Papa: la libertad no es 'cada uno para sí mismo', sino que se realiza en la caridad, en el servicio a los demás
Sabemos que una de las concepciones modernas más extendidas de la libertad es que 'mi libertad termina donde comienza la tuya'. ¡Pero aquí falta la relación! Es una visión individualista. En cambio, el que ha recibido el don de la liberación operada por Jesús no pueden pensar que la libertad consiste en alejarse de los demás, sentirlos como una molestia, no puede ver al ser humano atrincherado en sí mismo, sino siempre formando parte de una comunidad”. El niño sentado junto a Francesco que no estaba en el programa.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La libertad cristiana no es individualista, no termina donde empieza la del otro, sino que tiene una dimensión social, comunitaria: "decimos y creemos que los demás no son un obstáculo para mi libertad, sino la posibilidad de realizarla plenamente. Porque nuestra libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad”. En la audiencia general de hoy, el Papa Francisco habló sobre el tema de la libertad que se realiza en la caridad .
Cuando comenzó el encuentro, sorpresivamente un niño se acercó a Francisco y se sentó a su lado en la silla que le ofreció un sonriente padre Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa Pontificia. El Papa agradeció la "lección de libertad" que había dado el niño. “Me acordé - dijo - de lo que Jesús decía sobre la espontaneidad y libertad de los niños, cuando este niño tuvo la libertad de acercarse y actuar como si estuviera en su casa ... Y Jesús nos dice: 'Ustedes también, si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos'. Es la valentía de acercarse al Señor, de estar abiertos al Señor, de no tener miedo del Señor: le agradezco a este niño la lección que nos ha dado a todos”.
Continuando el ciclo centrado en la Carta de Pablo a los Gálatas, el Papa habló en su catequesis sobre lo que esta señala como "el corazón" de la libertad. No es una manera de vivir libertina, según la carne o según el instinto, los deseos individuales o los impulsos egoístas; por el contrario, la libertad de Jesús nos lleva a estar - dice el Apóstol - "al servicio de los demás". La libertad en Cristo tiene una cierta dimensión de esclavitud, nos pone al servicio de los demás. La verdadera libertad, en otras palabras, se expresa plenamente en la caridad. Una vez más nos encontramos ante la paradoja del Evangelio: somos libres cuando servimos; nos encontramos plenamente en la medida en que nos entregamos; poseemos la vida si la perdemos (cf. Mc 8, 35). Pero, ¿cómo se explica esta paradoja? La respuesta del Apóstol es tan sencilla como exigente: "por el amor" (Gal 5, 13). No hay libertad sin amor, no existe una libertad egoísta. El amor de Cristo es lo que nos ha liberado y también es el amor el que nos libera de la peor esclavitud, la de nuestro ego; por eso la libertad crece con el amor. Pero cuidado: no con el amor intimista de telenovela, no con la pasión que simplemente busca lo que queremos y nos da placer, sino con el amor que vemos en Cristo, la caridad. Este es el amor verdaderamente libre y liberador. Es el amor que resplandece en el servicio gratuito, inspirado en el de Jesús, que lava los pies a sus discípulos”.
“Para Pablo, entonces - insistió - la libertad no es 'hacer lo que nos da la gana'. Ese tipo de libertad, sin propósito y sin referencias, sería una libertad vacía. Y efectivamente deja un vacío dentro. Cuántas veces, después de haber seguido solo el instinto, nos damos cuenta de que nos quedamos con un gran vacío interior y que hemos usado mal el tesoro de nuestra libertad, la belleza de poder elegir el verdadero bien para nosotros y para los demás". “Solo esta libertad es plena, concreta y nos inserta en la vida real de todos los días. En otra carta, la primera a los Corintios, el Apóstol responde a quienes afirman una idea equivocada de libertad. «¡Todo es lícito!», dicen ellos. «Sí, pero no todo es beneficioso», responde Paolo. «¡Todo es lícito!» - «Sí, pero no todo edifica», replica el Apóstol. Y después añade: «Que nadie busque su propio interés, sino el de los demás» (1 Co 10, 23-24). Esta es la regla para desenmascarar cualquier libertad egoísta”.
"A los que se sienten tentados a reducir la libertad a sus propios gustos, Pablo les pone delante la exigencia del amor. La libertad guiada por el amor es la única que hace libres a los demás y a nosotros mismos, que sabe escuchar sin imponer, que sabe amar sin forzar, que construye y no destruye, que no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar el beneficio propio. En definitiva, si la libertad no está al servicio del bien, corre el peligro de ser estéril y no dar frutos. En cambio, la libertad animada por el amor conduce a los pobres, reconociendo en los suyos el rostro de Cristo. Por tanto, el servicio de unos a otros permite a Pablo, en la carta a los Gálatas, hacer una observación que no es en absoluto secundaria: cuando habla de la libertad que los otros Apóstoles le dieron para evangelizar, subraya que solo le recomendaban una cosa: no olvidar a los pobres (cf. Gal 2, 10)".
“Sabemos, en cambio, que una de las concepciones modernas más difundidas de la libertad es que: 'mi libertad termina donde comienza la tuya'. ¡Pero aquí falta la relación! Es una visión individualista. En cambio, el que ha recibido el don de la liberación operada por Jesús no pueden pensar que la libertad consiste en estar lejos de los demás, sentirlos como una molestia, no puede concebir al ser humano atrincherado en sí mismo, sino siempre formando parte de una comunidad. La dimensión social es fundamental para los cristianos y les permite buscar el bien común y no el interés personal. Especialmente en este momento histórico necesitamos redescubrir la dimensión comunitaria, no individualista, de la libertad. La pandemia nos ha enseñado que nos necesitamos unos a otros, pero no es suficiente saberlo, tenemos que elegirlo concretamente todos los días. Decimos y creemos que los demás no son un obstáculo para mi libertad sino la posibilidad de realizarla plenamente. Porque nuestra libertad - concluyó - nace del amor de Dios y crece en la caridad”.
Francisco retomó esa idea en el saludo a los fieles de habla árabe cuando dijo: “La pandemia nos ha enseñado que nos necesitamos unos a otros, pero saber que no es suficiente, es necesario elegirlo concretamente todos los días. Decimos y creemos que los demás no son un obstáculo para mi libertad, sino la posibilidad de realizarla plenamente. Porque nuestra libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad ”.
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