Papa en la Puerta Santa de Santa María la Mayor: María, Madre de Cristo y "del perdón que renueva la vida"
Roma (AsiaNews) - María "Madre de Dios" es también "Madre del perdón", que "no conoce límites" y que "renueva la vida" llenándola "de la verdadera felicidad". "La Madre del perdón enseña a la Iglesia" el perdón que no se detiene frente a la "ley con sus vacíos" o la "sabiduría de este mundo con sus distinciones”. Son algunas de las palabras en la homilía del Papa Francisco que dio esta tarde en la misa que siguió a la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor, el primer santuario mariano en la historia de la Iglesia, construida después del Concilio de Efeso, que proclamó a María "Madre de Dios" (en el 431). La capilla dedicada al icono de María Salus Populi Romani es muy querido por el Papa: él fue allí al menos 30 veces desde el día después de su elección y antes y después de cada visita apostólica (v. Foto). De alguna manera, con la apertura de esta puerta santa, dedica todo el Jubileo de la misericordia a María de quien hemos recibido el "Dios que perdona".
El pontífice llegó poco antes del 17 (hora local) y con un ritual muy simple abrió la Puerta Santa de la Basílica. Así, yendo en procesión hasta el altar central, continuó con la misa en la Solemnidad de María Madre de Dios.
En su homilía tomó como huella un antiguo himno latino, el Salve mater Misericordia, cantado por María como «Dios te salve, Madre de misericordia, Madre de Dios y Madre del perdón, Madre de la esperanza y Madre de la gracia, Madre llena de santa alegría».
"Madre de la Misericordia. La Puerta Santa que hemos abierto es de hecho una puerta de la Misericordia. Quien atraviesa ese umbral está llamado a sumergirse en el amor misericordioso del Padre, con plena confianza y sin miedo alguno; y puede recomenzar desde esta Basílica con la certeza de que tendrá a su lado la compañía de María. Ella es Madre de la misericordia, porque ha engendrado en su seno el Rostro mismo de la misericordia divina, Jesús, el Emmanuel, el Esperado de todos los pueblos, el «Príncipe de la Paz» (Is 9,5). El Hijo de Dios, que se hizo carne para nuestra salvación, nos ha dado a su Madre, que se hace peregrina con nosotros para no dejarnos nunca solos en el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor".
"María - continuó - es Madre de Dios que perdona, que da el perdón, y por eso podemos decir que es Madre del perdón. Esta palabra –«perdón»– tan poco comprendida por la mentalidad mundana, indica sin embargo el fruto propio y original de la fe cristiana. El que no sabe perdonar no ha conocido todavía la plenitud del amor. Y sólo quien ama de verdad es capaz de llegar a perdonar, olvidando la ofensa recibida. A los pies de la cruz, María vio a su Hijo ofrecerse totalmente a sí mismo y así dar testimonio de lo que significa amar como Dios ama. En aquel momento escuchó a Jesús pronunciar palabras que probablemente nacían de lo que ella misma le había enseñado desde niño: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). En aquel momento, María se convirtió para todos nosotros en Madre del perdón. Ella misma, siguiendo el ejemplo de Jesús y con su gracia, fue capaz de perdonar a los que estaban matando a su Hijo inocente. Para nosotros, María se convierte en un icono de cómo la Iglesia debe extender el perdón a cuantos lo piden. La Madre del perdón enseña a la Iglesia que el perdón ofrecido en el Gólgota no conoce límites. No lo puede detener la ley con sus argucias, ni los saberes de este mundo con sus disquisiciones. El perdón de la Iglesia debe tener la misma amplitud que el de Jesús en la Cruz, y el de María a sus pies. No hay alternativa. Y por eso el Espíritu Santo ha hecho que los Apóstoles sean instrumentos eficaces de perdón, para que todo lo que nos ha conseguido la muerte de Jesús pueda llegar a todos los hombres, en cualquier momento y lugar (cf. Jn 20,19-23)".
Por último, "«Madre de la esperanza y Madre de la gracia, Madre llena de santa alegría». La esperanza -dijo el Papa -, la gracia y la santa alegría son hermanas: todas son don de Cristo, es más, son otros nombres suyos, escritos, por así decir, en su carne. El regalo que María nos hace al darnos a Jesucristo es el del perdón que renueva la vida, que le permite cumplir de nuevo la voluntad de Dios, y que la llena de auténtica felicidad. Esta gracia abre el corazón para mirar el futuro con la alegría de quien espera. Es la enseñanza que proviene del Salmo: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. […]Devuélveme la alegría de tu salvación» (51, 12.14). La fuerza del perdón es el auténtico antídoto contra la tristeza provocada por el rencor y por la venganza. El perdón nos abre a la alegría y a la serenidad porque libera el alma de los pensamientos de muerte, mientras el rencor y la venganza perturban la mente y desgarran el corazón quitándole el reposo y la paz".
Y concluyó: "Atravesemos, por tanto, la Puerta Santa de la Misericordia con la certeza de que la Virgen Madre nos acompaña, la Santa Madre de Dios, que intercede por nosotros. Dejémonos acompañar por ella para redescubrir la belleza del encuentro con su Hijo Jesús. Abramos de par en par nuestro corazón a la alegría del perdón, conscientes de ver restituida la esperanza cierta, para hacer de nuestra existencia cotidiana un humilde instrumento del amor de Dios. Y con amor de hijos aclamémosla con las mismas palabras pronunciadas por el pueblo de Éfeso, en tiempos del histórico Concilio: «Santa Madre de Dios»".
Francisco invitó a los presentes a repetir "todos juntos y fuerte" el título "¡Santa Madre de Dios!".
Al final de la misa, el Papa se trasladó a la Capilla Paulina, donde se expone el icono de María Salus Populi Romani, y ha ofrecido un arreglo de flores.
Inmediatamente después el pontífice se ha ido delante de la basílica para saludar a la multitud reunida afuera. Después de invitar a todos a gritar tres veces "¡Santa Madre de Dios!", Francisco les instó a confiar en el perdón de Dios y deseó a todos "buen año".
23/12/2015