El Papa, en Bulgaria, llama a los católicos a ver con ojos de fe y amor
En el encuentro con la comunidad católica en la iglesia de San Miguel Arcángel en Rakovsky, el Papa Francisco exhorta a vivir como constructores de esperanza. “Quien ama no pierde el tiempo en lamentarse, sino que siempre ve lo que puede hacer en concreto”. Amar a los demás sin preocuparse por los “adjetivos”, sino por los “sustantivos”: “esta es una persona, imagen de Dios”. Hallar el modo de “traducir de manera concreta a las generaciones más jóvenes el amor que Dios nos tiene”.
Rakovsky (AsiaNews) - Ayudar a “ver con ojos de fe y amor” y procurar “traducir, de manera concreta, el amor que Dios nos tiene en todo momento de la historia”, son los dos polos que el Papa Francisco ha planteado para fortalecer la fe de los católicos búlgaros, durante el encuentro con la comunidad católica, llevado a cabo en la iglesia de San Miguel Arcángel, en Rakovsky. En esta localidad la población es mayoritariamente católica, pero a nivel país la comunidad católica no supera los 70.000 fieles, siendo la tercera comunidad religiosa de Bulgaria, después de los ortodoxos y los musulmanes.
El Papa habló del gran amor hacia esta tierra y a los hermanos ortodoxos expresado por Juan XXIII, cuando fue delegado apostólico en Bulgaria (1931-1934), y recordó también la gran tradición de Cirilo y Metodio, que supieron “traducir” en Evangelio al idioma local.
En la entrada de la iglesia, el pontífice saludó a algunos miembros de la comunidad y luego se detuvo en silencio ante una reliquia y un bajorrelieve del “Papa bueno”. Un pequeño coro de jóvenes cantaba los himnos de las Jornadas de la Juventud. Otros grupos, formado por muchachas y muchachos, realizaron algunas danzas tradicionales.
Tras un breve saludo al obispo de Sofía y Plovdiv, Mons. Gheorghi Ivanov Jovčev, el Papa escuchó algunos testimonios: el de una religiosa eucaristina, Sor María Evrozia Gudzerova; el de una pareja casada, acompañada de su hija, Mikto Mihaylovi y Miroslava Mihaylovi con la pequeña Bilyana; y el de un sacerdote, el Padre Boris Stoykov.
Sor María Evrozia, recordó que ella es una de las cinco vocaciones que ingresaron al convento luego de una pausa de más de 20 años, y que fueron recibidas por hermanas ancianas “sobrevivientes del régimen ateo”. El sacerdote habló de su alegría de vivir su vocación y concluyó con una oración: “Señor, haz que hoy muchos jóvenes descubran este tesoro que es la vocación, ¡porque la mies es grande, pero son pocos los trabajadores!”.
El matrimonio Mihaylovi contó cómo es su vida cotidiana, basada en el amor y el perdón mutuo, sostenidos por el testimonio de otras familias de su parroquia.
Tomando la palabra, Francisco pidió a todos ellos que se dejen “guiar por la fuerza de la resurrección”, y aunque reconociendo que hay “situaciones o momentos dolorosos y particularmente injustos”, “no se queden con las manos cruzadas, atemorizados o peor, alimentando un clima de incredulidad, de malestar o fastidio, porque esto no hace más que corroer el alma, debilitando la esperanza e impidiendo cualquier solución posible”. “Quien ama -agregó- no pierde el tiempo en lamentarse, sino que siempre ve lo que puede hacer en concreto”. Y recordó su experiencia en el campo de refugiados de Vrazhedebna, esta mañana, en el cual los voluntarios de Cáritas se ocupan de las personas que están allí sin detenerse en los “adjetivos”, sino mirando los “sustantivos”: “esta es una persona, imagen de Dios”.
Luego el Papa subrayó el valor de la parroquia, “una casa en medio de todas las casas.. capaz de hacer presente al Señor allí donde cada familia, cada persona que busca cotidianamente ganarse el pan”.
La comunidad es unidad: “Nunca separados, sino juntos, cada uno aprende a ser signo y bendición de Dios para los demás. El sacerdote sin su pueblo pierde identidad y el pueblo sin sus pastores puede fragmentarse”.
En un largo tramo, en el cual habló de manera espontánea, Francisco resaltó el valor de la Iglesia como madre, como comunidad abierta, siempre dispuesta a acoger, haciendo propios los “nudos” de la existencia de sus hijos.
Por último, “siguiendo las huellas de Cirilo y Metodio”, Francisco pidió a los fieles hallar la forma de “traducir, de manera concreta, a las generaciones más jóvenes el amor que Dios nos tiene”.
Explicó que los jóvenes “cuando se sienten llamados a desplegar todo el potencial que poseen, muchas veces quedan a mitad de camino por las frustraciones o las desilusiones que experimentan, ya que no poseen raíces donde apoyarse para mirar adelante. Y eso aumenta cuando se ven obligados a dejar su tierra, su patria, su hogar”. Por eso, es importante hacer que jóvenes y ancianos se encuentren, los dos grupos de personas que más sufren en nuestra sociedad, y “los ancianos, que son las raíces”. Los jóvenes pueden afrontar el futuro” solamente si “tienen las raíces de los viejos”.
“No os canséis -concluyó- de ser una Iglesia que siga engendrando, en medio de las contradicciones, dolores, pobrezas, a los hijos que esta tierra necesita hoy en los inicios del Siglo XXI, teniendo un oído en el Evangelio y el otro en el corazón de vuestro pueblo”.
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