El Papa a los nuevos cardenales: No al virus de la polarización; si a la preocupación por tantos de nuestros hermanos sin fe
Consistorio Público para la creación de 17 nuevos cardenales. El Papa Francisco insta a los nuevos cardenales a amar "los enemigos" y no "’demonizarlos', con el fin de tener una excusa 'santa' para mantenerlos fuera". En el Colegio de los cardenales la variada geografía, lenguaje, rituales, color de la piel es "uno de nuestros mayores activos". Tres nuevos cardenales están relacionados con Asia. El saludo y el agradecimiento del cardenal Zenari, Nuncio Apostólico en Siria. La visita a Benedicto XVI.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "El virus de la polarización y la enemistad impregna nuestras formas de pensar, sentir y actuar", va "en contra de la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos tocar en este Colegio Cardenalicio"; lo que debe preocuparnos e inquietar "es que muchos de nuestros hermanos viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los acoja, sin un horizonte de sentido y de vida". Estas son algunas de las directrices o invitaciones, que Francisco dirigió a los 17 nuevos cardenales hoy en el Consistorio Ordinario Público, celebrado en la basílica de San Pedro. Entre ellos, tres de ellos están relacionados con Asia: Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria; Patrick D’Rozario, Arzobispo de Dacca (Bangladesh), Anthony Soter Fernandez, Arzobispo Emérito de Kuala Lumpur (Malasia). Uno de los neo-cardenal, Mons. Sebastián Koto Khoarai, Hoek obispo emérito de Mohale (Lesotho), no estaba presente..
Siguiendo una dirección comenzada desde el tiempo de Juan Pablo II, entre los cardenales aparecen cada vez más personalidades no europeos e incluso de pequeñas iglesias que en el pasado no habían tenido un cardenal.
El card. Zenari, invitado a dirigir al pontífice el saludo y agradecimiento inicial, subrayó lo siguiente: "Estamos llamados por las antiguas Iglesias de Oriente, de las Iglesias jóvenes y las Iglesias del nuevo mundo" y "estamos invitados por ellas para estar en la Iglesia de salida, en las más diversas periferias existenciales".
Después de leer un pasaje del Evangelio (Lc 6, 27-36), que se llama "el Sermón de la Llanura" Francisco comenzó a relacionar las invitaciones de Jesús a sus discípulos a lo que dirigió a los nuevos cardenales.
“El llamado de los apóstoles va acompañado de este «ponerse en marcha» hacia la llanura, hacia el encuentro de una muchedumbre que, como dice el texto del Evangelio, estaba «atormentada» (cf. v. 18). La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas”.
“Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos”.
El pontífice ha subrayado los “cuatro imperativos” comprendidos en la invitación de Jesús: “amar, hacer el bien, bendecir y orar”.
“Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres. El problema surge cuando Jesús nos presenta los destinarios de estas acciones, y en esto es muy claro, no anda con vueltas ni eufemismos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman (cf. vv. 27-28).
“Estas – ha añadido - no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos «demonizarlos», a fin de tener una «santa» justificación para sacárnoslos de encima”.
“Nos encontramos frente a una de las características más propias del mensaje de Jesús, allí donde esconde su fuerza y su secreto; allí radica la fuente de nuestra alegría, la potencia de nuestro andar y el anuncio de la buena nueva. El enemigo es alguien a quien debo amar. En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado. Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos (cf. Rm 5,10). El amor incondicionado del Padre para con todos ha sido, y es, verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. Saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos”.
Luego, destacó que en nuestra sociedad contemporánea la "polarización y exclusión" se ven "como la única forma posible de resolver los conflictos".
“Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder. Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad. Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia. Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”.
“Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio. Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas”.
El papa ha concluido con algunas recomendaciones: “Jesús no deja de «bajar del monte», no deja de querer insertarnos en la encrucijada de nuestra historia para anunciar el Evangelio de la Misericordia. Jesús nos sigue llamando y enviando al «llano» de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación. Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad.”.
“Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación”.
“Querido hermano, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre, sabiendo que «si hay algo que debe inquietarnos santamente y preocupar nuestras conciencias es que tantos hermanos vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido que dé vida» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 49).
Al concluir el Consistorio el pontífice y los nuevos cardenales se han dirigido al Monasterio Mater Ecclesiae para encontrarse con el papa emérito Benedicto XVI.
20/11/2016 14:05