01/02/2025, 14.15
MUNDO RUSO
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Las lecturas del patriarca de Moscú sobre los 80 años de la Victoria

de Stefano Caprio

Las conferencias formativas que cierran el período navideño en Moscú desde el fin de la Unión Soviética son la principal reseña ideológica de la nueva Rusia ortodoxa. Kirill hizo un llamamiento a la mnogočadie, la familia con muchos hijos, como estilo de vida indispensable: "Somos el país más grande en superficie geográfica, pero somos demasiado pocos para todo este espacio".

 

Del 26 al 30 de enero se llevaron a cabo en Moscú las “Lecturas de formación navideñas internacionales” organizadas por el Patriarcado de Moscú, que ya han llegado a su 33ª edición. Se trata de un evento que se puso en marcha inmediatamente después de la caída de la Unión Soviética, apenas celebrada por primera vez la Navidad de Cristo, el 7 de enero de 1992, en un contexto de liberación definitiva de la ideología atea que había dominado durante setenta años, aunque en realidad ya en época de la perestroika de Gorbachov se vivía en condiciones de libertad religiosa cada vez más evidentes y confirmadas por las leyes. Durante varios años, las Lecturas de Navidad fueron un ámbito de encuentro entre ortodoxos, católicos y protestantes, intelectuales rusos y extranjeros de diferentes orientaciones filosóficas y culturales, que atraían a muchísima gente en un movimiento general de renacimiento religioso en Rusia.

En la era de Putin, después de las celebraciones jubilares y presidenciales del 2000, las Lecturas se han convertido de hecho en la principal reseña ideológica de la nueva Rusia ortodoxa, en la que se expresan las categorías fundamentales del Mundo Ruso y de los "valores tradicionales" que la política debe ser capaz de imponer a la población y a todos aquellos que quieran tener relaciones políticas, culturales y económicas con la Federación Rusa. Este año, en efecto, el evento ha sido dedicado al tema ya propuesto por el propio presidente Vladimir Putin, “80 aniversario de la Gran Victoria: memoria y experiencia espiritual de las generaciones”, el sentido más decisivo y “místico” de la grandeza militar estalinista y soviética, de la que hoy renace la Rusia militante y apocalíptica en su naturaleza más profunda.

A imitación de las Lecturas patriarcales, la Duma de Moscú también comenzó en 2012 a celebrar paralelamente los “Encuentros Parlamentarios de Navidad”, a los que se invita al patriarca y a los metropolitas y a diversas personalidades del mundo ortodoxo. Dada la trascendencia del tema bélico-espiritual, el patriarca Kirill pronunció ante la Duma un extenso discurso, en el que confirmó la "gran importancia de un diálogo sobre estas cuestiones entre la Iglesia y los representantes del poder legislativo, en momentos en que se están destruyendo los fundamentos morales del ser, de la vida familiar y de las relaciones entre los sexos y las generaciones en los países que se consideran más avanzados”. Frente a esta crisis mundial, “Rusia se encamina por una vía alternativa y particular del desarrollo civilizador”.

El Patriarca advierte que "cuando las normas y las leyes contradicen los mandamientos divinos y destruyen la naturaleza moral, espiritual e incluso física de la persona humana, esto es signo de la incapacidad de expresar una verdadera civilización viva", y eso impide cualquier progreso político y social. Asegura que “aunque a menudo desde afuera no nos entienden, una parte muy significativa de los ciudadanos de los países donde tienen lugar estos peligrosos procesos están en realidad de nuestro lado, aunque lamentablemente no siempre tienen la posibilidad de expresar su opinión”. Éste parece ser, en efecto, el verdadero objetivo de las proclamas y la propaganda de Estado y de la Iglesia en Rusia: no tanto convencer a sus propios súbditos, que de todos modos no tienen la posibilidad de contradecir a los líderes políticos y religiosos, sino apelar a la parte más sensible a las ideas del “soberanismo ético” en el resto del mundo, sometidas a la censura de los poderosos que quieren “cancelar la naturaleza humana”.

“Los que piensan como nosotros son la mayoría”, insiste Kirill desde su trono de patriarca universal, y la tarea de Rusia es dar voz a este pueblo oprimido. En este sentido, son muy importantes los esfuerzos e iniciativas legislativas del Parlamento ruso, que intenta por todos los medios "fortalecer los fundamentos tradicionales, morales y espirituales de la vida de la sociedad", como la prohibición de adoptar niños a los que proceden de países “degenerados”, las restricciones a los contenidos que se difunden en Internet, tan importantes para las generaciones más jóvenes, y el apoyo a un ideal de máxima fertilidad generativa. “Somos el país más grande por superficie geográfica, pero somos demasiado pocos para todo este espacio, sólo una vida familiar normal con muchos hijos puede garantizar la supervivencia de nuestra civilización y el crecimiento de nuestra patria”, insiste el patriarca, utilizando un neologismo derivado de expresiones eslavo-eclesiásticas, mnogočadie, “la familia de muchos hijos”, como estilo de vida indispensable.

