Ketapang recuerda a las Hermanas de San Agustín
Un libro de Mathias Hariyadi recoge la historia de las misioneras holandesas que desde 1949 hasta 2003 vivieron su servicio en Kalimantan, una de las zonas más inaccesibles de Borneo Occidental. Las estructuras de salud y educación que construyeron quedan como un valioso tesoro para la Iglesia local.
Yakarta (AsiaNews) - Más de 70 años después de su llegada a Indonesia, sigue viva en la diócesis de Ketapang la memoria de las misioneras de la Orden de San Agustín, que trabajaron aquí desde 1949 hasta 2003. “Jalan Berlumpur, Sungai Beriam: OSA Membangun Ketapang” (“El camino de barro, los ríos de aguas claras: la orden de San Agustín y el desarrollo de Ketapang”), el nuevo libro de Mathias Hariyadi y su coautor Royani Ping, recoge la historia de esa presencia.
La diócesis de Ketapang se encuentra en Borneo Occidental (Kalimantan), una región poco poblada y rica en bosques. Solo se puede llegar en la época de las lluvias, cuando las aguas del río crecen y permiten el cruzar con lanchas a motor. Durante la estación seca, en cambio, los caminos asfaltados solo son transitables en tramos cortos, mientras que los senderos barrosos están sembrados de rocas y cocodrilos.
Si la región es hoy tan inaccesible, solo podemos imaginar lo dura que debió ser la vida aquí en 1949, cuando el primer grupo de Hermanas de la Orden de San Agustín llegó a Ketapang desde Holanda. La misión católica en Ketapang había comenzado tres años antes, en 1946, con la presencia de otros tres misioneros holandeses de la Congregación de la Pasión de Jesucristo. Dos de ellos, el padre Raphael Kleyne y Caspar Ridder van der Schueren murieron poco después en 1952 debido a las difíciles condiciones de la región. Un día su bote encalló en el río Pesaguhan por el fondo rocoso, el motor se apagó, la embarcación volcó y todos fueron arrastrados por la corriente del río. Solo la enfermera holandesa que estaba con ellos pudo salvarse gracias a que su cabello quedó enredado en un tronco. Fue un golpe muy duro para la misión: el Padre Raphael Kleyne estaba al mando y el P. Van der Schueren salía en barco todas las tardes para llevar agua limpia a las hermanas misioneras.
Ésta y otras historias se reconstruyen y relatan en el libro, que ha sido posible gracias a un minucioso trabajo de investigación en los archivos de la congregación de las hermanas agustinas y una serie de entrevistas con los protagonistas de la misión. Descubrimos así que las primeras semillas del cristianismo florecieron en la región gracias a tres comerciantes de telas de la región de Shantou en China continental. Uno de ellos, Tan A Hak, acostumbraba a viajar a zonas remotas de Ketapang y le comunicó al vicario apostólico del Borneo holandés que algunos grupos indígenas estaban interesados en el cristianismo. En 1955 comenzó el primer curso de formación profesional, en el que participaron los cuatro primeros novicios indonesios de la etnia dayak.
Debido a su avanzada edad, las misioneras de la Orden de San Agustín regresaron a su convento en Heemstede, Holanda, en 2003, como cuenta a AsiaNews la hermana Dionee Appelman (80). Ella fue la última hermana que llegó a Indonesia en 1979 y también la última en regresar a su país de origen: “Estamos envejeciendo y no queremos molestar a nuestras hermanas indonesias para que nos cuiden. Así que dejamos la misión para retirarnos a nuestro país natal sin molestar a los demás en Indonesia”.
Desde que llegaron, 21 misioneras holandeses ejercieron su ministerio en Kalimantan, trabajando en la diócesis de Ketapang para mejorar los servicios de salud y educación. Un tesoro muy valioso que la Iglesia local sigue custodiando.
23/01/2020 15:03