojos del "amor incondicional" de Dios, que ofrece su perdón "incluso a aquellos que no tiene el valor de pedirlo".

 

Hong Kong (AsiaNews)- Estamos en vísperas del 4 de junio, día en el que se cumplirán 35 años de la masacre de la plaza de Tiananmen. Una fecha especialmente sensible para Hong Kong, donde la represión de las autoridades imposibilita cualquier conmemoración pública, hasta el punto de que incluso impide nombrarla. Hace apenas unos días se produjeron nuevos arrestos por una iniciativa en Facebook que se proponía conmemorar las vigilias que hasta 2019 se celebraban en la ciudad cada año en esta fecha. Mientras tanto, el frente pro Beijing está instalando los puestos de una feria en Victoria Park - el lugar donde se llevaban a cabo estas concentraciones - que permanecerá abierta hasta el 5 de junio. Puestos de exhibición y consumo para enmascarar el vacío de la "conmemoración prohibida".

En este clima el obispo de Hong Kong, card. Stephen Chow Sau-yan, ha publicado hoy una reflexión sobre el trigésimo quinto aniversario en el sitio web del semanario diocesano Sunday Examiner. La publicamos a continuación en nuestra traducción. En una entrevista que concedió a Mondo e Missione poco después de su nombramiento en 2022, el prelado contó: "Me uní a Amnesty International antes de 1989, aunque ahora ya no formo parte de ella. Lo ocurrido en 1989 (el movimiento de la Plaza de Tiananmen y su violenta represión, ndr..) me habían impresionado mucho. Me pusieron en contacto con mi identidad china. Aquel acontecimiento conectó mi historia personal con la del pueblo chino”.

Estamos de nuevo muy cerca de esa época del año. Quisiera decir algo que transmita la tristeza y la esperanza que coexisten en el episodio que destruyó la vida hace 35 años en la capital. Por mucho que algunos quieran que lo ocurrido sea archivado, para muchos sigue siendo una fuente de sufrimiento. La psique humana es compleja y tiene voluntad propia, no siempre responde con prontitud a los requerimientos externos. Quizás sea precisamente eso lo que nos convierte en seres humanos, no siempre predecibles, pero sí profundamente interesantes y con potencialidades desconocidas.

Lo que sucedió hace 35 años ha dejado una herida profunda en algunas partes de nuestra psique, aunque haya sido sepultada y cicatrizada. Sin embargo, sigue siendo un punto doloroso que requiere atención adecuada para curarse. Y yo estoy rezando para que esta curación se produzca. Dicho esto, entiendo que no debemos detenernos, sino seguir adelante. Una vida sana no debería quedar atrapada en un espacio oscuro de dolor y resentimiento sin fin.

Eso no significa, sin embargo, que pueda olvidar lo que vi y sentí tan profundamente aquella noche y en las semanas siguientes. Aunque mis recuerdos ya no son vívidos, mi corazón tiene sentimientos que permanecen vivos, especialmente en esta época del año.

Mi fe, sin embargo, me lleva a perdonar a todas las personas y cualquier cosa. Quizás sea a través del perdón que las diferentes partes puedan superar las acusaciones y la dolorosa mentalidad de “no perdonaré nunca”. Si estamos abiertos al perdón, la reconciliación y la curación tienen más posibilidades de convertirse en realidad.

El nuestro es un Dios de amor incondicional. Su perdón está siempre disponible para aquellos que lo necesiten aunque todavía no tengan el valor de pedirlo. El amor incondicional de Dios por nosotros se expresa de manera abrumadora a través de la Pasión y muerte de su único Hijo, incluso cuando vivimos en un estado de pecado que no confesamos.

Afortunadamente, a través de este acto de amor auto sacrificial somos conscientes de nuestra necesidad del perdón de Dios. Y con la resurrección del Hijo, podemos gozar de un nuevo comienzo. Precisamente porque el perdón de Dios no requiere nuestro arrepentimiento, también podemos aprender a perdonar de manera proactiva. Perdonar no significa olvidar, pero ofrece una condición preliminar para nuestra libertad interior y un futuro más luminoso para todos.

Antes de concluir mi reflexión sobre esta fatídica época del año, permítanme compartir una oración con ustedes. Si ustedes también se sienten inspirados, me sentiría honrado si se unieran a mí en esta oración.

“Oh, Señor de la historia,

en la oración he caminado con las víctimas y sus familias durante los últimos 35 años;

no he dejado de acompañarlos con momentos de reflexión y una tristeza que siempre vuelve, y a veces parece infinita.

Pero al mismo tiempo mantengo mi esperanza en el Señor resucitado, que pasó por esta misma muerte.

Ahora me presento ante tí en oración.

Con fe y esperanza, Señor, te encomiendo el desarrollo democrático del país.

Tú que eres siempre justo y sabio.

Déjame llevar tu yugo y aprender de ti.

Que pueda vislumbrar, a través de tu bondad y humildad, el eterno deseo de la vida.

Creciendo en el amor, ayudándonos unos a otros para afrontar nuestras contradicciones, disfrutamos de la belleza de la comunión trinitaria.

¡Oh Señor, guíanos! ¡Camina con nosotros, pueblo de China!

Amén".

 

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