de Giorgio Bernardelli

Académico israelí, experto en "conflictos intratables", comenta a AsiaNews la evolución del conflicto en Gaza y sus consecuencias en la sociedad israelí: "Hablar de paz hoy se considera una amenaza. Los jóvenes de diecisiete años ni siquiera saben qué es la Línea Verde. Las familias de los rehenes son la única voz diferente".

 

Milán (AsiaNews) - Desde hace mucho tiempo en Israel no se puede pronunciar la palabra ocupación cuando se habla de Palestina. Pero ahora, incluso la paz se ha convertido en un término subversivo para la opinión pública. Ya ni siquiera se puede especular que existe alguien del otro lado con quien hacerla.

El profesor Daniel Bar-Tal habla con desencanto. Docente emérito de psicología política en la Universidad de Tel Aviv, se encuentra estos días en Italia para presentar su libro “La trampa de los conflictos intratables”, recientemente publicado en italiano por Franco Angeli. Se trata de un ensayo en profundidad sobre cómo la construcción de narrativas excluyentes, incapaces de ponerse en el lugar del otro, es el principal obstáculo para la resolución de los conflictos. El primero de todos, el conflicto palestino-israelí, que precisamente esta mañana - tras dos meses de un frágil alto el fuego en Gaza - ha precipitado nuevamente en el horror de los bombardeos, los muertos y los escombros. Y la angustia para las familias de los rehenes israelíes que, a pesar de las declaraciones de fachada, siguen en la Franja.

“Las narrativas colorean la realidad - comenta el profesor Bar-Tal -. No importa si lo que afirman es verdad o no: la gente actúa sobre la base de lo que cree que es verdad. Estamos atados a los encuentros, a las historias que para nosotros constituyen la realidad. Y si los líderes tienen la fuerza suficiente, moldean la realidad que se convierte en la aceptada por la gente”.

Pero ¿por qué Israel y Palestina no pueden salir de la lógica de un conflicto sin fin? “El ethos del conflicto ha dominado a Israel desde los años de Ben Gurión - responde el académico israelí -. Ha sido la narrativa indiscutida hasta la década del '70, cuando algo comenzó a cambiar y la sociedad israelí se volvió más abierta. Cuando en 1993, con Rabin, se llegó al reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina, el 35% del país apoyó el proceso de paz, otro 35% estaba firmemente en contra y los demás estaban en el medio. Pero todo cambió en el 2000. Cuando un hombre como Ehud Barak - un primer ministro del Partido Laborista, elegido como hombre del frente por la paz - volvió a esa narrativa diciendo: no hay ninguna contraparte que quiera la paz en Palestina, para justificar el fracaso de las negociaciones en Camp David. El resultado fue el muro, no solo físico, sino sobre todo psicológico. En Israel hay un 65% de personas que no quieren mirar a los que están del otro lado. El resultado es lo que vemos. Sin olvidar que lo que estamos presenciando es un conflicto asimétrico: Israel tiene firmemente en sus manos todas las palancas de las relaciones de fuerza con los palestinos".

Precisamente el profesor Bar-Tal - que llegó a Israel desde Polonia en 1957, cuando tenía 11 años, junto con su madre, cuya familia entera había sido exterminada en el campo de concentración de Treblinka - participó personalmente en el intento de construir una narrativa diferente. “En 1994 - cuenta - el entonces ministro Arnon Rubinstein me llamó para trabajar en el Ministerio de Educación. Me dijo: "Tienes que empezar a trabajar en la educación para la paz". Era una responsabilidad enorme. Durante años todos habíamos aprendido que los palestinos eran terroristas, nazis. De pronto teníamos que presentar algo diferente. Nos dijimos que debíamos comenzar con cambios a corto plazo y luego pasar a los que requieren más tiempo, como reescribir los libros de texto. Empezamos a recopilar historias que mostraban la cooperación entre árabes y judíos en los años '20 y '30 del siglo XX. Comenzamos a ofrecer información sobre los palestinos y su historia. Después, en 1995, Rabin fue asesinado y, al año siguiente, Netanyahu ganó las elecciones. El nuevo ministro de Educación me dijo: "Se acabó, estás despedido".

