La Pascua ortodoxa, muerte y renacimiento de los pueblos
En Rusia y Ucrania se instrumentalizan hasta los ritos y tradiciones de la Semana Santa. El Papa y el Patriarca de Moscú tuvieron que cancelar el encuentro previsto en Jerusalén a mediados de junio, "a la espera de tiempos mejores". La esperanza del Metropolitano Onufryj, a contracorriente: “El mundo vive, también hoy, gracias a los justos que hacen sitio al Señor Resucitado en sus corazones, que los vuelve fuertes y capaces de amar al mundo entero".
Milán (AsiaNews) - El misterio de la Pascua nace como una liberación: la del pueblo elegido, que es liberado de la esclavitud egipcia, y finalmente proclama la victoria sobre la muerte y sobre todos los ataques del Maligno. Este año, en Rusia y Ucrania, la Pascua marca como nunca antes la frontera entre dos realidades enfrentadas: el Mar Rojo, que hay que cruzar con el milagro de la ayuda divina, y que luego ahoga a los ejércitos del Faraón con sus carros y jinetes. Pascua es pasaje, Ucrania, un confín y la guerra es el dominio del Mal: en el drama de las masacres y la barbarie, el Descenso a los infiernos del Resucitado es el icono que se levanta en el campo de la vida, incluso antes de los muros de la iglesia.
En Ucrania, el metropolitano autocéfalo Epifanij de Kiev invitó a los fieles a quedarse en sus casas, para evitar las aglomeraciones nocturnas en las iglesias que podrían dar a los enemigos ocupantes e invasores la oportunidad de cometer más masacres, justo cuando se está junto al Santo Sepulcro litúrgico. El patriarcado de Moscú, por su parte, advirtió contra la utilización de los feriados de Pascua para "organizar provocaciones". Una referencia a los ucranianos, -maldecidos por Moscú, y tachados como instrumentos del diablo- que se hacen matar para culpar a los rusos, sus liberadores.
Desde la época soviética que no se vivía en este clima de terror e instrumentalización de las celebraciones litúrgicas en estos territorios. En la época de Stalin y Brézhnev, en Moscú y Kiev, la Pascua se celebraba en las poquísimas iglesias que estaban abiertas, rodeadas de cordones policiales, y las personas corrían el riesgo de ser detenidas y privadas de todos los derechos. En los campos de concentración, los sacerdotes recogían pasas de uva y migas de pan para celebrar la Eucaristía de los mártires, que muchas veces daban realmente su vida para testimoniar su fe.
En medio de la persecución contra los creyentes, el poder soviético organizaba grandes manifestaciones públicas para sustituir la religión con la ideología, y los símbolos sagrados con proclamas de Victoria, Trabajo Socialista y Revolución. Hoy, ante la Pascua semiclandestina de los ucranianos atrincherados en los refugios y atacados por misiles y bombas cada vez más devastadores, impresionan las pomposas decoraciones de Pascua en Moscú y en las ciudades rusas. Allí se despliegan los arcos triunfales de flores, y las composiciones con huevos de Pascua decorados con la letra Z - la esvástica ideológica de la guerra santa que inaugura la nueva religión del mundo ruso, considerada herética por muchos ortodoxos de otros países.
Los voceros del Patriarcado comentaron tímidamente que "no hay necesidad de otros símbolos además de los tradicionalmente ortodoxos, que siempre han sido inmutables", por lo que no es conveniente poner la Z en los huevos de Pascua y en los dulces que se bendicen en la iglesia, ni tampoco en las cúpulas doradas de las iglesias, como ya ha ocurrido en algunos casos. Al mismo tiempo, como dijo el funcionario eclesiástico moscovita Vakhtang Kipšidze, "fuera de las celebraciones, es bueno apoyar las iniciativas populares en apoyo de la patria. Incluso en el pasado la gente horneaba panes con formas relacionadas con los acontecimientos que debían afrontar" - por tanto, también se admite la Z-Pascua y la Z-Ortodoxia.
El propio Patriarca Kirill, al inaugurar el Triduo Pascual con la consagración del Santo Crisma, el Myron, sumamente perfumado, invitó a los presentes, "en estos tiempos de sufrimiento, a rezar por el don del Espíritu que necesitamos especialmente, para que el Señor ilumine las mentes de quienes nos dirigen, sostenga la fuerza espiritual y física de todo nuestro pueblo, para obtener Su gracia y Su misericordia". El Patriarca invitó a optar entre la mujer que derrama perfume sobre la cabeza de Cristo, entregándose a sí misma, y el pérfido Judas que querría utilizar el dinero para sus propios planes y beneficios - una invitación a elegir entre la fe y la ideología.
En estas proclamas y en estas paradojas, la autenticidad del sentimiento religioso, la fidelidad a la tradición auténtica, la mescolanza de la fe con la política y las pretensiones de dominio territorial, todo es puesto a prueba de tal manera como no ocurría desde hace siglos. Occidente y Oriente, el Catolicismo y la Ortodoxia, los emperadores y los patriarcas, todo ello adquiere hoy nuevas perspectivas y nuevas definiciones. Y entonces entendemos que la ilusión humana de haber instaurado el dominio de la Razón sobre la Religión no ha cambiado las debilidades de la naturaleza humana, el pecado original del orgullo y el endiosamiento de sí mismos, de la propia fuerza y de la propia idea.
