Seúl: el presidente Yoon Suk Yeol impone la ley marcial
Hace pocos días, más de 1.400 sacerdotes surcoreanos habían dado la voz de alarma a favor de la democracia, pidiendo abiertamente el impeachment del presidente. Los religiosos definían a Yoon como un "hombre de mentiras" y un "hombre violento", "incapaz de comprender su papel y respetar el poder". Se suspendieron las actividades políticas y mediáticas, el Parlamento fue rodeado por la policía.
Seúl (AsiaNews/Agencias)- El presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, proclamó la ley marcial con el fin "de erradicar las fuerzas pro-norcoreanas y proteger el orden constitucional de libertad". Hizo el anuncio durante un discurso nocturno transmitido en vivo por la emisora YTN.
Es la primera vez que se proclama la ley marcial en Corea del Sur desde que terminó la dictadura en los años '80. El ejército comunicó que las actividades políticas, incluidas las del Parlamento, habían sido suspendidas, los medios de comunicación habían quedado bajo el control del gobierno y las huelgas estaban prohibidas. Todos los médicos, incluidos los que llevan meses protestando contra el gobierno, han sido llamados a prestar servicio. Tras el anuncio, la policía rodeó el Parlamento.
En su discurso, Yoon, cuyo índice de aprobación está en caída desde hace tiempo, no ha mencionado amenazas específicas de Corea del Norte, pero hizo referencia al opositor Partido Demócrata, que tiene mayoría en el Parlamento desde abril. En los últimos días el Partido Demócrata había presentado una ley presupuestaria redimensionada junto con una moción para destituir a un auditor y al fiscal general. En el pasado, Yoon también había hablado de "fuerzas pro-norcoreanas" para referirse a elementos que, según él, obstaculizan su agenda política.
Hace ya unos días, el 28 de noviembre, 1.466 sacerdotes católicos coreanos habían publicado una carta abierta en la que daban la alarma por la democracia y pedían abiertamente el impeachment de Yoon. A la luz de los acontecimientos de hoy, el texto cobra un significado particular, y lo publicamos a continuación en nuestra traducción.
“Por cuanto todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”. (Romanos 3.23)
Se dice que todo lo que está oculto o encubierto tarde o temprano será revelado, y ahora miles y miles de acciones que se han llevado a cabo en la oscuridad están saliendo a la luz una por una. La rabia crece sin control y ya no se puede ignorar la impaciencia de la gente. Los sacerdotes católicos tampoco podemos evitar unirnos al movimiento que denuncia la situación política.
Incluso aquellos que insistían en decir "esperemos un poco más", ahora están retirando su confianza y sus expectativas en el presidente. No lo hacen por motivos personales, sino que, por espíritu de justicia y respeto, dicen "esto no está bien". No se puede permitir que la mitad restante de su mandato destruya al país y a las personas, y por eso han llegado a la conclusión de que "no puede continuar".
Los sacerdotes también piensan lo mismo. Cuanto más lo observan, más se dan cuenta de que “si quiere, no hay nada que no pueda hacer”. Ya no se sorprenden ni siquiera de las cosas más graves que podría hacer. Entonces nos preguntamos: ¿por qué se encuentra en esta condición? No es una pregunta dirigida sólo a él, sino que tiene que ver con la miseria del ser humano, que desea el bien pero no lo hace, y no quiere el mal, pero termina haciéndolo. (Romanos 7.19) ¿Por qué el hombre, que debería haber encarnado la salvación de Dios para el mundo, se ha convertido en la personificación del mal, que daña y destruye? Las palabras del salmo penitencial que recitamos todos los viernes por la mañana nunca han sido tan dolorosas. “Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí… Yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre”. (Salmo 51,5.7)
En el caso del presidente Yoon Suk Yeol, la situación es aún más grave. Es un "hombre de mentira", que niega lo que existe y afirma lo que no existe. Elimina todo lo que debería existir y protege lo que debería ser destruido. Es un "hombre de violencia" que no distingue entre lo que es bueno para todos y lo que es perjudicial. Un "hombre de división" que rompe lo que debería continuar y dispersa lo que debería estar unido. Es un títere de su propio ego, incapaz de comprender su papel y respetar el poder que el pueblo le ha dado. Un líder que enriquece sólo a una pequeña élite y condena al resto a la ruina. La Biblia lo describiría como “la cuarta bestia horrible y terrible, muy fuerte”. (Daniel 7,7). El sacrificio y el trabajo de nuestros héroes, que lucharon por la independencia, por la democracia, por la supervivencia y el bienestar, están desapareciendo. Por mucho que nos esforcemos, nuestra conciencia y nuestra racionalidad no pueden comprender sus acciones.
Lo consideramos sinceramente digno de compasión y rezamos por él. Pero "las cosas malas que salen de su corazón" (Marcos 7,21-22) están atormentando, contaminando y destruyendo implacablemente a Corea del Sur, y no podemos permanecer en silencio. Ha abandonado los principios y el sentido común construidos durante cinco mil años, ha negado la humanidad y ha ridiculizado a Dios. Ha despreciado a las personas vulnerables y destruido los cimientos de la sociedad, rechazando en definitiva a Dios y su reino. No podemos justificarlo por ninguna razón. Como católicos bautizados, no podemos evitar corregirlo y condenar sus malas acciones.
Si ha hecho algo positivo, fue demostrar que "uno" puede salvar o destruir el todo. Igual que el incendio de la Puerta de Sungnyemun, un acto cometido por un solo loco. Pero si hablamos de "uno", nosotros, como pueblo, también somos una gran unidad. Si Corea del Sur es destruida por este comportamiento desenfrenado, debemos preguntarnos qué haremos con nosotros mismos. Restauremos la nación, empezando por cada uno de nosotros. Además, como soberanos, no sólo tenemos derecho a elegir, sino también a destituir a quienes no cumplen con su deber. No es demasiado tarde para tomar una decisión. Debemos proceder a un juicio político que pida cuentas al presidente por su fracaso en respetar la Constitución, defender el Estado y promover el bienestar de la nación y su unificación pacífica.
El mensaje que hoy traemos es que si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el pozo, por lo tanto no podemos permanecer indiferentes. Nadie está libre de la esclavitud del pecado. Por eso debemos ejercer el amor y la misericordia, asumiendo con firmeza la humanidad de cada uno.
Recemos por el reino de Dios y por la democracia
17/12/2016 13:14