Las ambiciones de Astana en la escena mundial

de Vladimir Rozanskij

El Instituto Montaigne de París sitúa a Kazajistán -el noveno país más grande del mundo- entre las potencias regionales emergentes. Su activismo actual abarca desde cuestiones energéticas hasta la economía verde.

París (AsiaNews) - El Instituto Montaigne, uno de los centros más autorizados de análisis internacional, con sede en París, ha publicado un nuevo informe, en el marco de su serie de verano «En busca de las potencias regionales», sobre «A la sombra de Arabia Saudí y Kazajistán», para profundizar en el papel geopolítico y las estrategias diplomáticas de estos dos países, considerándolos como potencias regionales influyentes en el contexto mundial contemporáneo. Aunque en contextos diferentes, estos dos actores gobiernan complejas dinámicas de relaciones internacionales para mantener su capacidad de acción en la arena global.

El autor del informe, Michel Duclos, diplomático francés y uno de los principales expertos del Instituto, considera a Kazajistán «una potencia regional estratégica con ambiciones globales». En su opinión, Astana desempeña un papel destacado en el contexto centroasiático, apoyado en sus considerables recursos económicos y su estratégica situación geográfica. Kazajistán es el noveno país del mundo en extensión territorial y garantiza el 50% del PIB de toda la región, poseyendo grandes reservas de recursos naturales, como petróleo, carbón, uranio y varios metales críticos, que hacen decisiva su acción económica, especialmente para el abastecimiento energético de Europa y otras regiones.

Consciente de su potencial, Kazajistán no se limita a sus ambiciones regionales, sino que participa activamente en la escena de la diplomacia internacional. El informe destaca las iniciativas de Astana en ámbitos como el freno a la proliferación de armas nucleares y la administración de la energía nuclear civil, lo que confirma su condición de primer productor mundial de uranio. También es importante el papel de mediación que ha asumido en varios conflictos internacionales, como el proceso de Astana para Siria y las recientes negociaciones entre Armenia y Azerbaiyán.

Los esfuerzos diplomáticos de Kazajistán se extienden también a las cuestiones ecológicas y climáticas mundiales, como confirma su cooperación con Francia en la organización de la cumbre «One Water» de este año. Además, Kazajistán es reconocido por sus actividades en favor del desarrollo del diálogo interreligioso, en particular con los congresos periódicos de líderes de las religiones tradicionales del mundo. Más de 140 grupos étnicos coexisten en el país, como señala Duclos, logrando grandes resultados en la construcción de una identidad nacional compacta y compartida que engloba la diversidad étnica y la multiplicidad de religiones.

Aún con todas las incertidumbres por resolver, Kazajistán ha atravesado una fase de grandes cambios políticos, especialmente tras la elección del actual presidente Kasym-Žomart Tokaev, que desde 2019 intenta poner en marcha un ambicioso plan de reformas. Económicamente, el país se esfuerza por reducir su dependencia de Rusia, una tarea que ha cobrado actualidad tras las convulsiones en el orden geopolítico mundial a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Por ello, los kazajos buscan cada vez más diversificar su economía, tomando como ejemplo el Centro Financiero Internacional de Astana y sus ambiciones de convertirse en un centro neurálgico de las finanzas, la tecnología y las criptodivisas.

De cara al futuro, Kazajistán intenta desarrollar una economía «verde», como refleja el plan «Estrategia-2050» aprobado por el Gobierno. Quiere reducir la intensidad energética de su economía aumentando la cuota de energías renovables en los próximos años. En conclusión, el Instituto Montaigne sitúa a Kazajistán entre las potencias regionales emergentes que, si consigue regular adecuadamente las relaciones con sus grandes vecinos, como Rusia y China, pueden desempeñar un papel decisivo en el panorama geopolítico mundial.