31/08/2023, 10.09
GEORGIA-RUSIA
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El baterista ruso y el odio de los georgianos

de Vladimir Rozanskij

Durante un concierto de la banda de rock "The Killers" en Batumi, un incidente puso de manifiesto la impaciencia de la población local con los turistas rusos. Lo que no puede dejar de influir en la batalla electoral por el nuevo parlamento de Tiflis en 2024.

Tiflis (AsiaNews) - El verano en Georgia, tierra de renombradas localidades turísticas balnearias, ha estado llena de tensiones debido a la impaciencia de la población local ante los turistas rusos, sobre todo los ricos y descarados, que desembarcan de los cruceros en el puerto de Batumi. Un episodio concreto hizo incandescente este ambiente hostil, durante una gira de conciertos en los principales centros del país.

La banda de rock estadounidense The Killers cosechó un gran éxito en Tiflis y otros lugares después de Ferragosto, hasta que llegaron al Black Sea Arena, a las afueras de Batumi, y al final del concierto, como es tradición en él, el líder del grupo, Brandon Flowers, invitó a subir al escenario a un baterista elegido entre el público. El elegido subió al escenario mostrando una pancarta con las palabras "If destiny is kind I'll be your drummer tonight" (si el destino será gentil, esta noche seré tu baterista), entre grandes aplausos, pero luego cometió el error de abrir la boca y revelar que era de origen ruso. Entonces todo el público empezó a clamar y abuchear, pero Flowers seguía queriendo interpretar una canción con acompañamiento ruso, y al final intentó calmar a la audiencia diciendo "todos somos hermanos y hermanas", una frase que tuvo el efecto de echar leña al fuego.

La situación amenazaba con estallar, y The Killers tuvieron que huir con el rabo entre las piernas. Al día siguiente pidieron disculpas a todos los georgianos, insistiendo en que "no queríamos molestar a nadie", pero los responsables del recinto se distanciaron con un frío comunicado: "Las acciones de los artistas en el escenario no son posiciones oficiales del Black Sea Arena", subrayando que "para nosotros Rusia es un país ocupante". El asunto recordó un famoso verso de un poeta ruso, Mijail Svetlov, que en 1930, en plena era estalinista, había escrito Nuestro joven baterista calla, su batería ha muerto.

El asunto puso de relieve un aspecto aún más profundo de las clásicas divisiones políticas entre las fuerzas que actúan en el país caucásico, dividido entre prorrusos y prooccidentales, según la lógica de conveniencia de una "zona de unión" entre Oriente y Occidente que ha estado activa en estas partes desde los tiempos del Imperio bizantino. Se trata de una incompatibilidad étnico-antropológica entre los distintos componentes del pueblo georgiano y los pueblos eslavos, especialmente los rusos, que tantas veces en la historia han invadido física, cultural y espiritualmente estos territorios. Estas emociones están alcanzando niveles cada vez más exasperados, que no pueden dejar de influir en la batalla electoral por el nuevo parlamento de Tiflis en 2024.

Estos arquetipos históricos se han reflejado a lo largo de la transición de la fase postsoviética en Georgia. Ya en 1972, el futuro "primer presidente" Eduard Ševarnadze había asumido el cargo de secretario republicano del Partido Comunista, y en esa ocasión el servicio secreto estadounidense había elaborado un informe sobre la situación georgiana, en el que se afirmaba que "los georgianos nunca han sido rusificados al nivel de otras minorías soviéticas, y entre los 123 miembros del Politburó local sólo hay 7 eslavos. Georgia es única, quizá sólo comparable a Armenia y Lituania, y es la única república soviética en la que el número de habitantes rusos ha disminuido en lugar de aumentar durante la última década".

Si los vecinos armenios son un pueblo orgulloso y muy cerrado a las relaciones exteriores, debido también a la conformación geográfica de su territorio, los georgianos son un crisol étnico muy vivo y creativo, que siempre intenta afirmar nuevas dimensiones de la vida social interna y de las relaciones con los pueblos externos, precisamente las características siempre reprimidas por los rusos, y que en cierto modo les acercan al carácter de los ucranianos. No es casualidad que el bando más explícitamente pro-Kiev en el conflicto actual esté representado por el ex presidente Mikhail Saakašvili, que ahora languidece en prisión cerca de Tiflis, pero que tras la guerra con los rusos se había trasladado a Ucrania, llegando incluso a ser gobernador de Odessa.

Tampoco se olvida en Georgia la figura de Evgenij Primakov, primer ministro ruso en 1998-99 justo antes de Putin, nacido en Kiev de madre georgiana y criado en Tiflis, que buscó un compromiso entre la nostalgia soviética y la apertura a Occidente. Precisamente lo que no quiso hacer su sucesor, para disgusto de georgianos, ucranianos y todos los europeos.

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