Murió Innokentij Pavlov, el gran teólogo ruso
Gran alma ecuménica, se acercó a la Iglesia Católica, en la “Iglesia ortodoxa ucraniana auténtica”. Discípulo del metropolitano Nikodim, fue ordenado por el actual patriarca, Kirill. En 1992 decide participar en los cambios e incluso en actividades sociales y políticas, uniéndose a los numerosos discípulos del padre Aleksandr Men’, el “padre espiritual del disenso”, asesinado en 1990. A fines de la década del ‘90, tomando una posición crítica hacia las jerarquías eclesiásticas, abandona todos los cargos, pero continúa siendo un profundo estudioso. En los últimos días, estaba preparando un ensayo sobre la relación entre el Santo Papa Juan Pablo II y Rusia.
Moscú (AsiaNews) - El 28 de mayo pasado, el higúmeno Innokentij Pavlov fue hallado muerto en su apartamento en la ciudad de Víborg (norte de Rusia). Tenía 68 años. Su muerte probablemente se produjo pocos días antes. Hace tiempo que el Padre Innokentij vivía solo y se había alejado de los compromisos académicos y eclesiásticos, para escribir y meditar sobre los numerosos temas que lo atraían y a los cuales dedicaba su gran capacidad. En los últimos días estaba preparando un ensayo sobre la relación entre el Santo Papa Juan Pablo II y Rusia.
El higúmeno Innokentij fue un gran estudioso del cristianismo antiguo, un traductor del Nuevo Testamento en ruso, autor de muchos libros y monografías (como su célebre Cómo vivían y en qué creían los primeros cristianos. Sobre la Didaché), doctor en Teología y docente de numerosas universidades e instituciones laicas y eclesiásticas. Nacido en Moscú en 1952 con el nombre de Sergej, creció con una educación atea, y se convirtió a la fe ortodoxa a la edad de 12 años. Desde niño, no tuvo temor de servir en las liturgias eclesiásticas de varias parroquias, e hizo varios intentos para ser admitido en el seminario teológico de Moscú, siempre bloqueado por la KGB.
En 1977, el metropolitano de la Iglesia de Antioquía en Moscú logra presentarlo al metropolitano de Leningrado, Nikodim (Rotov), gran protagonista del diálogo ecuménico de aquellos años, del cual deviene discípulo en el seminario de Leningrado, tomando los votos monásticos y el nuevo nombre de Innokentij. Lo ordena como diácono, en 1983, el joven obispo Kirill (Gundjaev), el actual patriarca de Moscú, con quien colaboró enseñando en la Academia Teológica de Leningrado y luego como referente teológico del Departamento de Relaciones Exteriores del patriarcado.
Cuando se inicia el “renacimiento religioso” ruso, a fines de los años ‘80, participa en la redacción del nuevo estatuto de la Iglesia Ortodoxa Rusa y en la preparación del Concilio del Milenio del Bautismo de la Russ’, en 1988. En los primeros años de la década del ‘80 se desempeña como secretario de la Comisión Bíblica patriarcal, contribuyendo para difundir entre el pueblo el conocimiento de las Sagradas Escrituras. A partir de 1992, decide participar en los cambios e incluso en actividades sociales y políticas, uniéndose a los numerosos discípulos del Padre Aleksandr Men’, el “padre espiritual del disenso”, asesinado en 1990.
Las variadas transformaciones de la sociedad rusa y el rol que desarrolla la Iglesia ortodoxa en ella, llevaron al Padre Innokentij a asumir posiciones muy críticas respecto a las jerarquías eclesiásticas patriarcales, al punto de renunciar a su cargo oficial. Sin embargo, siempre continuó siendo un intelectual religioso muy activo y conocido en toda Rusia. Desde el 2002, comenzó a celebrar las liturgias para una comunidad de católicos griegos rusos, que se reunía informalmente en un apartamento moscovita, y así comenzó a participar de una jurisdicción ortodoxa ucraniana (la Iglesia Ortodoxa Auténtica) que reconoce el primado del Papa de Roma.
Su espíritu ecuménico tenía como inspiración y fundamento al gran teólogo ruso Vladimir Solov’ev, que se unió personalmente a la Iglesia Católica a fines del 800, profesando ser un “ortodoxo-católico”. Los fieles que se congregaban en torno al Padre Innokentij también querían “respirar con dos pulmones”, según la afortunada expresión de otro discípulo de Solov’ev, el pensador ruso Vjačeslav Ivanov, que a su vez se había vuelto católico, en Roma, en 1926. La expresión luego devino la gran consigna de San Juan Pablo II.
Quien escribe tuvo la suerte de conocer al Padre Innokentij en el Monasterio de San Aleksandr Nevskij en Leningrado: su figura radiante vino a mi encuentro, recibiéndome como un hermano en la fe. Así fue en toda su vida, y continuará inspirando a tantas personas, y no solo en Rusia.
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