17/01/2025, 20.56
PAKISTÁN
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El infierno de abusos y esclavitud en las fábricas de ladrillos de Pakistán

de Shafique Khokhar

A pesar de las leyes vigentes, los hornos son lugares de “esclavitud generacional”, círculos viciosos de violencia de los que es casi imposible escapar. El activista por las minorías Joseph Janssen liberó a 32 personas de 6 familias cristianas. Las historias de Naseem, Mehwish, Safia y sus familiares hablan de la cárcel existencial en la que han vivido durante décadas. Habib, uno de los supervivientes: "Queremos justicia no sólo para nuestras familias, sino también para los que siguen trabajando allí".

 

Lahore (AsiaNews) – Para cientos de miles de familias de Pakistán los hornos de ladrillos son lugares de esclavitud generacional, donde las deudas se transmiten de padres a hijos, atándolos a una vida de duro trabajo. En este momento hay 4,5 millones de trabajadores, en aproximadamente 20.000 hornos, a los que nadie escucha. Aunque el país prohibió hace décadas el trabajo forzado resultante de estos vínculos, la práctica continúa, oculta en las sombras y alimentada por las crisis económicas y la escasa aplicación de la ley.

Abusos sexuales, trata de personas y graves violaciones de los derechos humanos agravan aún más las injusticias. En respuesta a esta crisis, el activista por los derechos de las minorías Joseph Janssen emprendió recientemente una nueva misión en Pakistán con el objetivo de liberar algunas familias cristianas atrapadas en la esclavitud de los hornos de ladrillos y buscar justicia para las mujeres secuestradas y convertidas por la fuerza. En colaboración con organizaciones locales, el equipo logró rescatar a 32 personas, incluidos niños, ancianos y cinco mujeres que habían sido sometidas a más de una década de esclavitud sexual.

Después de rescatarlos, Joseph Janssen les está ofreciendo asistencia legal para obtener documentos de identidad, porque muchos no tenían una identificación oficial. “Esta ayuda - declaró a AsiaNews - supone la esperanza de una vida libre de la esclavitud, una vida en la que puedan trabajar por su independencia y recuperar el control de su propio destino”, dijo a AsiaNews. Sin embargo, las historias de Naseem, Mehwish y Safia sacan a la luz un problema más profundo: “La urgente necesidad de que Pakistán haga cumplir sus leyes, ponga fin a los abusos sexuales y a la explotación en estas industrias y proteja a sus trabajadores más vulnerables”.

Naseem, amenazas y violencia constantes

Naseem, madre de dos hijos y dos hijas, declaró: “Ni siquiera podemos enviar a nuestros hijos a la escuela, no nos dejan. Decían que nuestros hijos tenían que hacer el mismo trabajo para ellos, porque éramos sus esclavos”. Cuando estábamos enfermos, nos obligaban a trabajar a la fuerza, maltratando y golpeando a sus maridos. “Si nos negábamos a tener relaciones sexuales con ellos, amenazaban con matar a nuestros maridos y nos exigían que les pagáramos la deuda”, añadió.

“Cuando hacíamos mil ladrillos en el horno, nos golpeaban, nos castigaban y nos obligaban a hacer otros mil ladrillos para ellos. Teníamos que trabajar quince o dieciséis horas al día. Incluso mis hijos, de 8 y 9 años, fueron obligados a trabajar con nosotros”, siguió diciendo Naseem. “Nos daban menos dinero a cambio de nuestro trabajo. Pensaban que si nos daban más dinero podríamos abandonar su horno de ladrillos y escapar de la esclavitud”, añadió la mujer.

Naseem recordó que una vez todos los miembros de su familia, incluidos su marido y sus hijos, estaban enfermos y no tenían dinero para comprar medicinas. Fue a ver al contable de la fábrica de ladrillos y le rogó que le diera algo de dinero. En respuesta, el contable le dijo que si tenía relaciones sexuales con él, le daría dinero para las medicinas de su familia. Ella también estaba enferma, pero por su familia tuvo que sufrir esa tortura.

Mehwish, acoso y violencia sexual

Otra mujer, Mehwish, dijo a AsiaNews: “Cada vez que íbamos al bazar a comprar comida, nos seguían, pensando que podíamos escapar. Nos obligaban a subir a sus motos, nos llevaban a lugares desconocidos y nos violaban”. Cuando el activista Joseph Janssen la rescató de la esclavitud, el propietario del horno de ladrillos la denunció e hizo que iniciaran una investigación contra ella, afirmando que había secuestrado a un niño del horno. “Adopté al hijo de mi hermana y lo crié durante cinco años. Después de la denuncia, vino la policía y se llevó al niño. Durante un mes tuve ataques de pánico. Después, con la ayuda de Joseph Janssen, pude rescatar a mi hijo”.

