18/10/2019, 14.47
VATICANO
Enviar a un amigo

¿Hay lugar en los medios para la misión?

de Bernardo Cervellera

En los medios laicos y eclesiales el sentido de la misión está reducido a cosas que hay que hacer, a pauperismos, a posiciones ideológicas. Se calla sobre el “por qué” un misionero da la vida. La pasión y el deseo que los pueblos conozcan el amor de Jesucristo permite un impulso profético capaz de percibir y ayudar al desarrollo y el destino de los pueblos.

 

Roma (AsiaNews) – El valor de la misión y de los medios que la comunican, como AsiaNews, está en su impulso profético, capaz de percibir y ayudar al desarrollo y el destino de los pueblos. Pero todo esto nace por la pasión y por el deseo que los pueblos conozcan el amor de Jesús. En ocasión de la Jornada misionera mundial 2019, que se celebra el 20 de octubre, publicamos este editorial del director de AsiaNews. El artículo fue publicado por “Rogate Ergo”, octubre 2019. Para el mensaje del Papa Francisco para la Jornada misionera mundial 2019, ver aquí

 

La pregunta que se me puso- ¿hay lugar en los medios para la misión?- puede ser interpretada en dos modos. El primero: ¿cuánto espacio dan los medios (laicos y eclesiales) a la misión? El segundo: ¿vale la pena dar espacio a la misión en los medios?

Comenzamos reflexionando sobre el primer modo: ¿cuánto espacio dan los medios (laicos y eclesiales) a la misión? En general diría: poco. En la explosión y pulverización de la información seguida a internet, blog, twitter, instagram, Facebook, etc… hay tantas noticias que cualquier hecho arriesga inevitablemente de ahogarse en el flujo mediático. Además, una vez los misioneros iban al extranjero, y se hacían crecer una larga barba. signo de sabiduría (para los orientales) y de viril aventurismo (para los occidentales), estaban entre los pocos que viajaban a otros continentes. Por los tanto ellos llevaban objetos, narraban nuevos modos de obrar, de comer, de vestir que suscitaba la curiosidad del exotismo. 

Pero ahora, los viajadores-con barba y sin-hacia continentes, culturas diversas, situaciones al límite de la sobrevivencia y de la soportación son mucho más comunes. También la llamada mediática de este exotismo es aprovechado: internet está lleno de documentales, reportajes, álbumes de fotos, hechos por uno o por otro, por un grupo u otro. A veces estos trabajos constituyen un buen material etnográfico, otras veces no superan el nivel de la curiosidad (también un poco burlón y racista).

Es verdad que la mayoría de las veces, estos viajes y reportajes tienen la base de inspiración o la información dadas por un misionero (o una misionera), que fueron punto de referencia, estudiados y encontrados, de los cuales obtuvo atención y capacidad de diálogo entre las culturas. Pero pocos-quizás ninguno-se pregunta por qué aquel misionero se encuentra en aquella inaccesible zona y no sólo para un viaje, sino para una entera vida.

Hay también medios que aplican a los misioneros un “por qué” extraño o que con dificultad centra con el por qué originario “el anuncio de Jesucristo): son aquellos misioneros que son presentados o citados para dar ayuda a la tesis del periódico o del blog. En nuestro mundo italiano, dividido entre soberanistas y globalizantes, se trata de mostrar- sobre todo sobre el tema de los migrantes-la inevitabilidad del enfrentamiento o del encuentro con las otras culturas y religiones. De tal modo, los soberanistas arriesgan usar las persecuciones que misioneros y cristianos sufren de parte del islam fundamentalista como una “prueba” que con el islam no es necesario convivir y que los migrantes deben sr rechazados, olvidan que hay misioneros y fieles que crean relaciones de amistad con personas y grupos musulmanes. Más o menos al mismo modo, los globalizantes hablan de la amistad y de la acogida con otros pueblos, citando todavía una vez a los misioneros, olvidando (o escondiendo) los problemas, las fatigas del diálogo cultural, la necesidad de integración, etc. En este sentido, los misioneros sí están citados y están presentes en los medios, pero explotados como justificación de una ideología, de un partidismo ciego, que no ve toda la realidad que está hecha de fraternidad, sino también de problemas que hay que resolver y no esconder o rechazar.

