04/11/2024, 11.19
OCEANIA
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La ONU crea un grupo de estudio sobre los efectos de una guerra nuclear

La propuesta fue apoyada por naciones insulares como Fiyi, Kiribati, Palaos, Samoa y Tonga, que aún sufren las consecuencias de las pruebas atómicas en la región. Rusia, Francia y el Reino Unido votaron en contra. Según los expertos, una imagen clara de las consecuencias de un conflicto nuclear podría favorecer nuevos acuerdos de desarme.

Nueva York (AsiaNews/Agencias) - La Asamblea General de la ONU ha aprobado una resolución para crear una comisión de expertos independientes encargada de evaluar las consecuencias de una guerra nuclear. Una cuestión que sigue siendo de actualidad para las naciones insulares del Pacífico debido a las pruebas nucleares llevadas a cabo en la región hasta los años noventa. 

La decisión, promovida por Nueva Zelanda e Irlanda y apoyada por Fiyi, Kiribati, Palaos, Samoa y Tonga, fue aprobada el 1 de noviembre con 144 votos a favor. Entre los países poseedores de armas nucleares, Rusia, Reino Unido y Francia votaron en contra, mientras que Estados Unidos, India, Israel, Corea del Norte y Pakistán se abstuvieron. China, en cambio, votó a favor.

La resolución pide la creación de un grupo de expertos de 21 miembros que examinen los efectos físicos y sociales de una posible guerra nuclear a nivel local, regional y mundial, analizando las repercusiones en el clima, la agricultura, la salud pública y los sistemas socioeconómicos. Aunque los científicos parten de la base de que cientos de miles de personas morirían en caso de conflicto nuclear, creen que el impacto real sobre la humanidad es actualmente incierto debido a las lagunas de la investigación.

El estudio, que se presentará en 2027, será el primero de este tipo en más de 30 años. De hecho, el último estudio de la ONU data de 1988 y se centraba únicamente en el cambio climático. En aquel momento, Francia era la única nación que seguía realizando pruebas nucleares en el Pacífico. Dejó de hacerlo en 1996, detonando 29 artefactos en la Polinesia Francesa sólo en los últimos ocho años.

En septiembre, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU publicó un informe sobre las violaciones de derechos humanos derivadas de las pruebas nucleares estadounidenses en las Islas Marshall, un grupo de cinco islas y 29 atolones más pequeños en el norte del océano Pacífico. Las 67 pruebas realizadas entre 1946 y 1958 dejaron un pesado legado: problemas de salud, daños medioambientales, dificultades de alojamiento y violaciones de los derechos de los indígenas. Para Hilda Heine, Presidenta de las Islas Marshall, las pruebas nucleares han dejado «profundas cicatrices» entre la población. El mes pasado, este país insular decidió formar parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU el año que viene, y ha incluido el cambio climático y la justicia nuclear entre sus prioridades. 

Nueve naciones insulares, junto con Nueva Zelanda y Australia, habían ratificado el Tratado de Rarotonga en 1986 para prohibir el uso, los ensayos y la posesión de armas nucleares en la región. Sin embargo, en la actualidad, aunque el número de cabezas nucleares es inferior al máximo alcanzado en 1986, los arsenales nucleares vuelven a aumentar. Según la Federación de Científicos Estadounidenses, nueve países -Rusia, Estados Unidos, Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte- poseerán unas 12.121 cabezas nucleares a principios de 2024. Varias academias científicas de los países del G7 también emitieron recientemente una declaración conjunta en la que subrayaban que «en el contexto de la actual inestabilidad mundial, es imperativo poner de relieve las consecuencias conocidas de una guerra nuclear». 

Para los países del Pacífico, la decisión aprobada por la Asamblea General es, por tanto, también un importante intento de concienciar sobre el desarme nuclear. El Representante Permanente de Fiyi ante la ONU, Filipo Tarakinikini, explicó que el mundo necesita comprender la «devastación sin precedentes» de las armas nucleares, especialmente en los tiempos que corren, con el paso de las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial. «Debemos despertar la conciencia de la gente sobre los horrores reales de la guerra nuclear», afirmó. La esperanza es que una imagen clara de los efectos de la energía nuclear aumente los esfuerzos para aplicar los tratados contra las armas nucleares.

 

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