El turismo sigue luchando en Bangkok: recuperación de las llegadas pero no del negocio

de Steve Suwannarat

Detrás de las cifras pregonadas por el gobierno hay muchas estancias cortas de países vecinos, con escaso impacto económico. A pesar de los 17,5 millones de turistas registrados en el primer semestre (en su mayoría chinos e indios), Tailandia ha descendido al puesto 40 en términos de facturación. Rusos en Phuket en lugar de estadounidenses y europeos.

Bangkok (AsiaNews) - La emergencia del Covid-19 ha terminado por completo, pero el turismo tailandés no remonta el vuelo. Las autoridades siguen mostrándose optimistas, pero las dificultades de una industria de la que se esperaba que suavizara el impacto de la crisis son cada vez más evidentes.

La fragilidad del sector se entremezcla con condicionantes internos y externos: las cifras de las que se alardea están muy influidas por los parámetros utilizados (como la distinción entre llegadas de turistas, llegadas en general y la inclusión o no de tránsitos) y contrastan con el impacto económico real, que este año ha hecho caer al país hasta el puesto 40 en la clasificación internacional del sector. Todo ello crea una situación de incertidumbre y pone de manifiesto la falta de un plan estructural de relanzamiento de la economía en el que el turismo podría desempeñar un papel importante.

Por otra parte, la imagen del país no se ve favorecida por la inestabilidad política debida al continuo tira y afloja entre los ex enemigos de ayer y los militares, que han unido sus fuerzas sólo para mantener fuera del poder a los movimientos reformistas. No es una tarjeta de visita alentadora para las relaciones con Norteamérica y la Unión Europea, de donde, hasta hace unos años, Tailandia inundaba de turistas.

En los últimos meses, las autoridades responsables han dado a conocer nuevas formas de visado, para permitir estancias prolongadas a distintas categorías de visitantes, incluso por estudios o trabajo temporal o largas estancias. Además, hace sólo unos días, ampliaron la entrada sin visado hasta 60 días, aplicándose ahora a 93 países y territorios, frente a los 57 anteriores. Pero este tipo de medidas no han contribuido hasta ahora a aumentar los flujos turísticos, sino que han servido para incentivar situaciones especiales, a veces incluso ilegales, de ciudadanos extranjeros, a las que los medios de comunicación locales dan amplia cobertura.

En los seis primeros meses del año, las cifras oficiales indican 17,5 millones de llegadas de turistas, un 35% más que el año pasado, pero aún por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. El mayor número de llegadas corresponde a ciudadanos chinos e indios, a los que se añaden otras nacionalidades que realizan estancias más cortas y que se benefician menos de la economía local al utilizar paquetes prepagados en casa, como los malayos que pasan las vacaciones o fines de semana de ocio o compras en los centros turísticos situados inmediatamente al otro lado de la frontera entre los dos países. La diáspora rusa -que tiene su base principal en la isla de Phuket- ha superado ya a la de cualquier otro país europeo u occidental en tamaño estimado, con 1,4 millones de llegadas en 2023. Las organizaciones empresariales señalan que la menor capacidad de gasto de estos viajeros también dificulta las inversiones necesarias para adaptar las instalaciones a una clientela turística más diferenciada y, a menudo, más exigente que en el pasado.