Mons. Bou Najem, nuevo obispo de Antelias: dar esperanza a un pueblo inquieto
Su ordenación episcopal fue el 10 de abril en Bkerké y estuvo presidida por el Patriarca Raï. El nuevo obispo es pastor, catequista, administrador y capellán vinculado al mundo scout y al movimiento de los Focolares. El prelado tendrá que guiar una de las diócesis más pobladas y controvertidas del país. La esperanza es la clave y la fuerza para el futuro.
Beirut (AsiaNews) - Es consciente de que se dirige a un pueblo inquieto, a unos libaneses que vacilan entre el apego a su hogar y la seguridad laboral. El obispo no elige sus palabras al azar. Se dirige a una población cuyo número disminuye y cuyos jóvenes desertan, por necesidad o por disgusto. Con una voz fuerte, segura y profética, el nuevo arzobispo maronita de Antelias, Mons. Antoine Bou Najem, consagrado el 10 de abril en Bkerké, exhorta a la asamblea para que no pierda la esperanza, que es la clave de su fuerza y de su futuro.
Su voz fue escuchada atentamente por el nuncio apostólico, monseñor Joseph Spiteri, y por una delegación de la diócesis de Lyon, gemela de Antelias, encabezada por el obispo auxiliar monseñor Patrick le Gal. El nuevo obispo evocó con fuerza las palabras de Isaías, para reforzar su llamamiento: "No temas, gusano de Jacob, larva de Israel; vengo en tu ayuda - oráculo del Señor - tu redentor es el Santo de Israel [...] Así habla Yahvé, el que te creó Jacob, el que te formó Israel: No temas porque te he redimido, te he llamado por tu nombre, eres mío. Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te arrollarán. Si pasas por el fuego, no te quemarás, y la llama no te consumirá. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador”.
El que habla con confianza es un hombre "sorprendido por la gracia" desde una edad temprana. Soñaba con un retiro contemplativo, siguiendo el modelo de San Charbel, tras los muros de un monasterio. Sin embargo, el sínodo maronita decidió lo contrario y lo orientó hacia nuevas y más exigentes responsabilidades. Nacido en el seno de una modesta familia de policías en Zalka (en la costa de Metn-Norte), la vocación sacerdotal de Antoine Bou Najem se reveló desde una edad muy temprana. Siempre se vio a sí mismo como un sacerdote. Hoy, en un vídeo difundido en la web, oímos a su madre: de pie, detrás de una losa de hierro fundido en el cementerio de Her-Hraya (Mont-Liban), ella anuncia a su padre Fares que su hijo "acaba de ser elegido obispo".
Un camino ejemplar lo ha guiado hasta aquí. Según el testimonio del patriarca maronita Beshara Raï, que lo presentó a los fieles reunidos en la capilla exterior del patriarcado, el sacerdote que está a punto de ser ordenado obispo ha sabido acumular cargos pastorales (en seis parroquias diferentes): administrativos, de capellán (alumnos de secundaria, scouts del Líbano, Equipes Notre-Dame, Nuevas Familias de los Focolares) y de catequista en escuelas públicas y privadas.
Asumió estas tareas con gran dedicación, no sin haber experimentado algunos baches en el camino, como él mismo reconoció luego. Fue discípulo -desde el seminario- de un obispo de probada fe, monseñor Youssef Béchara, que más tarde le ordenó sacerdote, y que en un momento dado se hizo cargo de la pastoral de un movimiento político nacional soberanista, el Qornet Chehwan, al comienzo de la guerra civil (1975-1990), Antoine Bou Najem escuchó a su mentor decirle que había "confundido" a algunos feligreses con una "espiritualidad indecisa". Su firmeza en la fe llegó tras un año sabático, que transcurrió en Loppianbo (Toscana), un lugar donde se forman los miembros del Movimiento de los Focolares y donde conviven laicos consagrados, familias, religiosos y sacerdotes. Su decisión a favor del celibato consagrado templó su carácter, sabiendo que la tradición de los sacerdotes casados siempre ha sido reconocida en la Iglesia maronita. Más tarde, su elección se consolidó con un doctorado en teología pastoral en el Instituto Católico de París, coronado por una especialización en diálogo islámico-cristiano. En su discurso de agradecimiento, blandió con orgullo el anillo episcopal, la cruz y el báculo del hombre que le ordenó sacerdote, Mons. Youssef Béchara. Sin embargo, la mitra parecía demasiado grande.
Una diócesis marcada por los contrastes y repleta de jóvenes
La diócesis maronita de Antelias, de la que es responsable el nuevo obispo, es una de las más pobladas y controvertidas del Líbano. Rica en lugares, como Rabiyé, se extiende hasta los suburbios pobres de Beirut, y cuenta con 93 parroquias y casi 90 sacerdotes, religiosos y religiosas. En la zona se encuentran algunos de los colegios privados más populares del Líbano, como el de los Hermanos Maristas y el de las monjas "Jesús y María", además de numerosos hospitales. Allí residen muchos diputados, ministros, ex ministros y altos funcionarios del Estado. Finalmente, dos grandes movimientos de apostolado laico, los Focolares y la Renovación Carismática, echaron sus redes en estas aguas.
Su capacidad para lidiar con esta gran diversidad, y sus habilidades como pastor y administrador le valieron al obispo su elección. Una capacidad que se basa, ante todo, en la confianza que depositan en él los jóvenes de una región cuyo centro de gravedad es la escuela diocesana de Saint Joseph en Qornet Chehwan, un pueblo equidistante de la costa y la alta montaña. Y el nuevo obispo atribuye este "éxito" a la institución de la misa diaria, y a la misa de los jóvenes, a la que pudo asociar las diferentes corrientes de espiritualidad presentes, cada una con su carisma particular. Llegábamos a la misa una hora antes, para encontrar un lugar, aseguran.. En unas palabras pronunciadas durante la ceremonia, Mons. Bou Najem agradeció al Movimiento de los Focolares, cuya espiritualidad, insistió, ha marcado profundamente su formación y "es la fuente en la que se inspira", así como a la Renovación Carismática, con la que dijo haber dirigido retiros y misiones y "forjado vínculos concretos". Por último, mencionó a los Scouts del Líbano: fue capellán y aún conserva su tótem, el "Águila". Son tantos los movimientos laicos que ha suscitado el Espíritu Santo, en respuesta a la necesidad de abrir la Iglesia institucional - almidonada por el clericalismo- a todo el pueblo de Dios.
Hoy, más que nunca, la comunidad cristiana del Líbano necesita escuchar esta voz de pastor, de la que Juan Pablo II es el ideal. Es la voz de la esperanza, la voz que anuncia el fin o quizás el alivio de sus sufrimientos - y Dios sabe cuán grandes son. Es la voz cálida y áspera del jefe de una Iglesia nómada cuyo merodeo espiritual en busca de pastos y manantiales está llegando a su fin, y que se instalará a la sombra de sus pérgolas, para comer las uvas de la viña que ha plantado y beber su vino con alegría.