Mosul: monasterio San Miguel, primera misa desde la invasión estadounidense (era depósito de armas del Isis)
Mons. Moussa espera poder "volver a rezar en todos los monasterios e iglesias que fueron destruidos". Desde 2003, la comunidad vive un clima de inseguridad que culminó con el ascenso de los yihadistas. El edificio era utilizado por el Estado Islámico para almacenar armas y fabricar explosivos. El lento camino de la reconstrucción. La protesta de los obispos de Nínive contra la reforma electoral.
Mosul (AsiaNews) - Durante 20 años, desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, "hemos vivido todo tipo de acontecimientos", incluso "asesinatos, secuestros y explosiones". Ahora, algún tiempo después, la situación parece haber mejorado al menos en parte "y como comunidad estamos contentos y aliviados" de poder volver a celebrar misa en el monasterio de Deir Mar Mikhael. Estas palabras de Hamid Tuzi, recogidas por al-Jazeera, relatan los sentimientos y el estado de ánimo de una comunidad, la de los cristianos del norte de Irak, que tras años de violencia y persecución vuelven a vivir su fe, y antes que nada, en su propia tierra, con una mezcla de alegría y miedo.
Una época traumática de su historia milenaria, que culminó en el verano de 2014 con el ascenso del Estado Islámico y la gran huida de Mosul y de la llanura de Nínive en dirección al Kurdistán, o al extranjero. Hoy, seis años después de la liberación, sólo 50 familias (de un total de 50.000 personas) han regresado a sus hogares y la labor de reconstrucción de viviendas, lugares de culto y negocios se esfuerza por despegar, al punto de que algunos aún optan por desplazarse regularmente desde Erbil a la espera de tiempos mejores.
Sin embargo, la misa celebrada en el monasterio de San Miguel por el arzobispo caldeo de Mosul, monseñor Najib Mikhael Moussa, acompañado por el obispo de Alqosh, monseñor Paolo Thabit Mekko, representa un hito en el camino hacia el renacimiento. "Esta liturgia", subrayó el prelado, "representa el comienzo de la reconstrucción del monasterio" que tendrá lugar "en un futuro próximo" y con ella "el retorno de la oración" a un lugar querido.
"El Isis saqueó todos los bienes del monasterio, vandalizándolos deliberadamente y pintarrajeándolos", añadió. El lugar de culto también sufrió bombardeos aéreos, porque los milicianos yihadistas "lo utilizaban como refugio y almacén para guardar armas y fabricar explosivos".
Durante años, los cristianos de Mosul (y de la llanura de Nínive) no pudieron rezar en iglesias y monasterios debido a la violencia y al clima de inseguridad. Tanto la reconstrucción parcial de algunos edificios, como la celebración de la divina liturgia en el monasterio por primera vez en dos décadas, son un nuevo paso hacia la estabilidad, aunque aún queda mucho camino por recorrer. "Esperamos poder seguir rezando en todas las iglesias y monasterios que quedaron destruidos en su momento" subrayó el obispo Moussa.
Después de 2003, retomó Hamid Tuzi, de 31 años, "los cristianos solíamos quedarnos en casa mucho tiempo y no frecuentábamos los lugares de culto debido a las pésimas condiciones de seguridad y a las amenazas que sufrían los cristianos [...], que a menudo eran objeto de atentados, por lo que tuvieron que emigrar". En la comunidad sigue vivo el recuerdo del obispo, monseñor Paul Faraj Rahho, y de los siete sacerdotes -entre ellos el padre Ragheed Ganni- asesinados por los fundamentalistas. Entre los que emigraron está Ezzat Sami, de 69 años, que ahora vive en Dohuk, en el Kurdistán iraquí, pero visita a menudo la que fue la metrópoli económica y comercial del norte. "Nos alegra volver a celebrar misa, porque es una forma de recordar a nuestros seres queridos fallecidos, a mi difunto padre. Los musulmanes -añadió- compartían alegrías y penas, éramos hermanos y lo seguimos siendo. El guardia del monasterio es musulmán. Cuando celebramos la misa, los residentes nos acogieron con gran alegría".
Finalmente, en los últimos días, desde Mosul y la llanura de Nínive llegaron noticias de una clamorosa protesta de los obispos locales contra la reforma de la ley electoral y la vieja cuestión de las cuotas de escaños parlamentarios reservados a las minorías. El objetivo no es tanto reclamar escaños sino garantizar el "pluralismo" étnico y religioso. Si no se toman las medidas adecuadas para garantizar la representatividad, los prelados agrupados en el llamado "Consejo de Nínive" no excluyen iniciativas contundentes, entre ellas boicotear la próxima ronda electoral.
