04/01/2025, 12.52
MUNDO RUSO
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Ucrania, la Iglesia y el pueblo

de Stefano Caprio

En una larga entrevista navideña, el arzobispo mayor de los greco-católicos Svjatoslav Shevchuk habla del futuro de Ucrania, aunque considerándolo con los ojos de la fe. "La representación de Dios como el 'Gran Protector' - explica - es un estereotipo que ha quedado destruido. Debemos aprender de nuevo a preguntar: Dios, ¿dónde podemos encontrarte en tiempos de guerra? ¿Cómo debo comunicarme hoy contigo?".

 

Con ocasión de la Santa Navidad, que desde el año pasado es fiesta nacional en Ucrania y celebran juntos católicos y ortodoxos, salvo aquellos que siguen unidos a Moscú y a las tradiciones del viejo calendario, se ha publicado en Rbk-Ukraina una extensa entrevista al arzobispo mayor de los greco-católicos, Su Beatitud Svjatoslav Shevchuk. Sus fieles lo recuerdan en las liturgias como "nuestro patriarca", un título que nunca ha sido reconocido oficialmente por la Santa Sede para evitar mayores confusiones, pero que es muy claro para los herederos de la Unión de Brest de finales del siglo XVI. Más allá de las predicciones sobre el futuro de la guerra con Rusia, tema habitual en todos los sitios web internacionales, la principal autoridad de los católicos "de tradición ortodoxa" se centra en el tema que realmente le interesa: no la relación con los rusos, sino con su propio pueblo, y el futuro de la tierra ucraniana.

Ucrania es la Rus'(ia) que se niega a formar parte del "mundo ruso", que busca su propia identidad y se siente parte de Europa y de la fraternidad universal de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad, los que no tratan de imponerse sobre los demás para afirmarse, como siempre han intentado hacer los rusos moscovitas. Según los estudios sociológicos, el número de fieles ortodoxos vinculados a Moscú se ha reducido drásticamente en los tres años siguientes a la invasión del país, mientras que el número de greco-católicos ha aumentado sensiblemente, acercándose a la Iglesia ortodoxa autocéfala (PZU) y convirtiéndose en la segunda comunidad religiosa de Ucrania. Sin embargo, Shevchuk no reivindica primados o éxitos proselitistas sino que, por el contrario, expresa su solidaridad con aquellos que se han sentido "traicionados por su propia Madre, la santa Rusia". Si acaso, reivindica el papel de protagonistas activos que los greco-católicos tratan de desempeñar en un diálogo constructivo con los autocéfalos, cuyo líder, el metropolita de Kiev Epifanyj (Dumenko), fue recientemente recibido en el Vaticano por el papa Francisco, para sumarse a la reconstrucción de un país destruido, humillado y vaciado por los ataques de los "hermanos mayores" moscovitas.

Según el arzobispo, "el trauma de sentirse traicionados por la propia Iglesia es un fenómeno particularmente dramático, que se está desarrollando ante los ojos de todos, y la sociología no es suficiente para explicar lo que sucede en el alma de nuestras hermanas y hermanos ucranianos". Lo que interesa al pastor supremo de los greco-católicos no es tanto la manera de detener la guerra, una tarea que compete a las autoridades estatales y militares, sino "cómo la guerra ha afectado a nuestra sociedad y a nuestro pueblo, y los nuevos desafíos a los que la Iglesia está llamada a responder, la nuestra junto con las otras Iglesias ortodoxas de nuestro país". Es la tercera Navidad y Año Nuevo de guerra, y el conflicto ha trastornado todas las relaciones humanas, que no serán fáciles de reconstruir, incluso más que los edificios y ciudades devastadas. "En primer lugar, la relación con uno mismo, con lo que cada uno de nosotros debe hacer hoy, cuáles son las prioridades y las relaciones con los propios seres queridos y los propios vecinos, aquellos por los cuales nosotros asumimos responsabilidades y deberes", afirma el patriarca de los greco-católicos.

Con respecto al tema de las relaciones que hay que reconstruir, Shevchuk hace una observación verdaderamente profunda, señalando que "han cambiado radicalmente también las relaciones con Dios, las reglas y los hábitos de nuestra vida espiritual y religiosa; hemos cambiado nosotros mismos". A todos los que miran Ucrania desde fuera, pensando que conocen a la gente que vive en ella, "debemos decirles que esa Ucrania que creían conocer ya no existe... Somos diferentes, y queremos ser mejores". Después de vivir una experiencia tan trágica, "estamos viviendo el momento de un nuevo nacimiento, mejor aún, de un re-nacimiento", en el que hay héroes que defienden a la patria no solo en los campos de batalla, sino también "gigantes del espíritu que nos devuelven a los fundamentos más profundos de la existencia de nuestro pueblo, a la matriz de nuestra vida nacional y espiritual".