Sin fe, el hombre cae fácilmente en la pérdida de la razón: tras décadas de propaganda del ateísmo, en Rusia las mentes se encuentran en tal estado de confusión, que las personas están obnubiladas, empezando por Putin y Kirill, hasta el punto de utilizar la religión con una violencia que ni siquiera la ideología antirreligiosa conseguía expresar. El comunismo soviético odiaba a Estados Unidos y a Occidente porque ponía al individuo por encima de lo colectivo, y anteponía la libertad personal a la unión social. La religión de Putin hace la guerra a Occidente porque éste corrompe el alma de los rusos, les impide reconocer la superioridad moral de un pueblo sobre todos los demás. Así como Stalin era el "padre del pueblo" y exigía que los sacerdotes lo veneraran con incienso, Putin quiere ser reconocido como el nuevo "verbo encarnado", el representante del pueblo cuya misión es salvar a todos, el jefe de la iglesia del nuevo Apocalipsis. El Kremlin ya ha anunciado que "el presidente estará presente en la iglesia en las celebraciones de Pascua, como ya es tradición en él".
Hoy, la Pascua es lo único que puede rebatir las pretensiones de los poderosos, a través de "la Cruz, nuestra única esperanza", como recordó la semana pasada el arzobispo católico de Moscú, monseñor Paolo Pezzi. El Patriarca Kirill quiso felicitar a los jefes de las "Iglesias heterodoxas": el Papa Francisco, el katholikos armenio Karekin II, el otro katholikos de Cilicia Aram I, el metropolitano de la Iglesia Malankar de la India Mar Thoma Matheus III, el patriarca de la Iglesia Asiria Mara Awa III y el patriarca de los maronitas, el cardenal Béchara Boutros Rai. A todos estos líderes, Kirill de Moscú les recuerda que "la victoriosa resurrección del Señor Jesús ha destruido las cadenas del pecado y de la muerte a lo largo de los siglos, para que también nosotros podamos caminar en una vida nueva (Rom 6,4), para que vuestra fe y vuestra esperanza se dirijan a Dios (1 Pe 1,21)". El Patriarca ruso desea compartir esta "inmensa alegría espiritual con los que están cerca y los que están lejos" en el anuncio de la Resurrección al mundo entero. A pesar de este deseo, el Papa y el Patriarca de Moscú tuvieron que cancelar el encuentro previsto en Jerusalén a mediados de junio, "a la espera de tiempos mejores".
Ante la cruz, el patriarca se arrodilló unido al pueblo, durante la celebración del servicio matutino del Viernes Santo, la "liturgia de los doce Evangelios" según el rito bizantino. Después del quinto Evangelio -que introduce los textos propios de la Pasión- Kirill entonó la antífona "Hoy cuelga del madero", y retiró del altar y del iconostasio la cruz con la imagen del Crucificado, antes de la proclamación de los siete Evangelios de los sufrimientos del Salvador. Esta noche, durante la Vigilia del Sábado Santo, se espera la llegada del “fuego santo” procedente de la tumba del Señor, en Jerusalén. Se trata de un milagro exclusivamente ortodoxo, en el que las llamas se encienden sin intervención humana, para luego difundirse en todas las iglesias ortodoxas del Patriarcado de Moscú, en Rusia y en otras partes.
Se espera que la tregua pascual -que tantos creyentes y no creyentes han invocado- permita que el fuego de la vida nueva que nos ha dado Cristo sustituya las ráfagas de la artillería mortal. La terrible guerra se acerca a su fin, y se espera que no culmine con la destrucción total y una negación del futuro de la atormentada Ucrania, el "genocidio pascual" como se la denomina en algunos medios. Porque de ocurrir, esto también significaría la abjuración de Rusia como lugar de hermandad universal de los cristianos. Hay que mencionar que en los últimos días, en Rusia se incendiaron varios cuarteles y distritos militares, para protestar anónimamente contra la locura de la guerra y evitar que sus hijos sean enviados a morir.
Los ucranianos que huyen se dispersan, entre uno y otro bando del conflicto, e incluso Rusia acoge a miles de ellos, especialmente a los procedentes del Donbass, la región disputada. Ellos no buscan satisfacción en las victorias militares, no tienen interés en el dominio de un partido político o eclesiástico. Lo único que necesitan es confiar en que habrá un futuro, y que podrán volver a sus hogares destruidos. Los pueblos necesitan de la Iglesia y a las Iglesias, aún manchadas por el cisma o la herejía, pero todas ellas vueltas a la única esperanza del retorno de Cristo, que tras descender a los infiernos, vuelve para anunciar una vida nueva.
El metropolitano de los ortodoxos ucranianos de la jurisdicción de Moscú, Onufryj (Berezovsky), envió a los fieles un mensaje de esperanza, según el cual "este año, el Señor viene a visitarnos en medio de las pruebas y los sufrimientos, pero no nos quejamos ni murmuramos contra Él, porque Cristo el Salvador ha vencido el mal con su resurrección: todos los hombres ha recibido la llave para abrir la puerta del Paraíso... También hoy en el mundo hay muchos Ángeles en la tierra, fuertes combatientes del Espíritu, que vencen el mal con la fe, y gracias a los cuales el Señor tiene misericordia de nosotros, pecadores. A menudo están a nuestro lado, pero no los miramos, pensamos que el mundo vive de intereses económicos, políticos, militares, científicos o de otro tipo, mientras que el mundo vive gracias a los justos que hacen sitio al Señor resucitado en sus corazones, que los vuelve fuertes y capaces de amar al mundo entero".
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