Hoy el clima en las escuelas ha cambiado por completo. “Mi nieta entra al jardín de infantes y la recibe un mapa de Israel que va desde el río hasta el mar - cuenta -. Ni siquiera necesita que un maestro se lo diga; ése es el esquema con el que hoy crecen nuestros hijos. Hice una encuesta entre jóvenes de 17 años de los colegios secundarios israelíes; no saben lo que es la Línea Verde; para ellos es indiscutible que Hebrón o los asentamientos de Samaría forman parte de Israel”.

Pero esta remoción colectiva contamina al propio Israel. En su libro, Bar-Tal cita la profecía de su maestro Yeshayau Leibowitz, una gran figura del pensamiento judío, que ya en noviembre de 1967 hablaba con lucidez del mal que haría a los propios israelíes la pretensión de tomar el control de los Territorios habitados por los palestinos. “La ocupación penetra cada día más en el Estado de Israel, estás obligado a aceptar su narrativa - comenta el profesor Bar-Tal -. Incluso cuando, como hoy, sólo una pequeña minoría ofrece una narrativa alternativa en favor de la paz, es algo inaceptable para aquellos que están en el poder. Israel necesita soldados, los que trabajan para proponer otra cosa deben ser detenidos. Por eso ya no se les permite entrar a las escuelas. El ministerio de Justicia aprueba leyes que limitan la libertad de expresión y la libertad de manifestación. Es otro tipo de ocupación. Hasta la paradoja de estas horas, en que incluso el jefe del Shin-Bet, el servicio de seguridad interior que siempre ha estado en primera línea en la represión de los palestinos, es acusado de traidor, simplemente por haberse atrevido a abrir una investigación sobre las relaciones entre algunos colaboradores cercanos de Netanyahu y Qatar".

El único contrapunto lo ofrece el dolor de las familias de los rehenes que quedan en Gaza. “Son la voz más importante - comenta Bar-Tal - Una encuesta realizada hace pocos días mostró que el 70% de los israelíes apoya su causa; solo el 20% afirmó que había que luchar primero contra Hamás. Pero Netanyahu no quiere poner fin a la guerra. Prefieren extender la primera fase del alto el fuego, sin entrar en la segunda, porque mientras dure la guerra no tendrá que asumir sus responsabilidades, a diferencia de lo que han hecho los altos mandos militares israelíes”.

¿Las familias de los rehenes pueden iniciar un camino diferente? “Inmediatamente después de la guerra de 1973 - responde el académico de Tel Aviv - una persona sola empezó a manifestarse. Día y noche permaneció frente a la sede del gobierno. Poco a poco, la gente fue llegando, y en 1977, los que siempre habían gobernado perdieron las elecciones. ¿Volverá a ocurrir? Dentro de un año y medio Israel convocará a elecciones. Pero la oposición está compuesta por grupos muy diferentes entre sí, y aunque derrotem a Netanyahu en noviembre de 2026, de todos modos no afrontarán la cuestión palestina. Sobre todo con Trump, que permite que Israel lo haga”.

¿Pero entonces es imposible escapar de la trampa de los conflictos intratables? “Es muy difícil -  responde Bar-Tal -. Mire Ruanda, Sri Lanka con los tamiles, Chechenia: todos son conflictos resueltos militarmente, con un bando que ha prevalecido sobre el otro. Pero ¿son realmente conflictos resueltos? ¿Y en qué clase de países se han convertido? La otra vía es la del que intenta hacerse cargo también de los problemas de los que están del otro lado, ofreciendo soluciones. Ocurrió en España con los vascos, por ejemplo. Renunciaron a la lucha armada, pero Madrid les concedió prácticamente todo lo que pidieron en términos de autonomía. Es raro, pero a veces ocurre”.

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