En la sesión conmemorativa del 80 aniversario de las Naciones Unidas, los cinco jefes de Estado destacaron en sus intervenciones que esta región, durante siglos devastada por conflictos fronterizos, se posiciona hoy como una de las más pacíficas del mundo, con una cooperación económica en crecimiento. También hay una posición común sobre Afganistán para poner fin al aislamiento mediante un pragmatismo sin reconocimientos oficiales a los talibanes.
Postura ideal, sonrisa blanca, rostro terso combinado con una espesa cabellera gris, o incluso negra y brillante: desde Turkmenistán hasta Uzbekistán o Kazajistán, los jefes de Estado siempre aparecen en perfecta forma y llenos de vitalidad en las imágenes oficiales. Y también hay quienes utilizan Photoshop para añadir centímetros y no desentonar junto al corpulento Donald Trump.
En el marco de un plan quinquenal para aumentar la «seguridad alimentaria» del país, el Gobierno de Uzbekistán ha promulgado nuevas normas que imponen a los ciudadanos y a las empresas ambiciosas iniciativas para reducir la enorme acumulación de residuos alimentarios. Pero, como en toda Asia Central, habrá que comprobar la aplicación efectiva de esta «revolución» impuesta desde arriba.
El caso de un joven de quince años fallecido en Tayikistán como consecuencia de un «castigo corporal ejemplar» infligido por su padre ha vuelto a poner de relieve el problema de la violencia doméstica. Según algunos datos, el 60 % de los menores de 14 años del país la sufren. Y a pesar de las prohibiciones introducidas por ley, lo que acentúa el problema hoy en día son los «videos demostrativos» enviados a los familiares o subidos a las redes sociales en busca de aprobación social.
De los cinco países, solo Turkmenistán no es miembro de la OCS, en consonancia con su tradicional neutralidad internacional, pero el presidente Serdar Berdymukhamedov estuvo presente en el desfile de Pekín. El comercio entre la región y China creció un 5 % el año pasado y pronto superará los 100.000 millones de dólares. Rusia se ve ahora obligada a desempeñar un papel secundario.
A los habitantes les resulta cada vez más difícil desplazarse. Las calzadas de las calles centrales están desiertas a la espera del paso de las comitivas, mientras que los coches se agolpan en las estrechas calles de las afueras. Los ciudadanos se ven obligados a caminar bajo un calor abrasador. En Taskent, la «limpieza» del centro puede adoptar formas «extremas», con vehículos blindados que abren fuego contra los coches que obstaculizan el paso.