El impetuoso crecimiento de la 'Comunidad Rusa'
Fundado en 2020, este movimiento ya cuenta con cientos de miles de adherentes y se caracteriza por un nacionalismo de cuño cada vez más xenófobo. Sus grupos son una especie de “Guardia nacional” dedicada al escuadrismo que está eclipsando la idea misma de “Mundo Ruso” - donde todavía se contemplaba la agregación de otros pueblos - proyectando un sentimiento cada vez más agresivo de cerrazón sobre el futuro de Moscú.
Se multiplican en los últimos tiempos los congresos de la Russkaja Obschina, la “Comunidad Rusa” de los ultraconservadores y nacionalistas rusos, tras el segundo gran congreso del pasado 14 de febrero que siguió al de octubre de 2023, el primer acto público de este movimiento que caracteriza cada vez más la vida política y social interna de toda la Federación Rusa. En 2023 se reunieron solo 200 personas, que pasaron a ser 1200 en febrero de este año, y actualmente resulta imposible evaluar la difusión real del fenómeno, sobre todo en las distintas secciones regionales.
Aumentan también de manera significativa los invitados y simpatizantes de las altas esferas, que expresan sus sentimientos de participación y apoyo incluso a través de las redes sociales. Se destaca un alto jerarca eclesiástico, el vicario moscovita del patriarca Kirill y arzobispo de Zelenogrado, Savva (Tutunov), de 47 años, perteneciente a una familia rusa emigrada a Francia, quien transmitió a los miembros de la Comunidad Rusa la bendición del patriarca, y habló en su nombre durante el congreso. Al encuentro nacionalista también asistieron los diputados de la Duma Mikhail Matveev y Nikolai Nikolaev, así como el autor de un canal Z en las redes sociales llamado “Hijos de la monarquía”, Roman Antonovskij, que recientemente logró bloquear las presentaciones de un libro sobre el antifascismo respondiendo a las numerosas tendencias filonazis de los miembros del grupo.
Muchas otras personalidades conocidas hicieron oír su voz, y básicamente coincidieron en su declaración de que "no tendremos otro futuro que el ruso", estableciendo como objetivo de las actividades políticas y sociales “hacer que el pueblo ruso vuelva a ser dueño de su propio país, porque es el pueblo que instituyó el Estado”, con evidentes amenazas contra todas las demás nacionalidades que están presentes en el territorio federal. Los informes sobre el congreso y sobre los encuentros regionales insisten en esta temática racista de fondo, comenzando por destacar la superioridad de los rusos sobre los ucranianos, como el del bloguero Jurij Kot: “Los aspectos históricos del origen del ucranianismo y el significado de la Malorossija [Pequeña Rusia] para el pueblo ruso”.
El idioma ucraniano se considera “una versión simplificada del grande y poderoso idioma ruso, adaptada para los campesinos semianalfabetos de la Malorossija”, pero además de las cuestiones lingüísticas e histórico-filosóficas también se intenta organizar “ciber-compañías” (kiberdružiny) de denuncia contra cualquier fenómeno o manifestación inaceptable para los verdaderos patriotas, como los conciertos donde se cantan canciones ucranianas o en otras “lenguas menores” e impedir que se lleven a cabo. De ser un movimiento marginal de extrema derecha, la Russkaja Obschina ha superado los estrechos confines de otros grupos similares, como “El hombre nórdico” de Misha Mavasha o “El águila bicéfala” del oligarca ortodoxo Konstantin Malofeev. Según los cálculos del centro sociológico Sova, entre 2023 y 2024 los miembros de la Comunidad pasaron de 166,5 mil a 644 mil, sin olvidar que las primeras actividades se remontan a 2020.
Se considera que los fundadores son el ex diputado regional de Omsk, en Siberia, Andrej Tkachuk, la coordinadora de la asociación antiaborto “¡Por la vida!”, Evgenija Chesnokova, y el presentador del canal de televisión Spas (“El Salvador”), Andrei Afanasev. Formalmente, el movimiento se ocupa de la “promoción de la cultura rusa”, congrega a personas de raza rusa pura que visten la camiseta negra con el símbolo de San Jorge en el acto de matar al dragón, participan juntos en liturgias ortodoxas y organizan Russkye Dvori, las “Fiestas rusas de jardín” con cantos, danzas y juegos populares, y también realizan peregrinaciones a los monasterios donde se encuentran los auténticos startsy rusos, y donde a menudo los hombres se entrenan en el combate cuerpo a cuerpo mientras las mujeres tejen redes de camuflaje para las trincheras. En resumen: una especie de “comunidad parroquial” sumamente militarizada. En realidad la mayoría de las iniciativas incluyen diversas formas de acciones “anti migrantes”, que se denominan “asistencia a los que sufren por las migraciones ilegales”, y para definir a los migrantes utilizan el término despectivo abu-bandity, los “bandidos bru-bru”. La Comunidad Rusa se está convirtiendo así en una “Guardia nacional” dedicada al escuadrismo, como ya se vio hace un siglo en Italia y Alemania, y encamina a Rusia hacia un futuro “comunitario” cada vez más sombrío.
