Padre Ribolini: El cristianismo, ‘una revolución’ para las familias tribales
En la localidad de Ban Thoet Thai, el misionero del PIME trabaja fundamentalmente con tribales de etnia Akhá, que se han convertido recientemente, arraigados en una tradición en la cual los lazos familiares no son muy fuertes ni estables. Los flagelos de la dependencia de la drogas, del alcohol, la deserción escolar y la violencia ejercida sobre menores, son fenómenos, en parte, causados por familias divididas.
Ban Thoet Thai (AsiaNews) – De la evangelización a la verdadera conversión de los tribales “hay un largo camino de varias generaciones, siendo que los valores cristianos son realmente revolucionarios, tanto para la vida religiosa como para la vida social”. Así lo afirma el Pbro. Marco Ribolini (foto), sacerdote del Instituto Pontificio de Misiones en el Extranjero (PIME) y párroco de Ban Thoet Thai, una localidad remota del noroeste del país, situada en la diócesis de Chiang Rai. Los católicos del territorio pertenecen a varias minorías étnicas tribales (Akhá, Lana, Lahu, Isan, Thaiyai y Kachin), que viven en medio de las montañas y en áreas rurales, en un contexto caracterizado por la pobreza y la marginación, tanto social como geográfica. Las cuatro misiones del PIME ubicadas en el norte del país [Fang, Ban Thoet Thai, Mae Suay y Ngao] cuentan con algunos pensionados, orientados a alojar a los jóvenes que pertenecen a familias pobres y a colaborar en su formación académica.
“Nuestra iglesia todavía está atravesando el ‘catecumenado’ –cuenta el Padre Ribolini-, puesto que en estas zonas se está llevando adelante una primera evangelización, impulsada y animada por las conversiones. El contexto geográfico es complicado: los cristianos viven en aldeas inmensas en medio de los bosques, alejadas unas de otras”. La sola misión de Ban Thoet Thai se ocupa de 27 asentamientos y dedica varias actividades recreativas a los jóvenes, que son acompañadas por momentos de oración y lecciones de catequesis. Es el caso del “Campamento de los Sacramentos”, que tendrá cuatro días de duración contados a partir de hoy, un evento en el que participarán cerca de 70 niños de edades de entre siete y 12 años. “A través de esta iniciativa, prepararemos a los chicos para recibir los sacramentos de iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la eucaristía”, dice el misionero.
El Padre Ribolini afirma que “en los pensionados del PIME, nunca falta la oración”. La misión también se ocupa de las familias, que tienen la posibilidad de estudiar el catecismo a través de varios programas. “Los encuentros –prosigue el sacerdote- nos brindan la ocasión de abordar temáticas vinculadas a la vida familiar. Los tribales tienen una concepción de familia que, comparada con la que tenemos nosotros, aún debe construirse en todo sentido. Por ejemplo, dedicamos programas específicos para las familias que quieren casarse en la iglesia, si bien ellos ya tienen hijos nacidos de uniones celebradas según marca su tradición”.
En Ban Thoet Thai, el Padre Ribolini trabaja, sobre todo, con los tribales de etnia Akhá, que se han convertido recientemente y que están habituados a una tradición en la que los lazos familiares no son muy fuertes ni estables. “La llegada del cristianismo está cambiando las cosas –afirma- pero hay ciertas costumbres que dejan marcas profundas. Cuando aún no eran cristianos, los jóvenes acostumbraban manejarse siguiendo la lógica del intercambio sexual, incluso antes y durante el matrimonio. Según las tradiciones locales, los esposos deben presentar ofrendas (por ejemplo, un cochinillo) ante los ancianos, debiendo pedirles permiso para vivir juntos. No existe el concepto del ‘para siempre’: separaciones, segundas familias, hijos no aceptados y confusión están a la orden del día. Entre los akhás se ha difundido la figura de la ‘amante oficial’ que deviene casi una demostración de bienestar económico u ostentación de poder. A ello se suma el abandono de los menores en casa de los ancianos, que muchas veces no están en condiciones de criar y educar a los niños”.
El misionero subraya que “la carencia de un sostén educativo, que es algo que puede brindar una familia unida, es, en parte, la causa de graves problemas sociales que afligen a los tribales: dependencia de drogas, el alcoholismo, la deserción escolar o la violencia ejercida sobre los menores, porque sin padres los niños crecen en las calles o en los bosques”. “De la evangelización a la verdadera conversión hay un largo camino de varias generaciones –concluye el Padre Ribolini. Fenómenos como la desocupación, la urbanización y la emigración pueden constituir una amenaza para estos valores, que aún no están bien arraigados. Nuestros jóvenes abandonan las aldeas para buscar mejor suerte en la ciudad o en el exterior. Ello conlleva costos sociales altísimos”.
13/03/2020 02:15
29/03/2018 20:17