Xenofobia y populismo. El caso de Asia
El simposio sobre el tema, deseado por el Consejo mundial de las iglesias (WCC) y por el Ministerio vaticano para el servicio del desarrollo humano integral. En la creciente hostilidad hacia los otros, considerados como enemigos y extranjeros, marcar las pistas del compromiso de las Iglesias. Los “emigrantes” tema político importante en Alemania y en el Brexit del Reino Unido. Testimonios de América latina. Experiencias asiáticas confiadas al director de AsiaNews.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Concluye hoy un simposio sobre “Xenofobia y populismo” promovido por el Consejo mundial de las Iglesias (WCC) y por el Ministerio vaticano para el servicio del desarrollo humano integral, en colaboración con el Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos.
En la sesión inicial, el pasado 13 de diciembre, el Card. Peter K.A. Tukson, prefecto del Ministerio y el pastor Olav Fykse Tveit, secretario general del WCC, han sacado a la luz la amplitud de los problemas relacionados con las migraciones y la convivencia multiétnica, la siempre creciente hostilidad hacia los otros, considerados como enemigos y extranjeros, el compromiso de las Iglesias al respecto, preocupados de que la xenofobia entre también entre los cristianos.
El objetivo del encuentro es preparar el terreno para una Conferencia mundial sobre los mismos temas, programada para el 21/24 de mayo de 2018.
Entre los invitados, a los cuales se les dio 15 minutos para intervenir, diversos han expuesto el peso político de la cuestión “emigrantes”. Como lo testimonió el obispo Heinrich Berdford-Strohm, de la iglesia luterana de Bavaria, entre la población de Alemania que recibió más refugiados- sobre todo sirios- en 2015 se volvió en una ocasión de solidaridad, pero también un elemento que hizo dar un viraje hacia la derecha a mucho electorado. El Rev. Peter Colwel, de las Iglesias unidas de Gran Bretaña demostró que la decisión hacia el Brexit fue alimentada justamente por el miedo hacia los migrantes.
Otras intervenciones, como el profesor Thomas Scott, de la universidad de Bath (GB), han subrayado la urgencia de colaboración entre las Iglesias y los gobiernos en el enfrentar la cuestión de las migraciones, sobre las cuales muchos países y autoridades políticas se encuentran no preparados.
Entre los invitados para hablar, estuvieron estudiosos de América latina y de África. Único invitado a hablar sobre Asia fue el director de AsiaNews, el p. Bernardo Cervellera, que reportamos a continuación.
Asia es conocida como el continente de las más antiguas civilizaciones y religiones. Pero este es también el continente donde los Estados son muy jóvenes. Estos se formaron después de la caída del imperio otomano (1922); después de la Segunda guerra mundial y con la disolución del imperio británico (1954.1948), a la caída de la Unión soviética (1990-91). A menudo derivados en imperios multiétnicos, los jóvenes Estados han debido potenciar el énfasis nacionalista para mantener la cohesión interna (izamiento de las banderas en las escuelas; himno nacional cantada en todos lados; educación cívica con carácter nacionalista; historia narrada como una lucha entre los héroes nacionales y los enemigos).
Esto llevó a mirar con sospecha y quizás hasta con desprecio a las antiguas potencias coloniales, los invasores, los que han traído otra cultura y otra religión. El nacionalismo está presente también hoy en muchos, o quizás en todos los Estados asiáticos, es más, se puede decir que tal fenómeno esté en crecimiento.
Esto es debido también a otro factor: la globalización y su fracaso. Al inicio la globalización predicó la comunicación total en todo el mundo indicado como única casa para todos. Esto llevó a muchos países a entrar en el mundo de la producción, del comercio, del intercambio, poniéndolos en contacto con países lejanos y gozando de un cierto desarrollo en su patria. El intenso desarrollo económico de algunas zonas de Asia (los países del Golfo; Japón, los pequeños dragones; el gran dragón; India) también generó una emigración jamás vista de mano de obra. Pero a un cierto punto la globalización entró en crisis. Cuanto sucede ahora, la xenofobia y el populismo del cual nos interesamos, son fruto sobre todo de la crisis de la globalización.
Tal crisis es doble:
1. En la globalización se intercambiaron bienes, trabajo, dinero, informaciones, todos elementos calculables, parte de un modo racionalista y matemático. Pero jamás se facilitó ni apoyó el diálogo y el intercambio de elementos culturales, religiosos, humanos. Todas las grandes ciudades y metrópolis son una serie de guetos subdivididos según la proveniencia geográfica y cultural y si hay una idea de igualdad, esta se obtiene al precio de esconder en lo privado la propia identidad cultural, religiosa, geográfica. Así, personas que se movieron por una imagen de fraternidad mundial, se encontraron más pobres y pérdidas de sentido, usadas como objetos e instrumentos en los engranajes de la producción, pero no reconocidas como portadoras de una dignidad más grande. Un cierto terrorismo islamista juvenil-sobre todo en Europa y EEUU-nace justamente de esta desilusión y es causa activa y pasiva de xenofobia.
