Religiosa comboniana (de la congregación del p. Comboni) en Israel: en este mundo somos todos refugiados
En el país falta la coexistencia, aceptar al otro y al diverso. Los refugiados africanos están en un “limbo” legal. El dolor de los emigrantes cristianos, rechazados por el “país de Jesús, del Evangelio y de la Biblia”. Muchos en Israel ayudan, pero “estos muchos” se deben multiplicar, porque es un gota delante de tanta necesidad”.
Tel Aviv (AsiaNews)- “Todos somos refugiados en este mundo”. Es la convicción de sor Azezet Kidane, desde 2010 activa entre las víctimas del tráfico humano junto a otras Ong israelíes: un compromiso que hoy se enfrenta con un clima de rechazo por una parte de la sociedad y por el actual gobierno. “Aquí en Israel falta la coexistencia, aceptar a la otra persona, que es diversa por color, cultura o lengua. El otro no es considerado como alguien que te puede ayudar a crecer, sino un problema, un desafío. El otros es considerado como un enemigo”.
En enero, las autoridades habían lanzado un ultimátum a los cerca de 45 mil refugiados eritreos y sudaneses en el país: debían abandonar Israel dentro de abril o enfrentar la cárcel por tiempo indeterminado. Por el momento, la situación está en un punto muerto: el acuerdo con las Naciones Unidas para recolocar a la mitad decayó, mientras que la decisión de la “deportación voluntaria” fue suspendida por la Corte suprema. Se espera aún el veredicto final y con este el futuro de los refugiados, llegados entre 2005 y 2012 a través de las peligrosas rutas del Sinaí.
Tal Steiner, del departamento legal de Hotline for Refugees and Migrants, comenta: “Estamos en una especie de limbo. Por un lado los que piden asilo no reciben respuesta a sus pedidos”. Un pedido puede esperar años y en general son negativos: sólo una decena de ellos tuvo un reconocimiento del status de refugiado. “Por otro lado, están bloqueados aquí. No pueden ser deportados a un tercer país-ni por su propia voluntad, ni por la fuerza-y el acuerdo Onu es nulo. Las personas viven en un limbo y esperan saber cuál será su futuro aquí en Israel”.
“La situación es muy difícil: la visa que tienen no les asegura nada más que el ser arrestados. Pueden apenas trabajar, no tienen ningún tipo de previsión social, no se les reconoce ni siquiera la más basilar aseguración médica. Tampoco tienen el derecho de desarrollarse a sí mismos, tener algún tipo de instrucción, una familia, traer a sus familias aquí. Y ni siquiera tener un carnet para conducir. Están en una condición en las cuales sus derechos están a cargo de la Ong”.
Para sor Azezet, “todo esto da pena y es frustrante: la persona se siente amenazada, no deseada, mal vista”. En particular, continúa la religiosa comboniana, el dolor de los emigrantes cristianos aumenta porque piensan que es “el país de Jesús, del Evangelio y de la Biblia” quien los rechaza. “Tenían tantas esperanzas y confianza que llegando aquí habrían sido consolados, habiendo sufrido mucho en el Sinaí, pero ahora se sienten como no deseados”
La depresión y los estados de ansiedad se agravan a causa de las dificultades en encontrar un trabajo. También cuando lo encuentran- humilde y mal pagados- están obligados a dar el 20% de sus sueldos a un fondo que debería ser restituido a ellos en el momento que deberán abandonar Israel. Steiner comenta: “Son personas que no tienen una válida opción para dejar Israel; no pueden volver a Eritrea ni a Sudán pues nadie los aceptaría”. Así, la media se traduce en un empobrecimiento que lleva “a muchas familias a estar en el límite de pobreza total”. “No es que ellos vivan en condiciones de vida tan difíciles en Israel”, concluye “pero el plan del gobierno israelí para expulsar a las personas. Y es contra esto que combatimos y por lo cual trabajamos”.
Para sor Azezet, “es importante entender que el otro no es un ‘desafío’. Dios creó a todos a su imagen y semejanza y todos tenemos un fragmento de Dios y nos complementamos. Hay muchos que tienen una visión diversa (del gobierno), como los doctores de Physicians for Human Rights, con los cuales trabajamos para poderlos curar. Hay muchas personas que colaboran, pero estos “muchos” se deben multiplicar, porque es un gota delante de tanta necesidad”.
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