Hong Kong y las promesas traicionadas
Xi Jinping llegó a la excolonia británica para demostrar que la normalización se ha convertido en una prioridad absoluta. El 1 de julio de 1997, Martin Lee y Margaret Ng clamaban desde el balcón del Parlamento por la libertad y la democracia. Hoy se enfrentan a las consecuencias de la Ley de Seguridad Nacional. Y Hong Kong se convierte cada vez más en una ciudad triste, deprimida y atemorizada.
Milán (AsiaNews) 1 de julio de 1997 - 1 de julio de 2022: Hong Kong 25 años después. La fecha del 1 de julio, día en que Hong Kong celebra el 'retorno' a la patria después de 156 años de colonialismo británico, requiere este año una reflexión especial. Veinticinco años es un tiempo que se celebra con alegría en la vida de personas, de las parejas o de las comunidades. Pero no es el caso de Hong Kong: los festejos de este año son ciertamente faraónicos, pero la gente no se siente involucrada. La visita -marcada por medidas de seguridad excepcionales- de Xi Jinping, el hombre fuerte de Beijing, presidente de la República Popular China y secretario del Partido Comunista, no hará más que aumentar el ambiente sombrío que invade la ciudad.
La gestión de la pandemia de Covid 19 refuerza las medidas de distanciamiento y aislamiento de los huéspedes que llegan de Beijing. Los dirigentes chinos son bastante drásticos e incluso despiadados a la hora de imponer medidas para frenar el contagio, como se ha visto en el feroz confinamiento impuesto a la ciudad de Shanghái en los últimos meses. Siempre existe la sensación de que, al menos en el caso de Hong Kong, las medidas sanitarias radicales también son un instrumento de la agenda política represiva. Este viaje a Hong Kong es el primero que realiza Xi Jinping fuera de China continental desde que estalló la pandemia en enero de 2020. Los líderes autoritarios -obsesionados por el miedo a enfermarse- evitan cuidadosamente las ocasiones que los exponen al contagio. Sin embargo la normalización de Hong Kong se ha convertido en una prioridad absoluta para Xi y con su presencia quiere demostrarlo inequívocamente, de manera clara y terminante.
El presidente chino dará formalmente comienzo al mandato de John Lee, el nuevo jefe del ejecutivo de la "Zona de Administración Especial" de Hong Kong, elegido el 8 de mayo de la manera más antidemocrática, es decir, por el 99% de los miembros del Comité Electoral. John Lee fue funcionario de la policía hasta que se convirtió en jefe del Departamento de seguridad en 2017. Bajo sus órdenes la policía reprimió con fuerza las protestas populares que comenzaron con la marcha de un millón de ciudadanos el 9 de junio de 2019. Sin duda no es motivo de satisfacción para nosotros saber que el Jefe del Ejecutivo que asumirá el poder en Hong Kong Kong declara que proviene del mundo católico y que, según dice, habría adquirido los principios que guían su acción política en la escuela católica a la que asistió. Creemos que son mucho más fieles al Evangelio los líderes democráticos cristianos actualmente en prisión, muchos de los cuales han descrito explícitamente su compromiso social y político como una aplicación de los principios evangélicos.
Estos 25 años son un importante punto de inflexión para Hong Kong. Cuando en 1984 se firmó el tratado entre China y Gran Bretaña sobre el futuro de la colonia y comenzó el largo proceso de redacción de la Ley básica, o mini constitución de Hong Kong, el propio Deng Xiaoping afirmó que durante cincuenta años Hong Kong seguiría manteniendo su estilo de vida 'especial': "Los caballos seguirán corriendo, las acciones del banco seguirán dando rendimiento y los bailarines seguirán bailando". Con esta famosísima frase, Deng Xiaoping, que al menos demostraba conocer a Hong Kong, quiso tranquilizar a los habitantes de la ciudad y a la comunidad internacional sobre el futuro financiero, económico, social y político de la ciudad. Deng lo dejó asentado en un documento inventando la original fórmula de "un país-dos sistemas". Y la excepción de Hong Kong debía durar cincuenta años. Mientras tanto, también se aplicó a Macao (1999) y en el futuro también debería haber tranquilizado a Taiwán, convenciendo a la población de la isla de que no debía temer la reunificación con China continental. Mientras tanto Hong Kong, de acuerdo con las promesas que se hicieron, desarrollaría progresivamente mecanismos democráticos para aumentar la participación ciudadana en los asuntos públicos, hasta llega al sufragio universal.
