La crisis del algodón en Asia Central
También llamado "oro blanco", este cultivo constituye tradicionalmente uno de los principales motores económicos de la región. Millones de agricultores se desesperan ante la caída en picada de los precios de la materia prima en los mercados. Es el efecto de la crisis económica, pero también de la entrada de grandes grupos que han perturbado los mercados locales.
Taskent (AsiaNews) - La ralentización de la economía mundial, junto con el cambio climático, están complicando enormemente el cultivo del algodón, el "oro blanco" que tradicionalmente ha sido uno de los principales motores económicos de los países de Asia Central, y que también recibió un gran apoyo en la época soviética. Los agricultores están en plena agitación, entre otras cosas porque se sienten tratados injustamente por los amos del mercado.
El algodón trae a la memoria grandes sacrificios y sufrimientos para la población de estos países, desde la expansión del imperio ruso, con fenómenos muy intensos de explotación económica y catástrofes ecológicas. Es una de las actividades más extendidas, en cuyo cultivo participan millones de personas, y los bajísimos precios del mercado mayorista de esta campaña agrícola están afectando gravemente a la vida de casi todas las familias. Como escribe un usuario uzbeko de Telegram, "cada mañana estamos con la respiración contenida, esperando ver información oficial sobre los precios de compra que nos levante al menos un poco el ánimo".
Desgraciadamente, desde hace algún tiempo no hay noticias alentadoras al respecto, y como dice el agricultor del grupo social, "pasamos todo el día deprimidos y no podemos hacer planes para el futuro". El canal de Telegram de los algodoneros cuenta con más de 20 mil suscriptores, lo que ilustra el tamaño de la comunidad en Uzbekistán, uno de los principales exportadores de algodón del mundo. Según cifras oficiales, hay más de 2 millones de uzbekos dedicados a esta actividad, a los que se suman muchos más para las cosechas estacionales.
Turkmenistán también figura entre los diez mayores productores, y algo menos Kazajistán, Kirguizistán y Tayikistán. Al final de las restricciones por coronavirus, los precios del algodón en bruto se dispararon inicialmente hasta los 3,3 dólares por kilo, pero desde mediados de 2022 han vuelto a caer en picado, hasta el nivel medio actual de 1,76 dólares. Para los analistas, el desplome del precio del algodón se considera un indicador de recesión mundial, ya que se ha producido frente a una inflación galopante y la indeterminación de la cadena de suministro, factores que suelen mantener los precios a flote, a la espera de que se aclaren.
En muchas partes del mundo, y especialmente en Asia Central, hubo largos periodos de sequía en los que no se pudo cultivar algodón, y aun así los precios se mantuvieron muy bajos. Los comerciantes mayoristas ofrecen 0,73 USD por un kilo de algodón, lo que apenas basta para cubrir los costes de producción. En Tayikistán, el precio medio es de 0,6 USD, mientras que los costes de cultivo no dejan de aumentar, en torno a los 1.300 USD por hectárea. Sin embargo, muchos piensan que el problema no es sólo la crisis mundial, sino sobre todo las maniobras especulativas de unos pocos clusters, las empresas integradas verticalmente que antes estaban controladas por el Estado, mientras que hoy actúan sin reglas.
Estos grupos están activos en los territorios centroasiáticos desde 2018, aprovechando el boicot de muchas marcas internacionales por las condiciones casi esclavistas de estos cultivos, donde incluso estudiantes y menores en general se ven obligados a cosechar. Las empresas mixtas, especialmente las uzbekas/alemanas, se han asegurado de difundir información para acabar con los boicots, que en los últimos años ya se consideran "no sistemáticos", excepto en Turkmenistán, donde son las propias autoridades estatales las que obligan a todos a cosechar.
En realidad, los cultivadores de algodón tienen poca libertad de elección, ya que no disponen de alternativas reales de producción en sus propias tierras, incluso cuando no es rentable. Las grandes empresas están respaldadas por los gobiernos, y sólo queda esperar temporadas climáticamente más generosas, para no ahogarse en las tormentas de polvo y la miseria del mercado.
Foto: Flickr / David Stanley
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