A este intento de manipular y explotar, reduciendo el testimonio en un cliché no escapan ni siquiera a los medios eclesiales. Desde cuando el Papa Francisco dijo que a él le gusta una “Iglesia en salida” a las “periferias existenciales y geográficas”, se habla a menudo solamente de misioneros “de calle”, de compromiso hacia tribus en extinción, de muestras en el juntar basura diferenciada...Pero también aquí se calla sobre el “por qué” un misionero da vida, sobre un  el “porqué” un misionero da la vida, un porqué más grande y más íntimo de un si bien generoso respeto por la ecología.

Yo creo que estas reducciones e instrumentalizaciones en los medios laicos y eclesiales suceden porque en la Iglesia, en el cuerpo de los creyentes, se está bajando y haciendo superficial el sentido de la misión, reducidas a cosa que hay que hacer, a pauperismos, a posiciones ideológicas. En el Mensaje para la Jornada misionera mundial de octubre de 2019, el Papa Francisco dijo con claridad que la misión es una “vida divina, no un producto para vender-nosotros no hacemos proselitismo- sino una riqueza para donar, comunicar, anunciar”.

En concreto, se perdió el peso “católico” (total y universal) del horizonte de la misión (“hasta los extremos confines de la tierra”). Esto significa que se perdió también la grandeza del don recibido por Jesús, que es por lo tanto reducido a alguna regla moral, a una sacudida de galateo, a alguna pequeña obra caritativa que sólo a lo lejos se recuerda de Cristo. De los medios, por lo tanto, no están quizás ausentes los misioneros, pero está ausente Jesucristo, no sólo como citación o modelo, sino fuente de la vida y de la acción.

Para un misionero, el diálogo con las culturas y con las religiones de los pueblos, la ayuda caritativa, la denuncia son sólo una parte pequeñísima y cotidiana de una tarea que es hacer sí que los pueblos conozcan al amor de Jesucristo y su potencia capaz de liberar de los signos de muerte que albergan en todas las culturas y situaciones.

Vivida de este modo la misión y su comunicación en los medios tienen una importancia fundamental. Justamente por el deseo de comunicar la vida de Jesucristo, los misioneros están muy atentos a las situaciones en las cuales están sumergidos y desarrollan ona obra profética, capaz de percibir los dramas y los desarrollos posibles en una nación. Esto supera mucho las reducciones del exotismo y del partidismo.

Y como Cristo venció a la muerte, los misioneros no se detienen en la denuncia, sino que hacen brillar los signos de esperanza. Solo algún ejemplo: siglos antes que el mundo (occidental y oriental) descubriese el feminismo, los misioneros y las misioneras han abierto en China y Asia las primeras escuelas femeninas, en nombre de la dignidad y libertad que Cristo dona a sus creaturas. Y decenios antes que Mohammed Younus ganase el Premio Nobel con sus “bancos para los pobres”, los misioneros de India constituían cooperativas de agricultores para afrontar juntos los desastres de los tifones, con una misericordia mucho más grande de aquella que muestran los bancos de Younus hacia quien no logra devolver sus préstamos. 

 

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Musulmana, ex radical: Riad y el salafismo (wahabí) un peligro para el islam y para el mundo
17/12/2016 13:14
Centenares de parientes de las víctimas del 11/9 inician acciones legales contra Riad
22/03/2017 13:04
La misión ad gentes, necesaria para la Iglesia y el mundo
10/06/2019 16:36
Maximum Illud: Jesucristo es el salvador del mundo, no un psicoterapeuta (Tercera parte)
07/11/2019 10:44
Maximum Illud: contra el activismo ‘de derecha’ y ‘de izquierda’. El caso de las ‘Pachamama’ (Segunda parte)
06/11/2019 10:29


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”