Papa: una sociedad que no quiere tener hijos es "deprimida", como sucede en Europa
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) -
"Una sociedad de hijos que no honran a sus
padres es una sociedad sin honor", "destinada a llenarse de jóvenes áridos
y codiciosos", pero una sociedad" que no le gusta estar rodeado de
hijos, que los considera especialmente una preocupación, un peso, un riesgo, es
una sociedad deprimida", como sucede en Europa. Y "si
una familia generosa en hijos se ve como si fuera una
carga, hay algo mal".
Ha sido, por tanto, dedicada a
los hijos y su
relación con los padres la
catequesis del Papa Francisco para
la audiencia general de hoy,
de nuevo en la plaza de San Pedro. La reunión comenzó con una oración a la Virgen de Lourdes, que se celebra hoy, una imagen de la cual estaba al lado del
Papa.
La audiencia, como de costumbre, fue precedida por un largo recorrido por entre los 20.000 presentes en la Plaza
de San Pedro, que Francisco saludó y
bendijo, besó a los hijos que fueron traídos. Un gesto que, al término de la reunión, el Papa dedicó un pensamiento. "¡Qué hermoso es - dijo - cuando me paso entre vosotros
y veo los padres
y madres que alzan a sus hijos para ser bendecidos, pero esto es un gesto casi
divino. Gracias por hacerlo".
Anteriormente, Francisco había explicado que "Después de reflexionar sobre las figuras de
la madre y el padre, en esta catequesis sobre la familia me gustaría hablar del hijo o, mejor dicho, de los hijos. Me inspiro en una bella imagen de Isaías. Escribió el profeta: "Tus hijos se han reunido y vienen a ti. Tus hijos
vendrán de lejos, y tus hijas son llevadas en brazos. Entonces verás, y estarás radiante, palpitante
y se dilatará tu corazón "(60,4-5a). Es una
bella imagen, una imagen de la felicidad que se realiza en la reunión entre padres e hijos,
caminando juntos hacia un futuro de
libertad y paz, después de mucho tiempo de privación y separación como - en ese momento
- había sido esa historia en que estaban lejos de su patria. De hecho, existe una estrecha relación entre la esperanza de un pueblo y la armonía entre las generaciones. Esto
es lo que debe pensarse bien,
¿eh? Hay una estrecha relación entre
la esperanza de un pueblo y la armonía entre las
generaciones".
"La alegría de los hijos hace palpitar el
corazón de los padres y vuelve a abrir el futuro. Los hijos son la alegría de
la familia y de la sociedad. No son un problema de biología reproductiva, ni
uno de los muchos modos de realizarse. Y mucho menos son una posesión de los
padres... No, no. Los hijos son un don. Son un regalo: ¿entendido? Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible; y al
mismo tiempo, inconfundiblemente ligado a sus raíces. Ser hijo e hija, de
hecho, según el designio de Dios, significa llevar en sí la memoria y la
esperanza de un amor que se ha realizado a sí mismo encendiendo la vida de otro
ser humano, original y nuevo. Y para los padres cada hijo es sí mismo, es
diferente, diverso. Permítanme un recuerdo de familia. Recuerdo que mi mamá
decía sobre nosotros, éramos cinco: "Yo tengo cinco hijos", "¿cuál es tu
preferido?", le preguntábamos. Y ella: "Yo tengo cinco hijos, como tengo cinco
dedos. Si me golpean éste me hace mal; si me golpean éste me hace mal. Me hacen
mal los cinco, ¡todos son míos! Pero todos diferentes como los dedos de una
mano". ¡Y así es la familia! La diferencia de los hijos, pero todos hijos".
"Un hijo se ama porque es hijo: no porque sea
bello, o porque sea así o asá, ¡no! ¡Porque es hijo! No porque piensa como yo,
o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo: una vida generada por nosotros, pero
destinada a él, a su bien, para el bien de la familia, de la sociedad, de toda
la humanidad. De ahí viene también la profundidad de la experiencia humana del
ser hijo e hija, que nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor,
que nunca deja de sorprendernos. Es la belleza de ser amados antes: los hijos
son amados antes de que lleguen. Cuántas veces encuentro a las mamás aquí que
me hacen ver la panza y me piden la bendición... porque son amados estos niños
antes de venir al mundo. Y ésta es gratuidad, esto es amor; son amados
antes, como el amor de Dios, que nos ama siempre antes. Son amados antes de
haber hecho nada para merecerlo, antes de saber hablar o pensar, ¡incluso antes
de venir al mundo! Ser hijos es la condición fundamental para conocer el amor
de Dios, que es la fuente última de este auténtico milagro. En el alma de cada hijo,
por más vulnerable que sea, Dios pone el sello de este amor, que está en la base de
su dignidad personal, una dignidad que nada ni nadie podrá destruir".
