Papa: con el ‘Padre Nuestro’ Jesús nos enseña a elevar al cielo todos los sufrimientos
Es una oración “audaz”, que contiene siete peticiones dirigidas a Dios. “Nadie de nosotros está obligado a abrazar la teoría que alguien propuso en el pasado, según la cual la plegaria de petición sería una forma débil de fe, mientras que la oración más auténtica sería la de la alabanza pura, aquella que busca a Dios sin la carga de petición alguna”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Con el “Padre Nuestro”, Jesús no enseña fórmulas para “congraciarse” con el Señor, sino que invita a rezarle dejando caer las barreras de la sumisión y del miedo, “por el contrario, quiere que cada sufrimiento, cada inquietud, se eleve hacia el cielo y se vuelva diálogo”. Prosiguiendo con la catequesis para la audiencia general dedicada al “Padre Nuestro”, el Papa Francisco hoy resaltó el carácter audaz de esta oración “porque, de no haberla sugerido Cristo, probablemente ninguno de nosotros se atrevería a rezar a Dios de esta manera”, llamándolo “Padre” y presentándole “siete peticiones”.
A tal propósito, Francisco también aseveró que “nadie de nosotros está obligado a abrazar la teoría que alguien propuso en el pasado, según la cual la plegaria de petición sería una forma débil de fe, en tanto la plegaria más auténtica sería la alabanza pura, la que busca a Dios sin la carga de pedido alguno”.
Al dirigirse a las ocho mil personas presentes en la Sala de audiencias, el Papa subrayó luego que “Jesús pone en labios de sus discípulos una oración breve pero audaz, hecha de siete pedidos, un número que en la Biblia no es casual, ya que indica plenitud”.
Él siguió diciendo que Jesús “invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a dirigirle con confianza algunas peticiones: ante todo, en relación a Él y luego con respecto a nosotros. No hay preámbulos en el “Padre Nuestro”. Jesús no enseña fórmulas para ‘congraciarse’ con el Señor, sino que por el contrario, invita a rezarle dejando caer las barreras de la sumisión y del miedo. No dice que hay que dirigirse a Dios llamándolo ‘Omnipotente’, ‘Altísimo’, o con títulos similares, sino simplemente con la palabra «Padre», que expresa una familiaridad, una confianza filial”.
“La oración del ‘Padre Nuestro’ hunde sus raíces en la realidad concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir el pan, el pan cotidiano: un pedido simple pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión ‘decorativa’, despegada de la vida, que interviene cuando se han cubierto todas las demás necesidades. En todo caso la oración comienza con la vida misma. La oración –nos enseña Jesús- no se inicia en la existencia humana después de que el estómago está lleno: más bien anida en cualquier parte donde haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que lucha, que sufre y se pregunta ‘por qué’. Nuestra primera oración, en cierto sentido, ha sido el gimoteo que acompañó nuestra primera bocanada de aire. En ese llanto del recién nacido se anunciaba el destino de toda nuestra vida: nuestra hambre continua, nuestra sed continua, nuestra búsqueda de felicidad”.
“Jesús, en la oración, no quiere extinguir lo humano, no quiere anestesiarlo. No quiere que atenuemos las preguntas y las peticiones aprendiendo a soportar todo. Por el contrario, quiere que cada sufrimiento, cada inquietud, se eleve al cielo y se vuelva diálogo”.
“Todos deberíamos ser como el Bartimeo del Evangelio (cfr. Mc 10, 46-52)”, el ciego que con sus gritos logra conocer a Jesús, quien le devuelve la vista diciendo: «Tu fe te ha salvado» (v. 52), “casi como para explicar que lo decisivo, para su curación, fue aquella oración, aquella invocación gritada con fe, más fuerte que la ‘cordura’ de tanta gente que quería acallarlo. La oración no sólo precede a la salvación, sino que de alguna manera la contiene ya, porque libera de la desesperación de quien no cree en un camino de salida de tantas situaciones insoportables. Ciertamentem luego, los creyentes sienten asimismo la necesidad de alabar a Dios. Los evangelios describen la exclamación de júbilo que prorrumpe del corazón de Jesús, lleno de un asombro que reconoce al Padre (cfr. Mt 11,25-27). Los primeros cristianos incluso sintieron la necesidad de agregar una doxología al texto del ‘Padre Nuestro’: «Porque tuyo es el poder y la gloria por todos los siglos» (Didaché, 8, 2)”.
“Dios – reafirmó, al final – es el Padre, que tiene una inmensa compasión de nosotros, y quiere que sus hijos le hablen sin miedo. Por eso le podemos contar todo, incluso las cosas de nuestra vida que permanecen torcidas y resultan incomprensibles. Y nos ha prometido que estaría con nosotros para siempre, hasta el último de los días que pasemos sobre esta tierra”.
“El ‘Padre nuestro’ – siguió diciendo al saludar a los peregrinos en lengua árabe –no es una oración que debamos aprender de memoria y recitar a Dios, sino que es el ejemplo de cómo debemos rezar, agradecer y pedir. San Pablo nos enseña: “No se angustien por nada, sino que en cada cosa den a conocer sus peticiones a Dios a través de plegarias y súplicas, acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4, 6-7)”.
23/12/2015
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