En el marco de un plan quinquenal para aumentar la «seguridad alimentaria» del país, el Gobierno de Uzbekistán ha promulgado nuevas normas que imponen a los ciudadanos y a las empresas ambiciosas iniciativas para reducir la enorme acumulación de residuos alimentarios. Pero, como en toda Asia Central, habrá que comprobar la aplicación efectiva de esta «revolución» impuesta desde arriba.
El caso de un joven de quince años fallecido en Tayikistán como consecuencia de un «castigo corporal ejemplar» infligido por su padre ha vuelto a poner de relieve el problema de la violencia doméstica. Según algunos datos, el 60 % de los menores de 14 años del país la sufren. Y a pesar de las prohibiciones introducidas por ley, lo que acentúa el problema hoy en día son los «videos demostrativos» enviados a los familiares o subidos a las redes sociales en busca de aprobación social.
De los cinco países, solo Turkmenistán no es miembro de la OCS, en consonancia con su tradicional neutralidad internacional, pero el presidente Serdar Berdymukhamedov estuvo presente en el desfile de Pekín. El comercio entre la región y China creció un 5 % el año pasado y pronto superará los 100.000 millones de dólares. Rusia se ve ahora obligada a desempeñar un papel secundario.
A los habitantes les resulta cada vez más difícil desplazarse. Las calzadas de las calles centrales están desiertas a la espera del paso de las comitivas, mientras que los coches se agolpan en las estrechas calles de las afueras. Los ciudadanos se ven obligados a caminar bajo un calor abrasador. En Taskent, la «limpieza» del centro puede adoptar formas «extremas», con vehículos blindados que abren fuego contra los coches que obstaculizan el paso.
Los cinco países de la región multiplican las compras de estos dispositivos, cada vez más utilizados también en los conflictos, a Turquía, China, Rusia e Irán, y están abriendo líneas de producción propias en acuerdo con socios extranjeros. Sospechas sobre triangulaciones que permitirían abastecer a Rusia eludiendo las sanciones.
En los últimos cinco años, el número de matriculados se ha reducido a la mitad, mientras que las universidades estatales de Uzbekistán pierden continuamente posiciones frente a las privadas y las extranjeras. Solo los costos de matrícula siguen aumentando.