16/11/2024, 00.00
MUNDO RUSO
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La era del Gran Matón

de Stefano Caprio

El escritor Viktor Erofeev, que vive exiliado en Berlín desde 2022, ha publicado una novela titulada Veliky Gopnik, en la que trata de mostrar que el putinismo nació del inconsciente colectivo de los rusos en los callejones suburbanos de Leningrado. Hasta llegar a un extremismo contra su propia alma, incapaz de "aceptar una vida normal".

 

Uno de los escritores e intelectuales más importantes de Rusia, Viktor Erofeev, que vive en Berlín desde 2022, ha publicado una novela titulada Veliky Gopnik, "El Gran Matón", en la que intenta mostrar que el putinismo surgió del inconsciente colectivo de los rusos en los callejones suburbanos de Leningrado, donde el futuro "presidente eterno" Vladimir Putin se movía con toda la desfachatez del rufián de la calle, el gopnik precisamente, término que se popularizó en los últimos años de la época soviética. La moldalidad delincuencial del poder ahora parece haberse transferido de Rusia al mundo entero, sobre todo después de la elección de Donald Trump y el anuncio de nombramientos de personajes cuanto menos inquietantes en los puestos clave de la administración estadounidense, desde la Secretaría de Estado hasta Defensa y Justicia, coordinada por el nuevo ministro de la simplificación estatal, el vehemente multimillonario Elon Musk. Incluso estaría al frente de la Inteligencia estadounidense Tulsi Gabbard, la niña mimada de la televisión rusa, considerada la principal propagandista de Putin en Occidente, y el ministro de Salud podría ser Robert Kennedy, el más extremista de los no-vax.

Era de esperar una reacción a la cultura de la cancelación que en años pasados trató de imponer una socialidad sometida a una obsesiva censura interior, con el temor de que cualquier expresión pudiera resultar ofensiva según las distintas interpretaciones. Ahora asistimos al reflujo opuesto, al rechazo de cualquier convención, no sólo lingüística o comunicativa, sino también jurídica y en las relaciones internacionales. Esta era la actitud de los gopniks, los delincuentes de la calle que robaban no por necesidad, sino para protestar contra las reglas imperantes, que eran particularmente rígidas en el mundo soviético de Brezhnev. El término proviene del acrónimo GOP, Gorodksoe Obščestvo Prizora, "Comunidad de Vigilancia Ciudadana", cuando a finales del siglo XIX se creó en un edificio de la ciudad de San Petersburgo un centro de detención y control para jóvenes bezprizorniks, "sin control", huérfanos o que habían escapado de su casa, que se dedicaban al robo y al vandalismo en las calles de la capital.

Después de la revolución de 1917, en ese mismo edificio - donde ahora se encuentra el hotel Oktyabrskaya - continuó el programa de rehabilitación de menores, que pasó a llamarse Gosudarstvennoe Obščežitie Proletariata, también GOP, pero entendido como "Albergue Estatal del Proletariado". El número de matones creció en forma exponencial en Leningrado, y los gopniks de Ligovka, el barrio de la ciudad donde se encontraba el albergue, pasaron a ser una definición extendida a toda la Unión Soviética, casi una categoría universal del género humano. De esta "subcultura" del pasado ruso-soviético, Erofeev propone ahora sacar indicaciones sobre cómo se construyó la Rusia actual, hablando de un presidente real y otro "mitológico", del retorno del estalinismo en las almas, de las razones que generaron un nuevo totalitarismo y hasta de la guerra en Ucrania.

El libro es en parte autobiográfico y entrelaza diversos temas y motivos secundarios, que lo convierten en una novela conceptual con el estilo propio de Erofeev que renueva las características "polifónicas" de la gran literatura rusa. Rebuscando en los meandros más contradictorios de la naturaleza humana, se revelan las múltiples dimensiones del gopnik que reside en cada uno, convirtiéndose en una apertura casi "metafísica" a los horizontes que después terminan imponiéndose en la sociedad rusa y mundial. Es la realidad arrasada por el caos, que muestra fragilidades imprevisibles, tanto metafóricas como documentales, desde la angustia y el resentimiento hasta la represión y la guerra, en una cronología confusa y fragmentada.

El autor salta de la Rusia de Putin antes de la guerra a diferentes etapas del período soviético, comenzando por el febrero de la revolución de 1917 que se proyecta sobre todos los demás acontecimientos posteriores. Incluso la geografía muestra superposiciones entre Rusia, Francia, Estados Unidos y África, como una catástrofe planetaria provocada por el colapso del "mundo ruso". En 200 páginas de novela van adquiriendo espesor incluso frescos apenas esbozados de los muchos rostros del Gran Matón, lo que convierte la lectura en un desafío a pesar de la espléndida eficacia del lenguaje, pero vale la pena nadar en el mar tormentoso de Velikij Gopnik para comprender la crisis de los años veinte en la que ahora todos estamos inmersos.

