Papa: el terrorismo busca comprometer la colaboración fraterna entre las religiones
A causa del contagio, “tenemos que estar muy atentos a las indicaciones de las autoridades políticas y sanitarias”. La oración es “el timón que guía a Jesús en su ruta”, y es “ante todo, escuchar a Dios y encontrarse con Él”; es “un arte que se debe practicar con insistencia”; es “el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y que todo vuelve a Él”; es “abandonarse en las manos del Padre”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Papa Francisco hoy reiteró su cercanía a las “víctimas indefensas del terrorismo, que se extiende en Europa”, al mencionar los atentados en Niza y Viena, actos que “con la violencia y el odio, buscan comprometer la colaboración fraterna entre las religiones”.
El pontífice expresó su preocupación por las víctimas del terrorismo al término de una audiencia general que “lamentablemente”, como él mismo dijo, tuvo que ser celebrada nuevamente en la Biblioteca privada, “para prevenir los contagios del Covid”, ya que “tenemos que estar muy atentos a las indicaciones de las autoridades, tanto políticas como sanitarias”.
En su discurso, continuando con el ciclo de catequesis dedicado a la oración, Francisco habló de “Jesús, maestro de la oración” y resaltó que la oración es “el timón que guía a Jesús en su ruta”; es “ante todo, escuchar a Dios y encontrarse con Él”; es “un arte que se debe practicar con insistencia”; es “el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y que todo vuelve a Él”; es “abandonarse en las manos del Padre”.
“Durante su vida pública – dijo - Jesús recurre constantemente a la fuerza de la oración. Los Evangelios nos lo muestran cuando se retira a lugares apartados, para rezar. Se trata de observaciones sobrias y discretas, que solo nos permiten imaginar esos diálogos orantes. Testimonian claramente que, incluso en los momentos de mayor dedicación a los pobres y a los enfermos, Jesús no descuidaba jamás su diálogo íntimo con el Padre”.
“En la vida de Jesús hay, por tanto, un secreto, que permanece oculto a los ojos humanos y representa el núcleo de todo. La oración de Jesús es una realidad misteriosa, de la que intuimos solo una pequeña parte, que sin embargo permite tener una lectura adecuada de toda su misión”.
“Las etapas de su misión no las dictan los hechos, ni el consenso”. “Lo que traza el camino de Jesús es una vía que es menos cómoda, pero que sin embargo, obedece a la inspiración del Padre, al que Jesús escucha y acoge en su oración solitaria. El Catecismo afirma: «Con su oración, Jesús nos enseña a orar» (n. 2607). Por eso, del ejemplo de Jesús podemos extraer algunas características de la oración cristiana”.
“Ante todo, que posee una primacía: [la oración] es el primer deseo del día, algo que se practica al alba, antes de que el mundo se despierte. Restituye un alma a lo que de otra manera se quedaría sin aliento. Un día vivido sin oración corre el riesgo de transformarse en una experiencia molesta o aburrida: todo lo que nos sucede podría convertirse para nosotros en un destino mal soportado y ciego. Pero Jesús nos educa en la obediencia a la realidad y por tanto, en la escucha”.
La oración, por tanto, es “ante todo, escuchar a Dios y encuentro con Dios. Los problemas de todos los días, entonces, no se convierten en obstáculos, sino en reclamos de Dios mismo, para escuchar y encontrar a quien tenemos frente a nosotros. De esta manera, las pruebas de la vida se convierten en ocasiones para crecer en la fe y en la caridad. El camino cotidiano, con todas sus fatigas, adquiere la perspectiva de una “vocación”. La oración tiene el poder de transformar en bien lo que, de otro modo, sería una condena en la vida; tiene el poder de abrir un horizonte amplio a la mente y de ensanchar el corazón”.
“En segundo lugar, la oración es un arte que hay que practicar con insistencia. Jesús mismo nos dice: ‘toquen, toquen a la puerta’. Todos somos capaces de oraciones esporádicas, que nacen de la emoción de un momento; pero Jesús nos educa en otro tipo de oración: la que conoce una disciplina, un ejercicio y se asume dentro de una regla de vida. Una oración perseverante produce una transformación progresiva, fortalece en los períodos de tribulación, concede la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre”.
Otra característica de la oración de Jesús es la soledad. Quien reza no se evade del mundo, sino que prefiere los lugares desiertos. Allí, en el silencio, pueden salir a la superficie muchas voces que escondemos en lo más íntimo: los deseos más recónditos, las verdades que intentamos sofocar obstinadamente. Y sobre todo, en el silencio, habla Dios. Toda persona necesita de un espacio para sí misma, donde cultivar su vida interior, donde las acciones recuperan un sentido. Sin vida interior nos volvemos superficiales, inquietos, agitados, ansiosos; huimos de la realidad, y también de nosotros mismos”.
“La oración de Jesús es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y que todo vuelve a Él. A veces los seres humanos nos creemos dueños de todo, o, al contrario, perdemos toda estima por nosotros mismos. La oración nos ayuda a recuperar la justa dimensión, en la relación con Dios, nuestro Padre, y con toda la creación”.
“Y finalmente, la oración de Jesús es abandonarse en las manos del Padre. Como Jesús en el Huerto de los Olivos”.
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