La rebelión rusa post-Assad en Siria
Concesión de asilo en Moscú al líder del régimen de Damasco que se derrumbó en pocos días bajo la ofensiva de las milicias islámicas del norte. En la época soviética, Siria era considerada la «decimosexta república» de la Unión, pero la relación de Moscú con Damasco es mucho más antigua, debido también a los vínculos con el patriarcado de Antioquía. El nodo de las bases militares de Tartus y Latakia, sobre el que intentarán negociar con los nuevos dirigentes del país.
Moscú (AsiaNews) - Última parada Moscú: el Kremlin confirmó anoche que el depuesto presidente sirio Bashar al Assad, junto con algunos miembros de su familia, había llegado a la capital rusa huyendo de Damasco. Según las agencias rusas, Putin le ofreció asilo por razones humanitarias.
Rusia es un observatorio privilegiado desde el que asistir a la repentina caída del régimen de Assad en apenas diez días debido a un ataque totalmente inesperado de las milicias islámicas radicales desde el noroeste de Siria. El ejército y los servicios especiales de Damasco se han derretido como la nieve al sol, pero sobre todo, los rusos, que llevaban décadas protegiendo al régimen, se han retirado. La nueva situación deja en suspenso a las fuerzas de Moscú, que tienen en Siria su principal base en la zona de Oriente Medio y el Mediterráneo.
En la época soviética, Siria era considerada la «decimosexta república» de la Unión, y la relación de Moscú con Damasco también se remonta a siglos atrás, tanto en relación con el equilibrio político en la zona, como por la especial conexión del antiguo patriarcado ortodoxo de Antioquía con el más reciente patriarcado de Moscú, al que los sirios siempre han prestado su apoyo. Ahora el país está dominado por el grupo yihadista Hay'at Tahrir ash-Sham, considerado terrorista en Estados Unidos, en todo Occidente y en la propia Rusia. Los soldados del ejército sirio han hecho saber que con la caída del dictador, en el poder desde el año 2000 tras suceder a su padre Hafiz, que había gobernado el país durante 30 años, ahora se sienten desvinculados de su juramento de lealtad, huyendo a Jordania o Irak para escapar de los combatientes enemigos.
Está claro que la acción de los islamistas se venía preparando desde hace tiempo, y es consecuencia directa de la guerra rusa en Ucrania. En Siria se habían formado las milicias más atroces de Rusia, los batallones de los «carniceros chechenos» y los mercenarios de la Compañía Wagner, reunidos por el entonces fallecido «cocinero de Putin», Evgenij Prigožin, y hace tiempo que no hay rastro de ellos en tierras sirias. Los propios mercenarios se han dispersado tras la tragedia que hizo desaparecer a su fundador, y los chechenos que masacraron a los ucranianos en los primeros años de la guerra actual se concentran ahora en la región de Kursk, ocupada en parte por las tropas de Kiev. Si además se tienen en cuenta las acciones de Israel, que ha reducido a la nada a las fuerzas proiraníes de Hamás y Hezbolá, también partidarias del régimen de Assad, uno se da cuenta de que el momento era perfecto para el asalto final de las fuerzas de la oposición islámica.
El primer ministro sirio, Muhammad Gazi al-Djalali, se puso a disposición de los nuevos vencedores liderados por Abu Muhammad al-Jawlani, permaneciendo en Damasco bajo su custodia. La embajada rusa en Damasco declaró que «la situación está bajo control» y que todo el mundo trabaja a pleno rendimiento. Las bases rusas más importantes de Tartus y Hmeimim, cerca de Latakia, están actualmente a la espera de instrucciones, y el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso ha informado de que los soldados destacados en estos y otros lugares están «en plena posición de guerra», pero por el momento «no hay ninguna amenaza para su seguridad».
Como explica el politólogo ruso Nikita Smagin, las operaciones rusas en Siria durante la última década fueron «el primer intento de volver a presentarse como una gran potencia en la escena internacional». Ahora, la reacción de Moscú ante los acontecimientos actuales es muy cauta y confusa, ya que se trata de una situación totalmente imprevista, pero puede que los rusos no estén del todo disgustados por el cambio de régimen. Aunque oficialmente defiende a Assad de los terroristas islámicos, lo que más le importa a Rusia es permanecer en la región para defender sus intereses en el gran panorama geopolítico, manteniendo soldados, barcos y aviones cerca del Mediterráneo. Los rusos culpan a Occidente de la caída de Assad, debido al régimen de sanciones contra él, y no parecen reacios a un acuerdo con los nuevos vencedores.
09/01/2017 14:19
21/10/2015