Manila, el capellán del puerto relata la odisea de la gente del mar (VIDEO)
La llegada de Covid-19 ha frenado el comercio marítimo y con ello sufren miles de filipinos, que representan el 27% de la población marítima mundial. En la víspera del Día del Apostolado del Mar, el padre Paulo Prigol explica cómo lograron superar todas las adversidades de este período.
Manila (AsiaNews) - Entre las categorías de trabajadores más afectadas por el Covid-19 está la gente que trabaja en el mar. Estas personas quedaron atrapadas durante meses a bordo de sus barcos, debido a la cuarentena que detuvo el comercio. Es a ellos a quienes la Iglesia católica de todo el mundo mirará de manera especial el domingo 11 de julio, para celebrar, como todos los años, el domingo del Apostolado del Mar. Se trata de un acontecimiento muy importante en Filipinas, país del que procede el 27% del personal marítimo mundial. Paulo Prigol es un misionero scalabriniano de Brasil que lleva 11 años sirviendo en el puerto de Manila. En los tres centros Stella Maris de Manila, dirigidos por el sacerdote, se presta apoyo a los marinos y a sus familias: brindan comidas, alojamiento, servicios religiosos y asesoramiento legal. Hasta hace unos años, los misioneros también realizaban visitas a los barcos y escuelas navales.
Estamos muy lejos de la situación tal como era antes del Covid. "Antes de la pandemia, por nuestros centros pasaban 300 personas por día, ahora apenas son cien. En el último año, a diario han zarpado 2 o 3 personas en los barcos. Esto nos dice lo que está ocurriendo en todo el mundo. Ya no se producen cambios en la tripulación. Antes los contratos establecían que podías permanecer en el mar un máximo de 9 meses o quizás un poco más. Ahora, en cambio, los contratos prevén la obligación de permanecer a bordo por un período de hasta 18 o 20 meses".
En Filipinas se registran entre 5.000 y 6.000 nuevos casos de Covid-19 por día. Por tanto, para seguir trabajando es necesario someterse a largas cuarentenas o vacunarse, pero aún no hay vacunas disponibles para todos. A todo esto se suma la presión de las familias -que dependen del salario de los marinos- y el estigma social, una situación que poco a poco está cambiando gracias al trabajo de los misioneros, señala el padre Prigol. "Los marinos también deben ser vistos como héroes. El 90% de los bienes del mundo se transportan por mar. Se estima que hay unos 50.000 barcos del mundo que no se pueden detener. Sin embargo, con el Covid, la gente ha empezado a verlos como portadores del virus". Con motivo del Domingo del Mar, los misioneros realizaron un vídeo para agradecer a los marineros y pescadores por su trabajo: "Sin ellos no tendríamos los objetos que necesitamos en nuestra vida diaria".
A pesar de todas las dificultades, los marinos filipinos con los que trató el P. Prigol no perdieron el ánimo. En Filipinas se habla del espíritu bayanihan, una palabra que en tagalo indica un sentido de comunidad, de ayuda mutua, de puesta en común. "Desde el 13 de marzo de 2020, los centros permanecieron cerrados durante 90 días para limitar el contagio. Acogimos a la mitad de las personas que suelen estar alojadas y no entró ni salió nadie. Yo siempre como pan y bebo café, pero los niños de aquí prefieren el arroz. Hasta hoy no he tenido que ir a comprar ni una sola bolsa de arroz, porque aquí todo el mundo comparte lo que tiene. Este es el espíritu Bayanihan, y la resiliencia de los filipinos es increíble".
Aún así, crece la presión psicológica y esta es la principal preocupación de los misioneros en este momento. Una vez por semana, los religiosos celebran un encuentro para compartir la vida, pero a veces no alcanza. "Un niño, tras pasar 12 días de cuarentena en una habitación de 12 metros cuadrados, me pidió 'Padre, por favor, deme una habitación grande donde pueda respirar'.
Otro nos contactó a través de Facebook: estaba en un barco y había quedado bloqueado. La presión psicológica que sentía era demasiado fuerte y ya no sabía cómo manejarla. Trabajé mucho brindando apoyo online. Para él, el mayor problema fue lidiar con la insistencia de su familia, que le pedía prolongar su contrato para enviar dinero a casa. Pero el hombre estaba sufriendo en ese camarote minúsculo del barco. Después de varios meses volvió a Filipinas y lo puse en contacto con una psicóloga profesional. Esta historia terminó bien, pero aunque no tenemos datos, sabemos que la tasa de suicidios está aumentando en Filipinas". Sin embargo, el padre Prigol dice que tiene fe: un poco como el mar, los filipinos son un misterio que siempre termina sorprendiéndote.
02/05/2017 13:54
26/11/2018 09:17