01/09/2023, 10.27
AFGANISTÁN-KIRGUISTÁN
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Kabul dos años después a través de los ojos de Asia Central

de Vladimir Rozanskij

Rosa Otunbaeva, ex presidenta de Kirguistán y actual representante especial de la ONU para las relaciones con Afganistán, hizo balance de la situación en una entrevista. Reconoce que los talibanes también cosecharon algunos éxitos, pero señala que en las zonas rurales el nivel de vida "parece haberse quedado en la edad de piedra". "Debemos aprender a conocer los límites del otro, y pensar en el futuro de los afganos y de todos los pueblos".

Biskek (AsiaNews) - La situación en Afganistán, dos años después del retorno de los talibanes, que tomaron el poder a finales de agosto de 2021, tras la partida de los últimos soldados americanos, fue comentada en una entrevista con Azattyk por Rosa Otunbaeva, presidenta de Kirguistán en 2010-2011 (la primera mujer en un antiguo Estado soviético), y desde hace un año representante especial de la ONU para las relaciones con Kabul. De hecho, las noticias procedentes de Afganistán siguen suscitando inquietud en toda la región de Asia Central ante la posibilidad de nuevos frentes de conflicto.

Sin embargo, Otunbaeva cree que "para la población afgana, la situación ha cambiado realmente a mejor, y de ello da fe el hecho de que la gente llega a Kabul desde todos los rincones del país sin miedo, para recibir tratamiento en las excelentes y modernas clínicas que hay allí". Antes era muy peligroso cruzar las carreteras periféricas. Tampoco es que Afganistán esté reducido a un montón de ruinas, dice el representante de la ONU: "en el tiempo que pasé allí, vi 6-7 aeropuertos que se pueden considerar de primera clase, el de "Kandahar", el de "Mazari-Sharif", el de "Herat", el de "Jelalabad", todos son muy buenos, y se habían conservado bien por su importancia incluso durante la guerra".

Kabul es una ciudad de 5 millones de habitantes, en un territorio muy extenso. En los últimos 20 años, durante la permanencia de los estadounidenses, se han llevado a cabo obras capitales, con la construcción de numerosos edificios de varios pisos, aunque sigue habiendo un fuerte contraste entre las condiciones de los ricos y los pobres. Ciertamente, en la parte rural, el nivel de vida sigue siendo muy atrasado, "como el cielo y la tierra", asegura Otunbaeva: "He estado en la provincia de Khowst, donde también hubo un terremoto hace dos años, y parece que se ha quedado en la Edad de Piedra".

Desde el punto de vista del comercio internacional, Afganistán tiene acceso a los mercados de Irán, Pakistán y Asia Central, y los afganos se distinguen por una notable vivacidad empresarial. La economía del país está alcanzando un cierto grado de estabilidad, aunque no todos los países se alegran de ello, y así lo confirman también los indicadores del Banco Mundial. Desde el punto de vista de las libertades sociales, las condiciones son obviamente muy problemáticas, debido a la continua serie de prohibiciones impuestas por los talibanes a la vida de sus ciudadanos, e incluso a la misión de la ONU.

La dirección del país está en manos del gobierno de Kabul, con sus precarios ministros, que no es reconocido por ninguno de los 190 países del mundo. También está el emirato de Kandahar, cuyo emir nunca se ha mostrado en público y no se comunica con el exterior. Sin embargo, Otunbaeva reconoce que "no podemos decir nada malo de su trabajo, intentan hacer todo lo que pueden", al menos económicamente. No obstante, las dificultades son enormes, y la mayoría de la población vive en condiciones muy precarias; la misión de la ONU distribuye alimentos a más de 20 millones de habitantes como ayuda humanitaria, además de asistencia médica, y la mortalidad infantil y materna sigue siendo muy elevada.

Un capítulo muy delicado sigue siendo el de la educación pública, con cerca del 50% de la población analfabeta. También es difícil medir estadísticamente estas cifras, ya que el último censo de población data de 1977. El número de mujeres alfabetizadas ronda el 30%, y actualmente están excluidas del proceso educativo debido a "tradiciones nacionales", que "están presentes en muchos países", recuerda el ex presidente de Biskek. Al fin y al cabo, Afganistán es un mosaico de grupos étnicos, entre ellos pastunes, tayikos, uzbekos, turcomanos, jázaros y otros, aunque el gobierno siga bajo el control de los pastunes, el pueblo más atrasado y conservador de todos, especialmente con las mujeres, a las que ni siquiera se permite mostrar su rostro.

Estas tradiciones "tribales" se justifican religiosamente con el lema "Islam primero, Afganistán después", que también se enarbola en las cumbres de las montañas. Sin embargo, la ayuda humanitaria procede predominantemente de Occidente; los países árabes musulmanes sólo dan algo en las fiestas islámicas. Otunbaeva concluye que "estos contrastes deben ser una lección para todos nosotros: debemos aprender a conocer los límites de los demás, y pensar en el futuro de los afganos y de todos los pueblos, de Asia y del mundo entero".

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