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Beirut: el drama silencioso de los trabajadores inmigrantes en la guerra de Israel contra Hezbollah

No pueden acceder a los refugios, que ya están superpoblados, y no tienen dónde protegerse de las bombas de las FDI. Una parroquia les ha abierto sus puertas, pero todos los días piden ayuda decenas de personas. En el Líbano habría más de 160.000 inmigrantes, el 65% de los cuales son mujeres, pero la cifra puede ser mucho mayor. Las (hasta ahora vanas) promesas de repatriación del gobierno filipino.

 

Beirut (AsiaNews) - Entre los pliegues (o llagas) de la guerra que ha lanzado Israel en el Líbano contra Hezbolá, pero que acaba afectando a toda la población, incluso los cristianos, se desarrolla un drama relegado a los márgenes de las noticias e ignorado por los gobiernos y la comunidad internacional: los trabajadores inmigrantes, sobre todo los procedentes de países asiáticos y africanos, que viven desde hace mucho tiempo en el País de los Cedros y hoy se encuentran bajo la lluvia de las bombas del ejército del Estado judío (FDI) sin contar con refugios ni perspectivas seguras de repatriación. La crítica situación ha sido confirmada en estas horas por grupos de inmigrantes que enfrentan los sucesivos ataque de combatientes con la estrella de David en calles y plazas, imposibilitados de acceder a los refugios que ya han sido acaparados por los desplazados internos, más de 120.000 según cifras oficiales, pero que podrían llegar al millón.

En el caos en el que se encuentra sumido el Líbano, los trabajadores inmigrantes procedentes de Etiopía, Filipinas, Sri Lanka y Sudán han abandonado el perenne cono de sombra en el que viven para escapar de los bombardeos. Uno de los que ha tratado de ofrecerles refugio y ha abierto sus puertas a todos es la parroquia de San José de Beirut, atendida por los jesuitas, donde mujeres exhaustas y hambrientas se apiñan alrededor de una mesa mientras otras esperan una comida, con los ojos y oídos pendientes de los drones y misiles israelíes.

Cada día llegan nuevos, decenas, si no cientos, del sur del Líbano, de los sectores orientales y de la periferia sur de la capital, una zona que se considera un bastión de los milicianos del proiraní Partido de Dios y, por tanto, atacada con mayor intensidad. “La iglesia, que en otros tiempos era un refugio diurno para inmigrantes, se ha convertido en un centro de acogida nocturno desde que comenzaron los ataques aéreos israelíes”, dice a al-Monitor el hermano Michael Petro, del Jesuit Refugee Service (JRS).

“Una familia de nuestra iglesia vino y pidió quedarse. Les dijimos que sí, y a la mañana siguiente llegaron 30 personas más, y después otras 50”, sigue contando el misionero estadounidense. “El primer día llamamos a todos los refugios del país. No pudimos encontrar lugar, ya sea porque estaban llenos o porque nos dijeron que no aceptaban inmigrantes". Sin embargo, observa la activista libanesa Dea Hage Chahine, los inmigrantes también necesitan ayuda. "Son invisibles, como ciudadanos de tercera clase", añade, y explica que "los trabajadores inmigrantes muchas veces ni siquiera tienen pasaportes o derechos".

Kumiri Parara, una mujer de Sri Lanka de 48 años, llegó hace unos días con su hijo de 12 años, huyendo de Sidón, en el sur, que se encuentra bajo los bombardeos. La mujer vive en el Líbano desde hace 20 años y estuvo casada con un palestino, después se divorció y encontró trabajo como empleada doméstica. Es un trabajo común entre las inmigrantes, muchas de las cuales vienen de la isla para ganar dinero suficiente para mantener a familiares y parientes que se han quedado en su tierra natal. Kumiri dice que sus empleadores también escaparon, pero no tiene noticias de ellos.

Según datos de 2023 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el Líbano hay más de 160.000 inmigrantes, el 65% de los cuales son mujeres. En realidad, el número podría ser mucho mayor, aunque muchos son clandestinos porque no tienen documentos, o se encuentran en una situación de limbo legal que implicaría su expulsión si fueran identificados. Además, la gran mayoría se encuentran en el País de los Cedros en el marco de lo que se denomina sistema "kafala", un sistema de patrocinio que regula la presencia de trabajadores extranjeros pero que da lugar a numerosos abusos y violaciones de los derechos humanos por parte de los "patrones".

Una de las pocas voces que quisieron abordar el tema de la condición y la situación de emergencia en la que se encuentran fue la ONG Migrante Internacional, que organizó un encuentro online el 29 de septiembre pasado orientado sobre todo a la comunidad filipina en el Líbano. Son más de 11.000 personas que, desde hace días, esperan volver a su país como prometió el gobierno de Manila, pero que todavía se encuentran en una situación de limbo sin poder escapar. La evacuación debería haber comenzado inmediatamente después de la temida invasión terrestre del ejército israelí, pero en la práctica todavía no se ha resuelto.

Durante la conferencia, los trabajadores expresaron su frustración por lo que consideran una respuesta lenta del gobierno filipino. Joanna Concepción, presidente de Migrante Internacional, señaló que no se habla de "las dificultades o de las luchas que están afrontando nuestros trabajadores, razón por la que dudan o no pueden volver a su país, ni conoce la magnitud de la situación". Rachel Kiocho,  estilista en Dahieh, describió una situación alarmante en una zona sometida a los bombardeos y su empleador huyó repentinamente, abandonándola a ella y a otras personas. “Es una zona bastante segura, así que me siento tranquila - explica - pero no sé cuánto puede durar, porque circulan noticias de un ataque terrestre inminente”. “Les pido que nos salven y nos ayuden. Muchos de nosotros - agregó - queremos volver a casa, pero tenemos dificultades con los trámites".

Christine Lao, otra migrante, contó que el conflicto en curso ha creado una atmósfera aterradora para los que todavía se encuentran en Líbano. “Después de estar aquí tanto tiempo, nunca pensamos que regresaríamos a casa, pero ahora se ha convertido en una cuestión de vida o muerte. No podemos demorarnos más. Tenemos un niño con nosotros que pregunta continuamernte '¿vamos a morir cuando ocurran los bombardeos?'". Luego, la mujer compartió su frustrante experiencia con el proceso de repatriación y explicó que la embajada se limitó a enviar enlaces para completar los formularios, pero le respondieron que debían esperar 20 días para recibir una respuesta. En realidad ya ha pasado más de un mes sin que se produzca ningún avance. El retraso se debería a su condición de trabajadores no documentados (TNT), pero Lao se pregunta cómo es posible obtener respuestas (o correspondencia) si la oficina de inmigración se encuentra cerrada debido a la guerra. Según el Departamento de Trabajadores Migrantes (DMW), la repatriación de más de una docena de filipinos en el Líbano (un número mínimo) afectados por el conflicto ha sido reprogramada para el 3 de octubre, cuando el regreso a su país estaba previsto para el 26 de septiembre pasado.

 

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