Pero también el terrorismo del Isis que ha llevado a millones de cristianos sirios e iraquíes a escapar, junto a millones de musulmanes, justificaba su guerra con la destrucción del mundo y de las fronteras coloniales (Sykes-Picot). Para decir la verdad es necesario recordar que estos movimientos fundamentalistas fueron alimentados por la lucha de poder por las zonas de influencia entre EEUU y Rusia y por la competencia religiosa y económica entre Arabia Saudita e Irán.
2. La última crisis económica, la de 2007 hasta hoy, muestra que incluso la idea de una riqueza común para compartir ha disminuido. Aunque la riqueza mundial crece cada año, los dividendos ya no se distribuyen en todos los niveles de la sociedad, sino que permanecen en manos de unos pocos y al servicio de los poderes financieros, y ahora los migrantes y los locales tienen que competir entre sí por empleos, para el hogar, para un mínimo de seguridad. Esto también es una causa de xenofobia, en la que el otro es acusado, el migrante, de querer robar el trabajo, el bienestar al local.
Solo un ejemplo: desde el año pasado en junio, cientos de miles de birmanos -incluso Rohingya- y vietnamitas tuvieron que abandonar Tailandia a causa de las nuevas y muy estrictas leyes laborales. Esto se debe al hecho de que muchos tailandeses se quejan y acusan a los trabajadores migrantes de los países vecinos de "robarle el trabajo" a los ciudadanos tailandeses. Bangkok comenzó a atraer trabajadores de los países vecinos y del delta del Mekong en los años ochenta y noventa, cuando su PIB creció un 7% anual. Pero con la crisis económica y el golpe de 2014, que llevó a la junta militar al poder, la economía tailandesa está luchando por recuperarse. En el 2014, el crecimiento se situó en el 0,7%, luego aumentó al 2,8% en 2015 y al 3% en 2016.
Es importante precisar que el nacionalismo y el populismo no son sólo un arma utilizada contra migrantes y refugiados, sino también contra naciones enteras consideradas enemigas. En este caso, el nacionalismo sigue siendo una herramienta para compactar el país bajo poder político, especialmente cuando no es muy estable, y disipar la competencia económica no deseada. Tal es el caso del nacionalismo chino contra los bienes coreanos o japoneses, que también conduce a casos de violencia; o el nacionalismo hindú en la India que frenaría la inversión extranjera en el país. Las comunidades cristianas a menudo son acusadas de tal nacionalismo, tanto en China como en la India, visto como los puestos avanzados de un ejército colonial extranjero.
Y a propósito de India y China, vale la pena señalar que en estos países también hay una gran migración interna de alrededor de 300 millones en India y más de 200 millones en China. Estos trabajadores migrantes sufren las mismas injusticias que sufren los inmigrantes en los países del Golfo, o en Europa: falta de contrato de trabajo, horas de esclavitud, ausencia de derechos, salarios bajos, inseguridad, violencia. En China, en el pasado estos migrantes eran una mano de obra necesaria de bajo costo, tan importante para el desarrollo chino; ahora por la falta de puestos de trabajo a causa de la crisis y el aumento de la automatización, son vistos como una carga, por lo cual son expulsados de las ciudades y sus viviendas en ruinas destruidas. En Beijing, decenas de miles de migrantes internos fueron removidos a fines de noviembre, sin darles ninguna otra oportunidad ni recompensa. Todo está justificado por el gobierno como "limpiar la metrópolis de la población más baja".
Frente a esta imagen, ¿qué pueden hacer (y hacen) los cristianos en Asia, pequeñas minorías, a menudo perseguidos y marginados?
Hay un compromiso en diferentes niveles:
- con el poder político y en la sociedad exigen un Estado laico, no confesional, lo que deja espacio para todas las religiones y defender la libertad religiosa porque cada comunidad puede contribuir libremente a la sociedad de construcción. Un Estado laico garantiza que cada miembro de cualquier religión es ciudadano por igual, con los mismos derechos y deberes. Este es el camino que están siguiendo los cristianos en Oriente Medio, Pakistán, India, etc... Es importante que el Estado esté al servicio de los ciudadanos y no estar secuestrado por el poder de un hombre o un grupo (v. China, Vietnam, Laos y Asia Central);
- con un cierto escepticismo sobre la capacidad de los Estados para responder a las necesidades, la Iglesia y las Iglesias se ponen en marcha para ayudar a la gente a sobrevivir, los migrantes de ser protegidos y acomodados. Hay algunas experiencias en la India, con el hermanamiento entre diócesis ricas y pobres para ayudar a los migrantes, los tribales que llegan a las grandes ciudades, para que no se conviertan en presa de los comerciantes de la trata, sino que sean recibidos como hermanos y hermanas (v. Mumbai y Ranchi). Me parece importante cuanto el metropolitano Ilarion, del Patriarcado ortodoxo de Moscú ha dicho en los últimos días, sobre el compromiso de las Iglesias ortodoxa, católica, anglicana por el regreso de los refugiados cristianos en Siria e Irak.
Educar para la convivencia con otras culturas y religiones, acogiendo, comunicando, aprendiendo, asimilando los valores del uno y del otro: es el programa propuesto por el Papa Francisco a los cristianos en Myanmar y Bangladesh y en especial a los jóvenes de los dos países.
20/09/2018 19:42