"Hoy en día parece más difícil para los hijos
imaginar su futuro. Los padres - como mencioné en las catequesis anteriores -
quizás han dado un paso atrás y los hijos se han vuelto más inciertos en el dar
pasos hacia adelante. Podemos aprender la buena relación entre generaciones de nuestro Padre
Celestial, que nos
deja libres a cada uno de nosotros, pero nunca nos deja solos. Y si nos
equivocamos, Él continúa siguiéndonos con paciencia sin disminuir su amor por
nosotros. El Padre Celestial no da pasos hacia atrás en su amor por nosotros,
¡jamás! Va siempre hacia adelante y si no se puede ir adelante, nos espera,
pero nunca va hacia atrás; quiere que sus hijos sean valientes y den pasos
hacia adelante. Los hijos, por su parte, no deben tener miedo del compromiso de
construir un mundo nuevo: ¡es justo desear que sea mejor del que han recibido!
Pero esto debe hacerse sin arrogancia, sin presunción.
A los hijos hay que saber reconocerles su valor, y a los padres siempre se los
debe honrar".
"El cuarto mandamiento pide a los hijos - ¡y todos lo somos! - honra a tu padre y a tu madre. Este mandamiento viene inmediatamente después de los que tienen que ver con Dios mismo; después de los tres mandamientos que tienen que ver con Dios mismo, viene el cuarto. De hecho contiene algo de sagrado, algo de divino, algo que está en la raíz de cualquier otro tipo de respeto entre los hombres. Y en la formulación bíblica del cuarto mandamiento se añade: «Honra a tu padre y a tu madre para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da». El vínculo virtuoso entre generaciones es una garantía de futuro, y es garantía de una historia verdaderamente humana. Una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor; ¡cuando no se honran a los padres se pierde el propio honor! Es una sociedad destinada a llenarse de jóvenes áridos y ávidos. Pero también una sociedad avara de generaciones, que no ama rodearse de hijos, que los considera sobre todo una preocupación, un peso, un riesgo, es una sociedad deprimida".
Pensemos - añadió - en tantas sociedades que conocemos aquí en Europa: son sociedades deprimidas porque no quieren hijos, no tienen hijos, el nivel de nacimientos no llega al uno por ciento. ¿Por qué? Que cada uno piense y se responda. Si una familia generosa de hijos se ve como si fuera un peso, ¡hay algo mal! La concepción de los hijos debe ser responsable, como enseña también la Encíclica Humanae Vitae del Beato Papa Pablo VI, pero el tener muchos hijos no puede ser visto automáticamente como una elección irresponsable. Es más, no tener hijos es una elección egoísta. La vida rejuvenece y cobra nuevas fuerzas multiplicándose: ¡se enriquece, no se empobrece! Los hijos aprenden a hacerse cargo de su familia, maduran compartiendo sus sacrificios, crecen en la apreciación de sus dones. La experiencia alegre de la fraternidad anima el respeto y cuidado de los padres, a quienes debemos nuestra gratitud. Muchos de ustedes aquí presentes tienen hijos y todos somos hijos. Hagamos una cosa, un minutito, no nos extenderemos mucho. Que cada uno de nosotros piense en su corazón en sus hijos, si los tiene, piense en silencio. Y todos pensemos en nuestros padres y agradezcamos a Dios por el don de la vida. En silencio, quienes tienen hijos piensen en ellos, y todos pensemos en nuestros padres. Que el Señor bendiga a nuestros padres y bendiga a sus hijos".
"Jesús, el Hijo eterno, hecho hijo en el tiempo, nos ayude a encontrar el camino de una nueva irradiación de esta experiencia humana tan simple y tan grande que es ser hijos. En el multiplicarse de las generaciones hay un misterio de enriquecimiento de la vida de todos, que proviene de Dios mismo. Debemos redescubrirlo, desafiando los prejuicios; y vivirlo, en la fe, en la perfecta alegría. Y les digo: ¡Qué hermoso es cuando paso entre ustedes y veo a los papás y a las mamás que alzan a sus hijos para que sean bendecidos! Es un gesto casi divino. ¡Gracias por hacerlo!".
En su saludo a los fieles italianos, por último, el Papa volvió a pedir la "solidaridad" con los migrantes. "Sigo con preocupación - ha dicho -. las noticias procedentes de Lampedusa, donde hay más muertes entre los inmigrantes debido al frío a lo largo de la travesía del Mediterránea deseo aseguraros mi oración por las víctimas y otra vez de fomentar la solidaridad, para que a nadie le falte la necesaria ayuda".