La guerra también ha sido causa de una crisis de fe, que busca protección del enemigo, que invoca la ayuda divina que parece no llegar, pero "no es así como funciona la relación con Dios", explica el arzobispo, "el verdadero Dios viviente es una persona, es Alguien, no solo algo, y debemos saber reconocerlo en nuestra relación personal con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en el contexto de nuestra propia capacidad de relación". La representación de Dios como el "Gran Protector" que garantiza nuestro bienestar es un "estereotipo que ha quedado destruido, por eso debemos aprender de nuevo a preguntarnos: Dios, ¿dónde estás? ¿Dónde podemos encontrarte en tiempos de guerra? ¿Cómo debo comunicarme contigo hoy? Debemos redescubrir la auténtica presencia de Dios entre nosotros", exhorta Shevchuk. Para muchas personas, Dios ha desaparecido del horizonte espiritual, y después ha vuelto a manifestarse, y "en estos tres años hemos vivido muchos momentos de este tipo, momentos de terror e impotencia, y después de regeneración de nuestras fuerzas, de defensa conjunta de nuestras vidas y de nuestra tierra, y luego otra vez de cansancio y depresión, buscando siempre la fuente que pueda devolvernos la energía y el amor por la vida".

Las heridas se curan y los espíritus se reaniman, este es el único secreto de la extraordinaria capacidad de resistencia del pueblo ucraniano. La experiencia de la guerra ayuda a los creyentes a redescubrir de una manera nueva la imagen del Dios vivificante, no solo para defenderse del mal, sino para reconstruirse a sí mismos, la sociedad y la vida del pueblo. En la entrevista se recuerda el encuentro del Sínodo de los obispos greco-católicos con las autoridades civiles, en el contexto del "plan de resistencia de Ucrania", y el arzobispo subraya la importancia de la "valorización cada vez más significativa del papel y del lugar que ocupa la Iglesia en estos tiempos difíciles". Los hombres en el poder a menudo cultivan la ilusión de que pueden hacer todo por sí mismos, mientras que ahora resulta más evidente que "la vida religiosa del pueblo y el apoyo de la Iglesia son el secreto de la auténtica victoria que queremos alcanzar". Queda claro que no se trata solo del servicio de asistencia social de la Iglesia, o de la defensa de los intereses nacionales ucranianos a nivel internacional, sino "de la función de acompañamiento de nuestro pueblo, sometido a la locura de la guerra".

Las personas necesitan no sentirse solas y abandonadas, y la presencia de los sacerdotes les recuerda que siempre hay alguien que se ocupa de cuidar a los que sufren, a los que necesitan consejo, redescubriendo la naturaleza pastoral de la Iglesia, antes que la caritativa y social. "Somos una Iglesia fundada sobre raíces que se remontan al cristianismo primitivo de Kiev", recuerda Shevchuk, "con lazos fraternos con los ortodoxos, y en unión con toda la Iglesia católica universal, la mitad de nuestras estructuras se encuentran fuera de las fronteras de Ucrania". Por eso "el agresor ruso nos odia tanto, y siempre ha tratado de destruir a la Iglesia greco-católica, tanto en los tiempos de los zares como en los soviéticos, y sobre todo hoy, cuando el señor del Kremlin intenta reconstruir el imperio". Retomando un término que utiliza a menudo el patriarcado de Moscú, el arzobispo explica que la Iglesia greco-católica también es "constructora del Estado", gosudarstvo-ustanavitelnaja, por su contribución a la historia y el renacimiento actual, pero nunca ha sido ni quiere ser una "Iglesia de Estado", gosudarstvennaya Tserkov.

A las preguntas sobre el papel de la Santa Sede en el conflicto ruso-ucraniano, que a menudo ha despertado perplejidades en los ucranianos y en los mismos greco-católicos, Shevchuk explica que "la guerra se puede mirar desde el punto de vista de las víctimas, o desde el de quien busca ser árbitro a nivel internacional, para servir a todos los pueblos que sufren y cumplir una misión de pacificador universal". Cuando el papa Francisco habla de "dos pueblos hermanos" no lo entiende de la misma manera que los rusos, como justificación de una invasión y un genocidio, y, en todo caso, "hace poco dijo que somos primos, no exactamente hermanos, aunque a nosotros nos basta decir que somos vecinos, sin especificar el grado de parentesco". Shevchuk recuerda los años de su ministerio en Argentina, cuando Bergoglio era su superior como arzobispo metropolitano de Buenos Aires. "Me comunico con él a menudo, y entre nosotros hablamos en español", intercambiando puntos de vista incluso cuando no son del todo coincidentes.

El Vaticano no tiene un papel activo como mediador político en las posibles negociaciones de paz, asegura el jefe de los greco-católicos, entre otras cosas porque "nadie se lo ha pedido", pero desde hace diez años está comprometido en un diálogo humanitario, además de religioso, cuando se produjo la anexión de Crimea y comenzó el conflicto en el Donbass. Observa que "nos han propuesto y atribuido mediadores de todo tipo, pero hasta ahora no ha comenzado ninguna negociación; veremos lo que sucede este año". Los greco-católicos, por su parte, ya están trabajando por el renacimiento de Ucrania.

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