Safia, víctima de abusos durante décadas

Entre los rescatados hay personas cuyas historias revelan tormentos inimaginables. Una de estas sobrevivientes, Safia, fue víctima de abuso sexual durante décadas. Nacida en una vida de miserias en un horno de ladrillos, comenzó a trabajar junto a sus padres siendo muy pequeña. Su familia estaba atada al horno por una deuda de unos 100 mil rupias (cerca de 350 euros, ndr), una carga que los mantenía esclavizados. Se casó con un compañero de trabajo y siguió trabajando incansablemente, soportando temperaturas abrasadoras todos los días mientras fabricaba ladrillos..

Sin embargo, sus dificultades no se limitaban al trabajo físico. El propietario del horno de ladrillos, Haji Abdul Ghafoor Ahmed, junto con otros, comenzó a abusar sexualmente de ella cuando tenía 12 años. Los abusos continuaron incluso después del casamiento, aprovechando los momentos en que no estaba su marido. El abuso, que duró entre 10 y 12 años, era acompañado por amenazas de violencia si se resistía. Las cicatrices físicas y emocionales no evitaban la exigencia de producir 2.000 ladrillos por día con temperaturas que alcanzaban los 48 grados.

Safia explicó a AsiaNews: “Éramos un total de seis familias emparentadas que trabajábamos en el horno de Ghafoor Ahmed. El propietario del horno nos dijo que nuestras seis familias le debían 3,5 millones de rupias (13.000 euros). Nos golpeaban, abusaban sexualmente de nosotras y torturaban a nuestros maridos, hermanos y padres. En abril de 2023 el propietario de la fábrica de ladrillos nos hizo una astuta oferta: si las seis familias se convertían al Islam, nos liberaría de la esclavitud y de las deudas. Si no aceptábamos su propuesta, nos golpearía y seguiría abusando sexualmente de nuestras mujeres”. Ese mismo mes convocó a los medios locales a la fábrica de ladrillos y los hizo convertir delante de las cámaras. “A partir de ese momento empezó a maltratarnos. Nos dijo que teníamos que darle 4 millones (14.000 euros, ndr), aumentando aún más la cifra. No encontramos ayuda en ninguna parte y nos obligaron a vivir como esclavos en su horno”.

“El dueño de la fábrica de ladrillos, el guardia y los contables nos violaban. Nos daban drogas y nos ordenaban que se las diéramos a nuestros maridos durante la noche, y cuando se quedaban dormidos nos llamaban y nos violaban. Nuestra vida era una pesadilla y vivíamos como en un infierno en el horno de ladrillos”.

Los sobrevivientes piden justicia

Khurram, el marido de Safia, declaró a AsiaNews: “Somos analfabetos; nos han oprimido con deudas falsas. Nos maltrataron; incluso torturaron a mi padre, de setenta años, porque ya no podía fabricar ladrillos. No nos permitían ir a la iglesia y nos obligaban a cumplir con las oraciones islámicas. Nos golpeaban porque no ayunábamos durante el mes del Ramadán”.

Habib, de 70 años, el padre de Khurram, declaró: “Toda mi vida la he pasado en esclavitud. No teníamos dignidad ni respeto, nuestras mujeres no estaban seguras, eran brutalmente violadas, pero no podíamos hacer nada para protegerlas”. Cada vez que intentaban detenerlos eran torturados, golpeados y maltratados por los dueños de los hornos. “Finalmente Jesús nos envió a Joseph Janssen, quien nos salvó en agosto de 2024. Nos sacó de ese pantano de violencia y de falta de respeto. Desde entonces nos cambia continuamente de lugar de residencia (ya hemos cambiado seis veces, por nuestra seguridad) y nos proporciona comida y ropa apropiada”.

“Queremos justicia, no sólo para nuestras familias, sino también para los que siguen trabajando allí. “Quiero que esos monstruos nunca más puedan arruinar la vida de una niña o mujer”, afirmó Habib Masih. “Haremos nuestras declaraciones ante los jueces de los tribunales y trataremos de poner entre rejas a estas personas crueles. “Desearía que más personas pudieran trabajar como nuestro hermano Joseph y salvar cientos de vidas que están reducidas a la esclavitud en los hornos de ladrillos”.

 

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