Que también el pesebre sea ‘patrimonio cultural’ de la humanidad
En el año 2003, la UNESCO adoptó la Convención para la Salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. La lista va de las cestas y de las cerámicas de las sociedades tradicionales al lenguaje chiflado aún usado en las islas Canarias. El pesebre se convirtió en un ícono de una naturaleza humana como no destruible como frágil. Para los cristianos, esta humanidad está relacionada con una historia.
Beirut (AsiaNews) – El Papa Francisco recientemente firmó una Carta apostólica “sobre el significado y el valor del pesebre”, y estamos contentos. En algunos países, hubo un proceso malvado contra el pesebre natalicio, algunos han querido prohibir del espacio público de la laicidad. Naturalmente, todo depende de qué se volvió un símbolo. El inventor del pesebre, San Francisco (S. XIII), no tenía otro objetivo que despertar la piedad de los fieles. Tratar de delimitar la identidad es una apropiación indebida del cual todas las religiones y todas las creencias, pueden ser víctima.
Sin embargo, en estos tiempos de globalización de intercambio de bienes e ideas, el pesebre podría colocarse en un modo bastante natural en el elenco de aquello que la UNESCO define “patrimonio cultural inmaterial” de la humanidad; una extensión del concepto de patrimonio mundial de las tradiciones culturales y no sólo de los edificios y de los sitios naturales. Así como el canto bizantino fue inscripto de la Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial junto a ¡otras 41 prácticas como el alpinismo!
La noción de patrimonio cultural inmaterial es reciente. Y apareció en los años 90, después de recomendaciones de las culturas tradicionales y como contrapunto al patrimonio mundial dirigido principalmente a los aspectos materiales de la cultura. En 1997, el concepto se extendió al “patrimonio oral de la humanidad”, cuyas obras de arte debían ser “protegidas”, especialmente si amenazadas.
En 2003, la UNESCO adoptó la Convención para la Salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. Esta precisa: “Por patrimonio cultural inmaterial” se entienden las praxis, la representaciones, los conocimientos, el know-how- como también los instrumentos, los objetos, artefactos y los espacios culturales asociados a los mismos- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen en cuanto parte del patrimonio cultural de ellos. Este patrimonio cultural inmaterial, transmitido de generación a generación, es constantemente recreado por las comunidades y por los grupos en respuesta al su ambiente, a su alteración con la naturaleza y su historia y les da a ellos un sentido de identidad y de continuidad, promoviendo en tal modo el respeto por la diversidad cultural y la creatividad humana”.
La Convención define y también la aéreas en las cuales el patrimonio inmaterial puede manifestarse: tradiciones orales y expresiones, incluido el lenguaje; artes del espectáculo; prácticas sociales, rituales y eventos festivos, conocimiento y prácticas que se refieren a la naturaleza y al universo; y al final los conocimientos relacionado con las artesanías tradicionales. Como s puede intuir, el elenco de patrimonio inmaterial es ancho: va desde las cestas y las cerámicas de las sociedades tradicionales al lenguaje chiflado aún usado en la Islas Canarias, pasando por el ritual finalizado para adiestrar a los camellos en Mongolia.
Dadas estas definiciones, parece obvio que también el pesebre deba ser considerado como patrimonio inmaterial. Además de la fe cristiana, más allá del nacimiento de un niño sobre las cuales apoya “el Espíritu de consejo y fuerza”, más allá del dogma de la Encarnación, el pesebre se convirtió en un ícono de una naturaleza humana sea indestructible como frágil. Indestructible por las capacidades intrínsecas de la generación de la cual está dotada; frágil en cuanto representa a la humanidad en sus primerísimos momentos, una humanidad a mala pena fuera del nido, cuando cada ser humano representa el potencial de la entera especie humana, porque es único y sagrado.
Para los cristianos, esta humanidad está relacionada con una historia. Citando el pasaje “Hagamos al hombre a nuestra imagen,a nuestra semejanza” (Gen 1,26), los padres de la Iglesia hablan de la creación del hombre como sucedida después de “una consultación” o hasta “una deliberación” dentro de la Trinidad. Esto es también y sobre todo, aquella que algunos sostienen ser la realidad de la cual el pesebre puede hacerse ícono. Y si bien multiplicada por exceso, por cuanto a veces rechazada con muy mal gusto, aunque si explotada vergonzosamente para fines comerciales, este ícono-cuando está rodeado por la verdadera belleza- continúa maravillándonos y despertándonos en una maravilla inagotable y una nostalgia por la inocencia inalterable ofrecida a cada uno todos los días y renovable al infinito”.
23/12/2015