Muchos se han preguntado por qué cincuenta años. Hay varias interpretaciones, pero estoy convencido de que la mejor explicación es que Deng consideraba que China estaba avanzando a grandes pasos hacia la modernización y le tomaría 50 años llegar a ser similar a Hong Kong. De manera que Hong Kong no debía ser como China sino precisamente todo lo contrario, al menos en las intenciones de Deng Xiaoping, el segundo emperador comunista después de Mao Zedong.
Por lo tanto, es motivo de gran desilusión, amargura y dolor para las personas, que se les robe esta promesa de libertad y democracia sin haber superado siquiera los 25 años. Hong Kong nunca fue democrática, pero era una ciudad libre y cosmopolita. Ahora ya no lo es. Es una ciudad triste, deprimida, temerosa e incierta. Muchas personas la están abandonando para siempre. También se produjo un gran éxodo antes de 1997, cuando muchos ciudadanos desconfiaron de las promesas de Beijing tras la masacre de la plaza de Tiananmen. En aquel momento fue un éxodo de prudencia por parte de quienes podían permitírselo. Pero también había señales positivas: el número de residentes internacionales aumentó considerablemente cuando la fórmula "un país dos sistemas" parecía tener éxito, e incluso algunos que se habían ido regresaron. Hoy ya no es así. Los expatriados abandonan una ciudad donde ya no se sienten como en casa y seguros. Muchos ciudadanos chinos, aún los que no tienen una buena situación económica, ya se han ido o tienen la intención de irse de la ciudad. Tal vez tenían simpatías democráticas y eso es suficiente para temer por ellos y por sus hijos. Es un éxodo triste.
Recuerdo un 1 de julio de hace 25 años. Yo también estaba en la céntrica plaza de la Estatua de Hong Kong, debajo del Parlamento de la ciudad. A medianoche, mientras el presidente Jiang Zemin y el príncipe Carlos firmaban la devolución de Hong Kong en Wanchai, Martin Lee hablaba desde el balcón del Parlamento y pronunciaba la famosa “Declaración del 1 de julio” pidiendo libertad y democracia. Después de él, tomó la palabra la abogada Margareth Ng. Ambos líderes democráticos fueron recientemente arrestados y condenados. Margaret Ng está en libertad bajo fianza; Martin Lee tiene la sentencia "en suspenso".
El obispo Stephen Chow escribió hace poco que la vida de las personas y los creyentes en Hong Kong “se parece cada vez más a una existencia entre las grietas. Antes gozábamos de mucho espacio y libertad de expresión”. Pero, prosigue el obispo, “la luz de Dios se encuentra en todas las cosas, incluso en las grietas. Cuanto más dura sea la condición, más resistente será la vida. En algunos casos las grietas pueden incluso ensancharse”. El obispo Stephen concluye su sentido llamamiento con una invitación que me hace pensar en algunos pasajes del diario de Etty Hillesum, la joven holandesa asesinada en Aushwitz que jamás perdió la fe en Dios y en la belleza de la vida: "Aceptar los cambios de la realidad que nos toca vivir no significa aprobarlos. Salvaguardar nuestro espacio interior para discernir es esencial y benéfico”.
La historia de Hong Kong es una historia de promesas y esperanzas traicionadas. El arresto del cardenal Joseph Zen, obispo emérito de la diócesis y 'conciencia de Hong Kong' nos lo ha recordado dolorosamente: se ha cruzado una línea invisible que se creía infranqueable. Los cristianos no pierden la esperanza, saben bien que la oposición del poder al Evangelio y a su mensaje de libertad no es una excepción, sino más bien un desenlace para el que hay que estar preparados con coraje. El beato Paolo Manna nos lo recordaba: “Los gobiernos tienen objetivos contrarios a los cristianos porque temen la libertad, y el evangelio es sinónimo de libertad”. Sigamos la invitación de monseñor Chow y afrontemos lo que sucede en la queridísima y maravillosa Hong Kong preservando nuestra libertad, sobre todo con el ejercicio de la vida interior.
* Misionero del PIME y sinólogo
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17/06/2021 10:14