Hilarión: Rusia y los cristianos europeos por la salvación del continente
El “ministro de exteriores” del patriarcado de Moscú apunta el dedo sobre la crisis religiosa del viejo continente. Con emigraciones y secularismo, Europa va hacia el completo suicidio de su propia identidad. La responsabilidad de los intelectuales. “El actual debilitamiento del cristianismo en el mundo occidental reclama la situación del imperio ruso. Unir los esfuerzos de las Iglesias.
Moscú (AsiaNews)- El pasado 22 de setiembre el metropolita Hilarión (Alfeev), “ministro de Exteriores” del Patriarcado de Moscú, pronunció un importante discurso en una conferencia organizada por la embajada rusa en Londres frente a diplomáticos, políticos, empresarios y exponentes de las mayores confesiones religiosas.
En la ponencia del metropolita resonaron las principales tesis que desde hace años marcan las posiciones de la Iglesia ortodoxa rusa, sobre todo por voz de su patriarca Kirill (Gundjaev), en relación a Europa y Occidente. Son las posiciones que han inspirado en gran parte la misma política del presidente Putin, al menos en lo que se refiere a los aspectos éticos de las relaciones entre Rusia y las superpotencias del mundo globalizado.
El discurso se centró en Europa y en particular sobre las condiciones del cristianismo en el viejo continente. Según Hilarión, que citó diversas estadísticas, hoy el cristianismo es la religión más perseguida en el mundo y debe enfrentar también nuevos desafíos que ponen en discusión. “los fundamentos morales de la vida de las personas, su fe y sus valores”.
Migraciones y secularización
Detrás de estos desafíos, que están modificando el panorama ético-religioso de Europa”, está ante todo la gravísima crisis migratoria, la más imponente desde la Segunda guerra mundial, provocada “por los conflictos militares y los problemas económicos de los países de Oriente Medio”. El prelado ruso citó datos oficiales de la agencia Frontex, según la cual en 2015 llegaron a Europa 1,8 millones de emigrantes; según la ONU, el número de emigrantes en los países europeos aumentó de 40,3 millones en 2000 a 76,1 millones en 2015. Siempre refiriéndose a los estudios de la organización internacional ONU para las migraciones, en todo el mundo cerca del 1,3% de la población adulta (66 millones de personas) está programando desplazarse definitivamente del propio país, dirigiéndose principalmente hacia los países europeos, con mayor bienestar.
Junto a estos datos, el metropolita se detuvo sobre aquello que considera el principal problema del continente. “la secularización de la sociedad europea”. Siempre citando varias fuentes y estudios estadísticos, él subrayó cómo en Gran Bretaña ya más de la mitad de los ciudadanos se profesa como no seguidor de ninguna religión y un porcentaje similar se puede constatar en otros países de Europa occidental. En la parte oriental del continente, en cambio, y en Rusia en particular, los porcentajes demuestran la tendencia opuesta: según el centro Levada, uno de los mayores institutos de investigación rusos, el porcentaje de ateos y no creyentes explícitos en el país se redujo del 26% en 2015 al 13% en 2017. El restante 87%, si bien no se puede catalogar como un conjunto de fieles practicantes, permanecería “en el ámbito de influencia de una de las confesiones tradicionales”, mientras que está creciendo el número de aquellos que se profesan “muy religiosos”.
La fuga de la fe
Recordando el centenario de la revolución bolchevique, el jefe del Departamento para las relaciones exteriores del Patriarcado tuvo que reafirmar que la catástrofe de 1917, había “eliminado las mejores categoría de la población: los nobles, los cosacos, el clero, los campesinos pudientes…la Iglesia tuvo en aquellos años una gran cantidad de mártires y confesores”. Comparando la época actual con las condiciones de la Rusia del período revolucionario, Hilarión afirmó que “el actual debilitamiento del cristianismo en el mundo occidental reclama la atención la situación del imperio ruso antes de 1917”, cuando se verificó en el curso de diversos años “una fuga de la fe de la aristocracia y de la inteligencia, a la cual siguió una buena parte de la población”. Es la evaluación del mismo patriarca Kirill, que en recientes intervenciones atribuyó la principal responsabilidad de la tragedia revolucionaria a la culpa de la elite intelectual y social rusa.
Después de las guerras mundiales que han cambiado la geografía y las instituciones del continente europeo, prosiguió Hilarión, Occidente trató de frenar la expansión de la propaganda atea y de la ideología comunista, guiado principalmente por la Iglesia católica: “El Vaticano basó su lucha anticomunista sobre la unidad europea, gracias a la acción de partidos cristiano-democráticos de Europa occidental… el Papa Pío XII apoyó la creación de una Comunidad europea, como misión histórica de la Europa cristiana”.
El suicidio de la identidad cristiana
Recordando a los fundadores de Europa unida, como Schumann, Adenauer y De Gasperi, el obispo ruso observó que la inspiración de ellos lamentablemente no fue escuchada y siguio siendo desatendida, negando también en los mismos documentos constitutivos las raíces cristianas de Europa. Hoy, a su parecer, “en la Europa contemporánea se afirmó el monopolio de la idea secular. Su manifestación es la discriminación de la visión religiosa en el ámbito social”. Sobre los temas éticos de la familia, de la defensa de la vida y de la concepción natural de la orientación sexual, según Hilarión, Europa se encamina al completo suicidio de su propia identidad, yendo hacia una crisis demográfica y social: “En Europa, en el futuro, vivirán otros pueblos, con otros credos, otras culturas y otros paradigmas de valores”. La causa de todo ello es la ideología liberal llevada al extremo, que lleva a excluir la religión para favorecer “la realización de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales en todos los campos de la vida civil, económica, social y cultural”.
Concluyendo su intervención, el metropolita Hilarión dirigió un pedido a la Unión de las Iglesias, contra la desaparición definitiva de una Europa cristiana: “En las actuales condiciones de opresión de parte de grupos de poder que proponen ideas incompatibles con los puntos de vista tradicionales de la moral cristiana, es indispensable aunar los esfuerzos de las Iglesias para contrarrestar tales procesos, obrar juntos tanto en el campo de la información como en el apoyo jurídico, así como en la propagación de los valores cristianos en común a todo nivel… los cristianos de Europa se deben unir en la defensa de los valores sobre los cuales por siglos fue construido el continente y han de escuchar los lamentos y los sufrimientos de los cristianos de toda parte del globo, sintiéndolos como propios”.
La Santa Rusia, en la cual renace la fe cristiana, se siente por lo tanto no sólo parte de Europa, sino que de nuevo es llamada a guiar una misión de salvación del continente y del mundo entero.
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