Los escuadrones nacionalistas intervienen para reprimir delitos de tipo étnico cometidos siempre y únicamente por migrantes, en su mayoría procedentes del Cáucaso o de Asia Central, y desde luego nunca por ciudadanos rusos. Sus acciones son vigiladas por la mirada benévola del Comité de Investigación (el FBI ruso) dirigido por el “general de la justicia” Aleksandr Bastrykin, uno de los principales inspiradores de la guerra interna contra los migrantes en Rusia. El caso más sensacional fue el que ocurrió en noviembre del año pasado, cuando los obschnniki (los miembros de la Obschina) difundieron un video en el que se veía a treinta migrantes enmascarados golpeando a dos miembros de la Comunidad, y se oían disparos. Los periodistas recuperaron después la versión completa del video, en la que los enmascarados eran los nacionalistas que agredían a dos jóvenes migrantes uzbekos, que luego fueron rescatados por sus compatriotas. En otro video, con el objetivo de “luchar contra el aborto”, se ve a dos “camaradas” druzhinniki con la esvástica eslava neopagana, el kolovrat, que vigilan desde un armario a los médicos de una clínica, dispuestos a intervenir en caso de que se trate de una operación para interrumpir el embarazo.
La propaganda de la Comunidad Rusa se está volviendo cada vez más obsesiva e insistente en todos los medios disponibles. Aunque en las redes sociales aseguran que “todo está sostenido con donaciones gratuitas”, es evidente que detrás del grupo hay una ingente financiación, dados los eventos cada vez más espectaculares y numerosos, como los festivales de cultura popular denominados Sretenie, “El Encuentro”, por el nombre de la fiesta religiosa de la Presentación en el Templo del 2 de febrero, día sagrado para el nacionalismo ruso ortodoxo y en el que se celebró el último congreso (el 14 según el calendario juliano). A estos eventos asisten numerosos Z-activistas, los propagandistas de la guerra rusa universal, financiados por oligarcas y organismos estatales. La Comunidad, por otra parte, tampoco es tan “unitaria”, y varias células regionales actúan por su cuenta, como las de Sajalín, Kaliningrado y Krasnodar, en los extremos opuestos del territorio federal, que no tienen intención de “someterse a las órdenes del centro moscovita”. En estas regiones el grupo toma el título de Russkaja Druzhina, la “Compañía Rusa” - evocación de los primeros grupos de boyardos de la Rus de Kiev - y en lugar de San Jorge exhibe en las camisetas el saludo romano.
Naturalmente la culpa de las divisiones, según los dirigentes de la Comunidad, es de los “servicios secretos occidentales”, como afirmó Andrej Tkachuk en un mensaje: “Si los invitan a otra comunidad o druzhina, sepan que se trata de enemigos de Rusia”. De todos modos, hay organizaciones superpatrióticas activas desde hace varios años, como la Sorok Sorokov, “Cuarenta cuarentenas”, que recuerda el número sagrado de las iglesias de Moscú, así como otras similares que ya apoyaban las políticas del zar Putin incluso antes de que comenzaran los conflictos en Georgia y Ucrania. Sin embargo, todavía no se logra ver cuál es la perspectiva real de este recrudecimiento del activismo agresivo dentro de Rusia, más allá de la xenofobia cada vez más extendida debido a atentados como el del Crocus City Hall en marzo de 2024, que en la atmósfera de la nueva consagración del zar Putin contribuyó a aumentar la radicalización de la política bélica rusa.
Sin duda el nacionalismo siempre ha sido un rasgo característico del patriotismo ruso desde tiempos remotos, con formas de antisemitismo y desprecio por los pueblos de “piel oscura”, el chernota, referido principalmente a las etnias caucásicas más que a las africanas, o con epítetos de diverso tipo para las etnias del norte, siberianos y de origen mongol, que, por otra parte, hoy son la “carne de cañón” de la guerra en Ucrania, en la que incluso participan los norcoreanos. Los rusos son incapaces de compadecerse de las vidas perdidas de estos soldados en el frente, a los que al fin y al cabo consideran en su mayoría “mercenarios” que van a la guerra para obtener fuertes compensaciones. Desde los orígenes de la Rus', la sensación de estar “rodeados” por todos lados es una dimensión profundamente arraigada en el alma de un pueblo disperso en un territorio demasiado vasto para sus dimensiones reales. Hoy la “Comunidad Rusa” está prevaleciendo sobre el “Mundo Ruso”, que prevé la agregación de los otros pueblos, y proyecta sobre el futuro de Rusia un creciente sentimiento de cerrazón agresiva, de manera que incluso las ambiciones imperialistas de Putin resultan una actitud más abierta y disponible a sus semejantes en el resto del mundo, comenzando por el emperador estadounidense de los aranceles. Los druzhinniki, en cambio, no buscan amigos, quieren quedarse solos, y el resto del mundo puede hundirse en la destrucción atómica y apocalíptica.
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