de Mathias Hariyadi

Las autoridades eclesiásticas locales y nacionales siguen de cerca la evolución de la situación, según el principio de máxima transparencia. En el convento viven monjas jubiladas y monjas jóvenes que trabajan en el ámbito de la salud. Aumentan las víctimas católicas de la pandemia. El presidente Widodo ordena confinamientos parciales en Java y Bali.

 

Yakarta (AsiaNews) - Estalló un brote de Covid-19 en el convento de monjas de Santa Anna en la calle Colombo de Yogyakarta, isla de Java, una estructura administrada por las religiosas de la orden de San Carlos Borromeo. En un solo día, los hisopados que se realizaron en el convento dieron "25 resultados positivos entre las religiosos y otros 29 entre los empleados", según confirmó a AsiaNews la superiora, la hermana Yustiana Wiwiek Iswanti.

En una parte del edificio viven religiosas ancianas o jubiladas, que debido a su edad, se consideran en mayor riesgo en caso de una infección por coronavirus. A ellas se suman religiosas jóvenes y activas, que se alojan en el convento pero trabajan en centros de salud o de asistencia social de la ciudad. "Hay por lo menos 198 personas aquí - informa la hermana Iswanti - sumando religiosas y empleados, que incluyen enfermeras, asistentes y personal administrativo".

Desde que comenzó la pandemia el convento ha aplicado estrictos protocolos para evitar brotes en su interior, considerando la población anciana que alberga. “Nuestra congregación - añade la religiosa - es conocida por el apostolado social y en el sector de la salud”. Junto al edificio principal se encuentra la casa madre de las Hermanas de San Carlos Borromeo y, no muy lejos, también está el hospital Panti Rapih, el segundo hospital católico de Java Central inaugurado en 1929.

La noticia de las decenas de test positivos que surgieron durante un chequeo de barrido el 27 de enero pasado generó temores comprensibles, además de determinar una serie de medidas que forman parte de un protocolo obligatorio en caso de brote. Algunas de las personas que siguen de cerca la evolución de la situación son Mons. Robertus Rubiyatmoko, arzobispo de Semarang, y el presidente de la Conferencia Episcopal de Indonesia (Kwi) Card Ignatius Suharyo.

Las autoridades del convento decidieron adoptar inmediatamente la política de máxima transparencia, así como un seguimiento constante de las condiciones de las religiosas y empleados. La mayoría de ellos son observados y tratados por médicos y enfermeras del Hospital Panti Rapih en habitaciones preparadas para el aislamiento, porque resulta imposible la internación masiva en el hospital, donde hay pacientes que no son Covid y se correría el riesgo de difundir aún más los contagios.

Mientras tanto, está aumentando en todo el archipiélago de Indonesia el número de víctimas de Covid-19 , incluso dentro de la comunidad católica. La última en orden cronológico es la hermana Florentina Sihombing, una médica que con toda probabilidad contrajo el virus durante su trabajo. La hermana Elisabeth, su compañera en el North Sumatra, dijo a AsiaNews que "durante el período navideño, miles de turistas acudieron masivamente al lago Toba, donde la hermana Florentina trabajaba en el cercano centro de Pangururan".

A principios de enero falleció el padre Fabianus Teddy Aer, de la congregación de la Sagrada Familia en Kalimantan y pocos días después el hermano Hardianus Usat. El ex arzobispo de Medan y administrador apostólico de Sibolga Mons. Anicetus B. Sinaga también murió por coronavirus. Entre las víctimas también se encuentra el sacerdote jesuita padre R. Maryono de Semarang y el hermano Stevanus Prihana, un joven jesuita de Yakarta.

Ante una escalada de contagios y una campaña de vacunación que todavía está en pañales, el presidente Joko Widodo impuso un confinamiento parcial en Java y Bali, las dos regiones más pobladas del país. Desde que comenzó la emergencia sanitaria en Indonesia, se han registrado 1,02 millones de contagios, más de 831 mil curados y 28,855 víctimas oficiales.