Tras el incidente del avión con 67 personas a bordo que se estrelló en diciembre por «interferencias» con la guerra en Ucrania, Azerbaiyán y Rusia se encuentran de nuevo en plena crisis diplomática por una redada policial. En el fondo, la crisis de la influencia rusa en el Cáucaso, cada vez más eclipsada por el activismo turco en la región.
Azerbaiyán se encuentra en primera línea del conflicto entre Israel e Irán, con su ambivalente papel de socio estratégico de Tel Aviv y sus complejas y contradictorias relaciones con Teherán. Pero también la vecina Armenia expresa abiertamente su temor de que el conflicto pueda prolongarse y afectar también a los países de la región.
Desfile de protestas durante la visita del ministro de Exteriores de Moscú, a quien muchos armenios culpan de la falta de apoyo contra los azeríes. Las reafirmaciones rusas sobre la importancia de las «relaciones de alianza» entre ambos países también contrarrestan el acercamiento a Europa. Sin embargo, Ereván no tiene intención de cancelar los acuerdos por los que forma parte de la Ctso.
El presidente de Azerbaiyán, Aliev, sigue insistiendo en que «el mundo túrquico es nuestra familia». Una perspectiva que hace un guiño a la creciente tendencia nacionalista en las zonas de mayoría azerbaiyana que quedan al otro lado de la frontera con Irán, galvanizada también por los vítores al equipo de fútbol de Tabriz. Un fenómeno duramente reprimido por las autoridades de Teherán.
El rencor de Aliev hacia los europeos está motivado por el hecho de que, según él, el «intento de injerencia» en los asuntos de Georgia se transmite también a Azerbaiyán, a través de «las ONG de derechos humanos y los flujos de capital vinculados a ellas». Por eso elogia a Tiflis por haber introducido la ley sobre «influencia extranjera».
Las sanciones internacionales a Rusia e Irán han permitido a Azerbaiyán explotar su posición mediana no sólo geográficamente. La apuesta por un gran corredor de transporte Norte-Sur abriría a Moscú las puertas del océano Índico, desde donde podría eludir todo tipo de presiones.
 
						 
       
       
						 
						 
						 
						 
						