Papa: la guerra es una derrota. Concentrar todos los esfuerzos en negociar

En la audiencia general en la plaza de San Pedro condenó una vez más la violencia. Encomendó a san José los pueblos de Ucrania, Israel y Palestina. Continuando el ciclo de catequesis sobre los vicios y virtudes, hoy se centró en la prudencia, "la cualidad de aquellos que están llamados a gobernar". Incluso el exceso de celo "puede arruinar una construcción que requiere gradualidad".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “No olvidemos nunca que la guerra es siempre una derrota. No se puede salir adelante si hay guerra. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para acordar, para negociar. Para poner fin a la guerra. Recemos por esto". En el saludo a los peregrinos italianos al terminar la audiencia general en una soleada y abarrotada plaza de San Pedro, el Papa Francisco volvió a condenar hoy la violencia en el mundo, invitando a seguir el camino del diálogo. Recordó a las poblaciones "de la martirizada Ucrania y de Tierra Santa, Palestina e Israel, que están sufriendo tanto por la guerra", y las encomendó a san José, cuya solemnidad se celebró ayer.

El Papa expresó su deseo de confiar al esposo de María, "patrono de la Iglesia universal", "la Iglesia y el mundo entero, y especialmente todos los padres, que tienen en él un modelo a imitar", dijo. En los saludos finales - entre ellos a "la parroquia de San Pietro en Grignano di Prato, a los atletas de Boves y a los alumnos del Instituto Integral de Sora" - recordó especialmente "a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados".

Al igual que la semana pasada, Francisco confió a mons. Pierluigi Giroli la lectura de la catequesis - sobre el ciclo de los vicios y las virtudes que ha desarrollado en las últimas semanas durante las audiencias de los miércoles -. “Le pedí a monseñor que lo leyera, porque yo todavía no puedo hacerlo”, dijo al principio, aunque volvió a hablar después para los saludos finales.

El tema de la catequesis de hoy, que se leyó después del pasaje bíblico de referencia (Pr 15,14.21-22.33), ha sido la prudencia, virtud cardinal, junto con la justicia, la fortaleza y la templanza, "que no son prerrogativa exclusiva de los cristianos, sino que pertenecen a la herencia de la sabiduría antigua”. El estudio en profundidad de las virtudes comenzó la semana pasada, después del capítulo dedicado a los vicios. “Al examinar a los autores clásicos a la luz de la revelación cristiana, los teólogos imaginaron el septenario de las virtudes - las tres teologales y las cuatro cardinales– como una suerte de organismo vivo”, explicó.

De estas siete, la prudencia y sus características peculiares ha sido la protagonista de la catequesis de hoy. Monseñor Giroli consideró primero que hay una interpretación errónea: "No es la virtud de la persona temerosa, siempre titubeante ante la acción que debe emprender". Prudente, por el contrario, es aquel que elige utilizar la creatividad. “Razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la pereza, las presiones, las ilusiones”, explicó. Un modo de vida que choca con "un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal", afirmó Giroli, y añadió que precisamente a la luz de estas características de la realidad actual "la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada".

Prudente es también aquel que sabe elegir. “Mientras se queda en los libros, la vida es siempre fácil, pero en medio de los vientos y las olas de lo cotidiano, la cosa cambia”, añadió. Vientos y olas que quien ha hecho suya la prudencia es capaz de gestionar, porque "sabe lo que quiere; luego pondera las situaciones, se deja aconsejar y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar". Al mismo tiempo, acepta que hay un margen de error, porque "después de todo sigue siendo humano": pero precisamente gracias a esta actitud prudente "evitaremos grandes errores".

La prudencia es también "la cualidad de aquellos que están llamados a gobernar": los que la practican saben que "hay muchos puntos de vista y que es preciso tratar de armonizarlos", que "no se trata de hacer el bien de algunos sino el de todos". La prudencia también enseña que "demasiado celo" no conviene a quienes gobiernan, porque "puede arruinar una construcción que hubiera requerido gradualidad; puede generar conflictos e incomprensiones; puede desencadenar la violencia". La persona prudente no sólo presta atención a las necesidades del momento, sino que también conserva "la memoria del pasado", no porque tenga miedo al futuro, sino porque "sabe que la tradición es un patrimonio de sabiduría". “La vida está hecha de una continua superposición de cosas antiguas y cosas nuevas, y no es bueno pensar siempre que el mundo empieza con nosotros, que tenemos que afrontar los problemas desde cero", siguió diciendo Mons. Giroli. En conclusión, la prudencia es una virtud indispensable que conduce al camino de la santidad: "Dios no sólo quiere que seamos santos, sino que quiere que seamos santos inteligentes, porque sin prudencia ¡equivocarse es muy fácil".