De los recuerdos de la infancia del escritor, sobre la difícil relación con su madre que no reconocía su talento y su forma de ver la vida, se pasa a los contrastes del héroe-autor con el Estado, recorriendo los años en los que Erofeev era un disidente antisoviético. El momento crucial es el intento de salvar de la cárcel a su hermana menor O., que recuerda en parte la historia auténtica de la persecución de su hermano menor Andrej en años recientes, entre 2007 y 2010, tratando de llegar a un acuerdo con el ideólogo de la administración, el presidente Stavrogin, un nombre tomado de Los demonios de Dostoievski. En los episodios se introduce el "pequeño Stalin", que acompaña las distintas fases de la novela en una dimensión onírica, hasta convertirse en el compañero del "sucesor". Se hace entonces un análisis de la psicología del gopnik desde la infancia y los románticos fracasos, hasta el poder absoluto cuando se transforma en un moderno Eróstrato, el antiguo pastor y criminal griego que, para inmortalizar de alguna manera su nombre, incendió y destruyó el famosísimo templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Particularmente eficaz es la descripción de la "pandemia de la estupidez", que se analiza en una correspondencia del protagonista con Erasmo de Rotterdam.

Citando un pasaje de la novela, "el Gran Gopnik, como una garrapata, comenzó a morder a todos en la parte posterior, pero cuando se volvió hacia ellos, descubrió que se estaba mirando en el espejo". Esta imagen es el contenido fundamental del libro, y la descripción de la Rusia actual: el poder en el país está en manos de los gopniks, que nacen de lo más profundo del alma rusa. Erofeev advierte a los lectores: pueden no estar de acuerdo con Putin e incluso odiarlo, pero la lengua con la que él piensa y se expresa no es otra que la que ustedes usan. A Putin se lo puede entender solamente por la forma en que mueve los labios, incluso sin pronunciar una palabra completa, y su visión del mundo está arraigada en el terreno histórico nacional, "que produce desde hace siglos hierbas envenenadas", se recuerda en el relato.

La "mentalidad popular" se describe en las escenas del pequeño Stalin, con quien el protagonista de la novela se encuentra en una circunstancia particular, en el cuarto de baño junto a su madre desnuda, que sentada en el inodoro "da a luz a un pequeño muñeco macho" que tiene la capacidad de "engendrar una nueva especie humana". Aquí tiene su origen el estalinovirus, que penetra todas las células humanas y se multiplica hasta el infinito. Stalin afirma que nunca ha salido del baño, porque "tengo experiencia del subsuelo", como el protagonista de otra novela de Dostoievski, que soñaba con vengarse del mundo entero sin salir nunca de su sótano. Stalin explica que "todo comandante, aunque no se dé cuenta, es uno de mis hombres, todo cabeza de familia tiene en un puño a todos los suyos, y nunca podrán librarse de mí", y hasta la madre del protagonista si es necesario habla con él con "la voz de la Patria".

La estructura estalinista penetra hasta los estratos más profundos de la vida social, se manifiesta incluso en las situaciones más banales y cotidianas, dando vida al "mito de Putin" con la difusión del gopničestvo, el "matonismo" y el vandalismo que arrastra a toda la sociedad a los niveles más miserables, lo que Erofeev llama "el cementerio de las ofensas infantiles". Citamos otro pasaje del texto, ya no metafórico, sino directamente publicista: "El gopničestvo se ha convertido en la religión de Rusia, ha absorbido la Ortodoxia, el Imperio y todas las actividades colectivas... los gopniki son nuestros campeones, We are the champions, my friends, nuestra única pasión es la Victoria".

Una de las escenas de la novela muestra a un Putin joven delincuente callejero, que invita a su amigo alemán Henrick a vivir con él una experiencia hiperrealista, metiéndose de cabeza en una paliza a su enemigo personal y en la humillación de una joven vecina de la que se ha enamorado sin ser correspondido. El joven "Vova" - diminutivo de Vladimir - se convierte en el presidente, quien a su vez resulta continuamente frustrado por las interminables derrotas en la guerra. En este momento aparece en escena el Kolobok, un personaje de los cuentos de hadas rusos, un "panecillo animado" que se escapa de la cocina en la que fue horneado y tiene que esquivar a las fieras del bosque, hasta que se lo come el zorro. Es lo que en Occidente se conoce como The Gingerbread Man, "el hombrecito de jengibre". Su figura representa las condiciones de miseria y hambre de la sociedad, la necesidad de "rascar el fondo del barril", el único deseo que queda después de todas las aventuras del pandillerismo callejero.

En la fábula, la liebre representa al pueblo, el lobo es el bandido y el oso es el Estado, mientras que el zorro es el "enemigo exterior", más desarrollado y "tecnológicamente avanzado". La conclusión de la novela es que "Rusia es la tierra donde no hay defensa", no solo del matonismo callejero que se convierte en la política del Estado, sino sobre todo del extremismo hacia la propia alma, "la incapacidad de aceptar una vida normal". Un peligro que concierne al mundo ruso de las inagotables venganzas contra los enemigos "de la calle y de la frontera", y que se extiende por todo el mundo como un nuevo virus de hostilidad de todos contra todos, contra el que no existe ninguna vacuna, que de todos modos sería rechazada por los gopniks no-vax

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