Pizzaballa: de los migrantes al ecumenismo, el Papa abraza a la humanidad
El Patriarca Latino de Jerusalén recorre los momentos del viaje apostólico a Chipre y Grecia. La migración "no es un problema ni un recurso", sino un "hecho" al que hay que hacer frente con "decisiones pastorales". Pasar de las divisiones económicas al encuentro con la persona, para hallar la posibilidad de "otra riqueza". Los muros son "un amortiguador, pero no son la solución".
Jerusalén (AsiaNews) -El momento más significativo del viaje papal fue "la oración ecuménica con los migrantes" en la iglesia de la Santa Cruz, dentro de las antiguas murallas de Nicosia. Allí emergió "la personalidad" del Pontífice, especialmente "en su discurso" y "en el encuentro con las madres". Padres y niños "que esperan" saber "cuál será su destino", y precisamente a estos últimos "el Papa les habló de cercanía". En diálogo con AsiaNews, son las declaraciones del Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa. Acaba de llegar de Chipre, donde vivió en primera persona el viaje apostólico del Papa Francisco a la isla mediterránea, seguido de una escala en Grecia, que terminó ayer con su regreso al Vaticano. El Pontífice, subrayó, "no tiene miedo de abrazar, cuando todo el mundo le dice que debe guardar distancia" a causa de la pandemia de Covid-19. Por el contrario, es él quien invita a "encontrarse" con gestos, con palabras, en el diálogo ecuménico.
El Patriarca Latino, bajo cuya jurisdicción eclesiástica se encuentra Chipre, habla de un "viaje breve pero intenso, como ya es costumbre con el Papa" en los últimos tiempos. En este viaje apostólico se tocaron "dos aspectos: el encuentro con la pequeña realidad católica y la relación con la Iglesia ortodoxa". En la isla, continuó, "hay relaciones muy buenas y respetuosas entre católicos y ortodoxos" y este es un aspecto "a tener en cuenta" en una perspectiva universal de diálogo. Es una tierra "dividida" y que lo seguirá estando "durante mucho tiempo", donde se vive un "sufrimiento" cotidiano que debemos "escuchar".
Otro tema es el de los migrantes "especialmente en el retorno a Lesbos", señala el primado latino, donde "el fenómeno es más fuerte" y "el impacto es mayor". Sin embargo, continuó, Chipre sigue siendo una "cabeza de puente entre Occidente y Oriente" y engloba "toda la dinámica que tiene lugar en el Mediterráneo". No sólo los migrantes, sino la cuestión energética, el gas, los intereses económicos y financieros. El Papa recordó que hay otra riqueza, la "del ser humano: volvió a centrar la atención en las personas".
El Patriarca Latino de Jerusalén volvió a hablar de las relaciones ecuménicas con el mundo ortodoxo, que calificó de "muy mesuradas" y, que, por tanto, "jamás son simples". La escala en Chipre, explica, "no aportó algo adicional, pero sí dejó sentado un punto firme" y ha centrado la atención en "una situación, para marcarla a las demás Iglesias". El mundo ortodoxo debe entender que, con el diálogo, "no pierde nada"; por el contrario, tiene oportunidades de enriquecimiento.
Al referirse a los migrantes, dijo: "no son ni un problema ni un recurso, sino una realidad, un hecho". Y antes que "teorías sociológicas y económicas", lo que se necesita son "decisiones pastorales". "No nos interesa el color de los inmigrantes y tampoco si su presencia es legal o no. Están aquí y forman parte de nuestra Iglesia y tenemos que hacer frente a esta realidad". La principal diferencia entre el viaje apostólico de Benedicto XVI en 2010 y el de Francisco radica precisamente en la cuestión de los migrantes. "Aún así, hay una profunda continuidad en la relación con la Iglesia Ortodoxa, que ha ido creciendo".
En la comunidad católica de Chipre -y no sólo en ella- había "grandes expectativas" por la presencia del pontífice. La participación superó "todos los pronósticos" a pesar del poco tiempo que tuvimos para preparar el viaje -poco más de un mes, desde el anuncio. El Papa también habló de los muros que dividen, un fenómeno creciente que puede verse tanto en Chipre como en Tierra Santa, desde Polonia a la frontera entre México y Estados Unidos, aunque con "dinámicas diferentes". "Los muros no son más que el último eslabón de la cadena”, concluyó Pizzaballa. “La respuesta está en ayudar a la gente a abrir los ojos, y afirmar que [los muros] son solo un amortiguador, pero no son la solución”.