Libami: más allá de la crisis, la misión entre los niños de la calle de Beirut
Los refugiados, la crisis bancaria y política han agravado el malestar social de la población. Una asociación fundada en 1986 gracias a la intuición de una viuda y un sacerdote responde a las crecientes necesidades. Hoy ayuda a más de 600 familias de la zona norte de la capital. Nohad Azzi: "Sólo la fe sigue manteniendo en pie al Líbano".
Beirut (AsiaNews) - La afluencia de refugiados, la crisis bancaria y la agitación política (que bloquea la elección del presidente) han exacerbado más allá de lo imaginable uno de los grandes problemas que afectan hoy al Líbano: el malestar y un sentimiento generalizado de malestar a nivel social. En completo silencio, una inmensa -y generalizada- situación de pobreza asola el país de los cedros: niños que se acuestan sin comer; bocadillos con pan seco o puré de tomate como única comida; enfermos que mueren en la puerta del hospital; viviendas insalubres; estudiantes condenados al abandono escolar y al trabajo prematuro, por no hablar de la violencia doméstica y los abusos sexuales cometidos contra menores.
Fundada durante los años de la guerra y ubicada en dos pisos superpuestos del barrio obrero de Sin el-Fil, "Libami" [que significa libanés-asiático] está al servicio de las bolsas de miseria que se han formado en la periferia norte de Beirut, donde se hacinan libaneses, kurdos, armenios, egipcios, iraquíes, emigrantes asiáticos y un número creciente de sirios. La necesidad de una asociación se hizo patente en 1986, tras el grito de alarma lanzado por Nohad Azzi, una viuda de Damour, al padre Francis Leduc, de los Padres Misioneros Blancos de África. Un religioso, pero sobre todo un verdadero hombre de escucha, fallecido en diciembre de 2022, que había enseñado teología moral durante 20 años en el Instituto Superior de Estudios Religiosos de la Universidad Saint Joseph.
Es la tenacidad, la fe y la abnegación de los fundadores lo que ha permitido a la institución, trabajando entre bastidores, sobrevivir. La crisis bancaria de 2019 acabó con los donantes libaneses", explica Nohad Azzi a AsiaNews. 'Hoy resistimos', prosigue, 'gracias a una comunidad hermana fundada en Cholet, Francia, así como a patrocinios y algunos benefactores importantes fuera del Líbano. Pero no sabemos lo que nos deparará el mañana".
El Ministerio libanés de Asuntos Sociales no garantiza ningún recurso y las arcas del Estado, vaciadas por una clase dirigente amoral y miope, están ahora vacías.
Sin embargo, Libami continúa su labor gracias a la contribución de unos 20 miembros permanentes, entre los que se encuentran ocho educadores y cuatro trabajadores sociales. Funciona principalmente reuniendo y apoyando a familias sin cobertura médica ni social, sobre todo las más numerosas, de cinco, seis o hasta nueve personas hacinadas en una sola habitación con una apariencia de cocina, colchones enrollados y un televisor. Por lo general, la madre es limpiadora, el padre jornalero en el mejor de los casos, si no, enfermo, en paro o... en la cárcel. Algunos de los niños pueden sufrir distintos tipos de traumatismos, como autismo, síndrome de Down o retraso mental, por citar sólo los casos más comunes.
"Con estas familias", explica la activista, "Libami elabora un plan de acción que puede adoptar diferentes formas: ayuda de urgencia (principalmente médica), apoyo regular en forma de apadrinamiento escolar (150 beneficiarios en la actualidad) o de transporte, integración de los miembros de la familia en las actividades organizadas por la asociación". De este modo, unas 600 familias reciben ayuda de primera necesidad u otros programas.
Libami también tiene un taller de chocolate de temporada en el que elabora un producto de calidad con materias primas procedentes de Bélgica. Se activa en vísperas de las fiestas, lo que permite, entre otras cosas, a 27 madres de familia completar sus ingresos. "Cada año se envían 600 kilos de chocolate a Cholet", señala Azzi con satisfacción.
Salvar a los niños de la calle
Libami también ofrece apoyo educativo a 70 jóvenes que viven hacinados en viviendas donde no hay espacio suficiente para trabajar o estudiar. La asociación pone a su disposición sus locales todas las tardes, de lunes a viernes. También se les proporciona una comida caliente.
La verdadera preocupación de Libami son ante todo los niños de la calle que no van a la escuela o que se inician en el trabajo a una edad temprana como vendedores de verduras, mecánicos y otros pequeños talleres. "Hacemos todo lo que podemos", dice Nadine, una de las educadoras, "para sacar a los niños de la calle, que es una puerta abierta a todo tipo de peligros: mendicidad, delincuencia, prostitución, pornografía, drogas e incluso comercio de órganos. Qué no haría un niño por cien dólares", añade.
En el barrio se habla mucho de una red de pedofilia que acaba de ser desmantelada, cuyos miembros acudían a las escuelas públicas para atraer a niños y niñas. El país se hunde", concluye Nohad Azzi, sensible al clima de impunidad y a la decadencia de las instituciones del momento, "por eso sólo la fe sigue sosteniendo al Líbano".
17/12/2016 13:14