La belleza de la vejez es caminar hacia lo Eterno
En la audiencia general se refirió al pasaje evangélico de Nicodemo y habló de la tercera edad como "un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de la supervivencia biológica y robótica". Y citando una frase de la actriz italiana Anna Magnani, habló de las arrugas como un símbolo muy valioso del camino recorrido.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Nicodemo y el "renacer de lo alto" del que habla Jesús fueron el tema central de la reflexión del Papa Francisco esta mañana, en su habitual audiencia general de los miércoles. Ante peregrinos de todo el mundo, reunidos en la plaza de San Pedro, el pontífice prosiguió su ciclo de catequesis sobre la vejez.
Nicodemo, que era uno de los jefes de los judíos y quería conocer a Jesús en secreto, fue a verlo de noche (cf. Jn 3, 1-21). “Jesús le dice a Nicodemo que para 'ver el Reino de Dios' es necesario 'renacer de lo alto' (cf. v. 3) - dijo el Papa -. No se trata de empezar de nuevo a nacer, de repetir nuestra venida al mundo, esperando que una nueva reencarnación vuelva a darnos la posibilidad de una vida mejor”. Si así fuera, la vida quedaría vacía de todo sentido. “El 'nacimiento de lo alto', que nos permite 'entrar' en el reino de Dios -prosiguió el pontífice- es una generación en el Espíritu, un paso entre las aguas hacia la tierra prometida de una creación reconciliada con el amor de Dios”.
Nicodemo, sin embargo, malinterpreta este nacimiento, y cuestiona su vejez: ante el sueño de una eterna juventud que se aleja definitivamente, ¿cómo puede imaginar un destino que tiene forma de nacimiento? “La objeción de Nicodemo es muy instructiva para nosotros – dijo Francisco -. En efecto, podemos aplicarla, a la luz de la palabra de Jesús, al descubrimiento de una misión propia de la vejez”. Según el pontífice, la vejez "no sólo no es un obstáculo para el nacimiento de lo alto del que habla Jesús, sino que se convierte en el tiempo oportuno para iluminarlo". “Nuestra época y nuestra cultura, que muestran una preocupante tendencia a considerar el nacimiento de un niño como una simple cuestión de producción y reproducción biológica del ser humano -explicó el Papa-, cultivan el mito de la eterna juventud como la obsesión -desesperada- de una carne incorruptible".
La vejez es despreciada en muchas formas porque es una evidencia irrefutable de que este mito de la eterna juventud no es real. Por supuesto, hoy en día, podemos mantener vivo el cuerpo con medicamentos y cosméticos que retrasan, disimulan o eliminan la vejez. “Se hacen muchas cirugías para parecer más jóvenes - dijo Francesco -. Me vienen a la mente las palabras de una sabia actriz italiana, Anna Magnani”. Cuando le preguntaron a Anna Magnani por qué no se molestaba en ocultar las arrugas de su rostro, ella respondió que no se las tocaría, porque le había costado toda la vida conseguirlas. “Las arrugas son símbolo de experiencia, de madurez, de haber hecho un camino -añadió Francesco en forma espontánea-. No hay que tocarlas para parecer joven en la cara. Lo que interesa es toda la personalidad, lo que interesa es el corazón, y el corazón conserva esa juventud del buen vino, que cuanto más envejece mejor es”.
La vida en la carne mortal es una belleza “incompleta”: como ciertas obras de arte que precisamente en su ser incompletas tienen un encanto único, señaló Francisco. “La vida en la carne mortal -explicó- es un espacio y un tiempo demasiado pequeño para custodiar intacta y llevar a cumplimiento la parte más valiosa de nuestra existencia en el tiempo del mundo”. Para abrirnos a una dimensión más amplia está la fe que, habiendo aceptado el anuncio evangélico del reino de Dios al que estamos destinados, nos permite "ver" el reino de Dios. En esta perspectiva la vejez adquiere una belleza única: la de caminar hacia lo Eterno. “Por eso la vejez es un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de una supervivencia biológica y robótica, pero sobre todo porque abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios -concluyó el Papa-. Quisiera subrayar esta palabra: la ternura de los ancianos”. El santo padre invitó a mirar la forma en que un abuelo o una abuela acaricia a sus nietos: “Esa ternura libre, que ha superado todas las pruebas humanas, es capaz de dar gratuitamente el amor, la cercanía amorosa, y abre la puerta a la comprensión de la ternura de Dios. El Espíritu de Dios es cercanía, compasión y ternura”.
Al final de su catequesis, el Papa Francisco volvió a referirse a la “cultura del descarte” en la que estamos viviendo, que decide desechar a los viejos. "Los viejos son los mensajeros del futuro, son los mensajeros de la sabiduría de una vida vivida", dijo.
En el saludo a los peregrinos de habla polaca, Francisco recordó que hoy es la fiesta de la reina santa Eduvigis, apóstol de Lituania y fundadora de la Universidad Jagellónica: "En su canonización, san Juan Pablo II dijo que gracias a ella Polonia se unió a Lituania y a la Rus. Pidan su intercesión, rezando como ella a los pies de la Cruz por la paz en Europa”.
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