27/06/2024, 11.57
LINTERNAS ROJAS
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La migración inversa de las ciudades al campo chino

de Silvia Torriti

Tras Covid-19, el fenómeno de la "contraurbanización" está creciendo en China con nuevos recursos y talentos que se trasladan de las ciudades a las zonas rurales para crear empresas. Con un impacto económico positivo, pero no exento de dificultades en las relaciones entre los "recién llegados" y las comunidades autóctonas de los pueblos.

 

Milán (AsiaNews) - Destino: el campo. Cada vez son más los residentes urbanos en China que deciden abandonar definitivamente la agitada e insalubre vida en las ciudades y disfrutar de las comodidades de la vida rural. El fenómeno emergente de la "contraurbanización", nichengshihua en chino, es un proceso que va en contra de lo que ha venido sucediendo hasta ahora en el Reino Medio, gracias a la prosperidad económica aportada al campo por la estrategia de revitalización rural, que ha contribuido a hacer del campo un lugar más atractivo.

Aunque la afluencia de nuevos recursos y talentos procedentes de las ciudades ha tenido sin duda un impacto positivo en el campo chino, también ha dado lugar a fuertes tensiones en el seno de la sociedad rural. Entre los estudios recientes que contribuyen a arrojar luz sobre estas cuestiones, resulta especialmente ilustrativo uno realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Correos y Telecomunicaciones de Nanjing y la Universidad de Nanjing, basado en datos recogidos en la provincia oriental de Jiangsu entre 2021 y 2022.

Publicada en enero de 2024 en la revista Humanities&Social Sciences Communications, la encuesta revela en primer lugar que el fenómeno migratorio afecta a ciudadanos de clase media, de entre 38 y 60 años y con un perfil cultural medio-alto. De origen heterogéneo, la mayoría de ellos llegaron a las aldeas rurales de Jiangsu tras la pandemia del Covid-19 y luego se establecieron allí de forma permanente.

Hay muchas razones por las que se trasladaron al campo, pero la predominante es el deseo de escapar del ritmo frenético y alienante de la ciudad y llevar un estilo de vida más equilibrado, sano y humanamente satisfactorio. Entre otras cosas, gracias a los avances en el sistema de transportes y a la eficacia de los servicios de reparto, las distancias se han acortado y estos emigrantes atrasados pueden disfrutar de las ventajas de la vida rural sin renunciar por completo a las comodidades de las ciudades y a sus antiguos hábitos.

Otro factor que ha influido decisivamente en esta elección son las oportunidades que ofrece el campo para iniciar nuevas y rentables actividades empresariales. En este sentido, el espíritu empresarial de los nuevos emigrantes se ha visto facilitado por la asequibilidad de los alquileres, que, aunque aumentan constantemente, siguen siendo más bajos que en las ciudades.  

A muchos, por tanto, les ha resultado atractivo invertir en turismo rural, abriendo restaurantes, cafeterías, gimnasios y bed & breakfasts, que a menudo ofrecen comida de kilómetro cero y experiencias en contacto con la naturaleza, como la recogida de frutas y verduras. Se trata de formas de ocio cada vez más populares, apreciadas sobre todo por una clientela urbana deseosa de relajarse en el campo durante un fin de semana o pasar allí sus vacaciones.

Portadores de ideas innovadoras y sensibles a las cuestiones medioambientales, otros se han dedicado en cambio a la agricultura ecológica, a veces flanqueando el cultivo con actividades paralelas como la venta de productos en línea, las visitas a granjas y los cursos de educación medioambiental. Con su ambiente, el campo también se ha convertido en un lugar ideal para numerosos artistas y artesanos que han establecido allí sus talleres o puntos de venta.

Por todo ello, está claro que la llegada de emigrantes urbanos ha tenido un impacto significativo en la realidad económica y cultural del campo chino y ha reportado numerosos beneficios a los habitantes locales. Muchos han encontrado empleo en nuevas empresas o se han animado a probar suerte como empresarios.

Estas nuevas oportunidades no sólo han permitido a los nativos encontrar empleo cerca de casa, frenando el flujo migratorio hacia los grandes centros urbanos, sino que también están convenciendo a grupos de los llamados nongmingong (literalmente "campesinos-trabajadores") para que regresen a sus pueblos de origen tras pasar los últimos años de su vida como trabajadores precarios en las ciudades.

Sin embargo, la presencia de nuevos residentes no siempre es bien recibida por los autóctonos. Como muestra también la encuesta mencionada, el proceso de integración entre nativos e inmigrantes suele ser difícil. En ello influyen sin duda las diferencias de mentalidad, estilo de vida y hábitos, debidas a los distintos orígenes socioculturales de ambos grupos. A diferencia de los inmigrantes, los nativos tienden a favorecer las relaciones en el ámbito familiar y defienden una visión casi confuciana de las relaciones sociales, basada entre otras cosas en el sistema patriarcal y el respeto a los mayores.

Anclados en los valores culturales tradicionales chinos, los habitantes de las zonas rurales han acusado a veces a los recién llegados de no tener en cuenta los principios del fengshui a la hora de renovar los edificios, perjudicando así la armonía de la aldea. Por su parte, los emigrantes, que consideran el antiguo arte del geomanticismo una mera superstición, no aceptan injerencias en sus decisiones, como tampoco les gustan las críticas a sus preferencias estéticas, que según los lugareños destruirían el encanto y la autenticidad del entorno rural.

Otra cuestión en el centro de las disputas entre los dos grupos se refiere a la tierra. Al carecer de permiso de residencia rural (nongye hukou), los nuevos residentes pueden arrendar los derechos de uso de las parcelas firmando acuerdos directamente con los aldeanos que, sin embargo, no les proporcionan ninguna protección legal. Esto implica que, cuando se renueva el contrato, los inmigrantes corren el riesgo de perder todo lo que han invertido de un momento a otro, como sugiere el testimonio de uno de ellos: "Alquilé un terreno residencial a un aldeano durante 30 años, pero tras la renovación, me subió maliciosamente el alquiler, amenazándome con demoler parte del edificio si no pagaba. Al final tuve que llegar a un acuerdo".

La tierra, que los nuevos emigrantes consideran de suma importancia para la realización de sus proyectos en el campo, es al mismo tiempo la herramienta que permite a los lugareños regular su acceso a la comunidad rural. Según un estudio publicado en Habitat International en febrero de 2024, es precisamente el sistema chino de propiedad colectiva de la tierra el que protege los intereses de los lugareños y la estabilidad del campo, limitando la intrusión de capital procedente de grupos de ingresos medios y altos e impidiendo un cambio radical en la sociedad rural. Esta sería la razón por la que en China el proceso de contraurbanización no conduciría a una "gentrificación rural" (una transformación del tejido socioeconómico ed) como en Europa o Estados Unidos, sino simplemente a la "formación de una clase media rural". Teniendo esto en cuenta, es difícil decir si este fenómeno es más una ayuda o un obstáculo para la estrategia de revitalización rural, sin duda representa un reto interesante para el futuro del campo chino.

 

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