La Iglesia rusa también apoya con convicción las numerosas leyes que se han aprobado para el control de la cuestón migratoria, así como la nueva estrategia que presentó a fin de año el presidente Putin para "la lucha contra el extremismo en todos los ámbitos, incluso el de la migración", y señaló a la migración ilegal como la causa del aumento de la delincuencia en Rusia, aunque evitó hablar sobre la violencia de los soldados que regresan del frente, que por otra parte a menudo son delincuentes brutales y seriales que gracias al ejército han obtenido una reducción de la pena y rehabilitación social. Agradeció también a los diputados las numerosas medidas de protección de lis bienes eclesiásticas, las exenciones fiscales y la especial atención a la presencia de la Iglesia en el sector de la salud, para pasar luego a exaltar la mística de la Victoria.

Kirill subraya que “la Victoria en la Gran Guerra patriótica no sólo fue el mayor éxito militar de todo el país, sino también la gran hazaña moral de nuestro pueblo”, utilizando el término podvig, que expresa la cumbre de la práctica ascética y el sacrificio monástico. Por eso hoy "nuestro deber sagrado es preservar en nuestros corazones la verdad sobre las guerras del pasado y estos hechos históricos, oponiéndonos activamente a los cínicos y continuos intentos de menospreciar el papel del pueblo soviético en la derrota del nazismo". La gran Victoria es el resultado de un “grandioso servicio de entrega de sí mismos, en la unidad de las personas y del pueblo ruso”, que debe ser exaltado porque “frente a los desafíos contemporáneos estas cualidades adquieren un valor aún más importante” .

Como explica el Patriarca, “la unidad del pueblo no es sólo una dimensión política o social, sino una realidad espiritual que se funda en valores comunes, en la conciencia de los objetivos que se deben alcanzar y en la responsabilidad común por el destino del país". Frente a la amenaza de la globalización y de las guerras de información, que intentan imponer “ideologías extrañas”, debemos cerrar filas y no dar espacio a los “agentes extranjeros” que se infiltran en las venas del cuerpo sano para envenenarlo. La atención a los valores tradicionales, especialmente a los de la familia, se ha planteado con insistencia y al más alto nivel en los últimos años, como en 2023, que se proclamó “Año de la Familia”. Pero Kirill se pregunta "¿hasta qué punto estos valores se han convertido en parte de la vida real de nuestros conciudadanos, hasta qué punto reflejan realmente la mentalidad de los rusos?", expresando un fondo de inevitable escepticismo, vista, entre otras cosas, la cada vez más escasa asistencia a las liturgias ortodoxas, que en Navidad no lograron reunir a más de dos millones de fieles en toda Rusia.

“A menudo nuestros hermanos no entienden bien qué son los valores tradicionales”, admite el patriarca, basándose en la experiencia de los sacerdotes, que están preocupados porque “en la conciencia de las personas sigue habiendo una notable tolerancia hacia el aborto, las traiciones y las rupturas familiares, la convivencia inmoral y muchos otros vicios y comportamientos equivocados”, heredados de una sociedad que durante décadas ha intentado borrar las tradiciones, difíciles de revivir sólo con proclamas e imposiciones desde arriba.

Las advertencias del Patriarca fueron respaldadas por los numerosos discursos que se pronunciaron en las Lecturas de Navidad, comenzando por el del representante del Sínodo Ortodoxo para las relaciones con las Fuerzas Armadas, Protoierej Dimitrij Vasilenkov, según el cual "la guerra es una prueba de excepcional importancia para los seres humanos, y vence el ejército que muestra mayor fuerza espiritual… nuestros adversarios se guían por una ideología neopagana y solo conocen el instinto de matar, como las fieras, mientras que nosotros debemos ser la luz que vence a las tinieblas. El hombre creyente no teme a la muerte, porque ya ha sido vencida, y lucha por amor".

A los llamamientos al “combate espiritual” se sumaron los oradores que hablaron sobre “Las antiguas tradiciones monásticas en las condiciones del mundo contemporáneo”, como el joven obispo bielorruso Porfiry (Prednjuk) que destacó la gran importancia de los ochenta años transcurridos desde la Victoria para la unión de los pueblos de Rusia y Bielorrusia, en los que se realiza el verdadero ideal del monacato, mirnoe i bezmolvnoe žitje, "la vida pacífica y silenciosa". Con esta invocación tomada de la liturgia ortodoxa, el obispo tal vez quiso referirse a la devota sumisión del pueblo bielorruso a su gran batka (padrino), el presidente Aleksandr Lukashenko, que acaba de ser reconfirmado después de más de treinta años de gobierno, lo que en estas tierras se considera más parecido a la auténtica paternidad espiritual.

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