Cristianos de Trípoli: una pequeña comunidad que es puente de diálogo, apertura y convivencia
Antes de la guerra de 1975, los fieles de todas las confesiones representaban el 45% de la población. Ahora, no superan el 5%. El principal motivo de las migraciones es de naturaleza económica, fundamentalmente la falta de trabajo. Su presencia no se advierte solamente en el plano religioso, sino también en la vida cultural, social y política”. Artículo publicado por una gentileza de L’Orient-Le Jour.
Beirut (AsiaNews/OLJ) - En algunas localidades, incluso en aquellas donde la mayoría de la población es cristiana, a veces, a los fieles les cuesta mucho encontrar un número suficiente de iglesias para cumplir el rito de la peregrinación a las siete iglesias, que se realiza en el Jueves Santo. En otras ciudades, la peregrinación se realiza en automóvil, pues los lugares de culto están demasiado distantes entre sí como para recorrer el trayecto a pie.
Sin embargo, en Trípoli, ciudad cabecera del Norte del Líbano, ¡los cristianos tienen para elegir! En el centro de la ciudad, se encuentran ocho iglesias sobre una misma calle que, de manera bastante trivial, lleva el nombre de avenida de las Iglesias. En el lapso de una hora -incluyendo el camino, y el rezo de algunas oraciones breves dentro de cada lugar de culto visitado- los cristianos de Trípoli hacen su peregrinación. Ellos se dirigen a la iglesia de San Marón, a la iglesia latina y siguen hasta una protestante, pasando por la catedral de San Miguel de los maronitas, la iglesia de San Jorge y la iglesia ortodoxa de San Nicolás, para dirigirse, por último a la iglesia de San José, de los católicos sirios.
Los fieles más piadosos y devotos también se detienen algunos minutos, en oración, en la iglesia del arzobispo católico, cumpliendo así una peregrinación a ocho iglesias, en lugar de siete.
El 5% del total de habitantes de la ciudad
Todos los domingos, aparecen nuevos rostros entre los bancos de la iglesia de San Marón o entre las filas de fieles que se presentan ante el sacerdote para recibir la comunión. “Encontramos rostros familiares y otros desconocidos, que provienen de Zghorta, Koura o incluso de Akkar y que vienen hasta Trípoli para celebrar la misa dominical”, afirma el Pbro. Joseph Farah, sacerdote de la parroquia de San Marón, en Trípoli, y director del campus de Mejdlaya (Norte del Líbano), de la universidad antonina, que se preocupa por recordar que antes de la guerra civil, un discreto número de ciudadanos de Zgharta vivían en Trípoli.
Los ciudadanos de esta área desde siempre sienten una gran nostalgia y apego por esta parroquia. Según el Padre Farah, cada año, el Viernes Santo, la iglesia de San Marón, que congrega la parroquia de maronitas más numerosa de Trípoli, se llena de personas a tal punto, que los fieles reunidos en la plaza de la iglesia suelen duplicar en número a aquellos que han logrado encontrar un lugar en el interior.
“Sería exagerado arrojar cifras importantes -precisa el sacerdote maronita- en un momento en que en Trípoli, el número de cristianos, uniendo todas las confesiones, no supera el 5% de los habitantes de la ciudad”. El padre agrega que antes de la guerra civil de 1975, los cristianos que vivían en la capital del Norte del Líbano representaban el 45% de la población. “En Trípoli -prosigue- creemos fuertemente que la presencia cristiana es un factor de calidad. Y no decimos esto porque el número se haya reducido. Siempre hemos tenido esta opinión, e incluso la teníamos, con la misma fuerza, en el período en que ellos representaban la mitad de los habitantes de la capital del Norte”.
“No es que solo nosotros estemos ligados a la presencia cristiana en Trípoli -sigue sosteniendo el Padre Farah- ya que también los musulmanes, tanto si son autoridades políticas y religiosas o simples ciudadanos, lo están, como nosotros e incluso más que nosotros”. Para el sacerdote maronita, los musulmanes se preocupan de que esta presencia esté dentro de la ciudad, porque ella garantiza la diversidad y la apertura, ya que crea y mantiene vivos los puentes entre la ciudad y el exterior”.
Rami Hosni, ingeniero oriundo de el-Mina y miembro activo del Movimiento de la juventud ortodoxa, se inclina por la misma teoría: “La presencia de los cristianos en la ciudad -subraya- no se advierte solamente en la práctica en el ámbito religioso, sino que también se siente en la vida cultural, social y política”.
Él se detiene largamente en la dinámica creada por el movimiento en toda Trípoli, pero sobre todo en e-Mina, donde se encuentra el mayor número de ortodoxos griegos. “Los miembros de este movimiento -resalta- son muy activos y participativos en la vida de la ciudad. Ellos organizan eventos de naturaleza religiosa o de otro tipo, lanzan iniciativas”. “Es dentro de este grupo que los jóvenes se conocen y donde se desarrollan las amistades y la comunidad siente su unidad, que es una sola cosa”.
“Por otro lado, esta comunidad” -advierte Hosni- está lejos de estar encerrada en sí misma; muy por el contrario, el Movimiento de jóvenes ortodoxos es muy abierto y mantiene buenas relaciones con los otros grupos y con las asociaciones musulmanas de la ciudad”. Él pone como ejemplo las iniciativas que todos los años son emprendidas junto a una asociación musulmana, con el objetivo de ayudar a los niños musulmanes durante el Ramadán.
El Padre Farah admite, aunque no sin cierta ironía, que los ortodoxos griegos de Trípoli siempre han tenido mejores relaciones con los maronitas que con sus vecinos musulmanes.Y explica: “Esto muy probablemente tiene su origen en el hecho de que los ortodoxos griegos y los musulmanes sunitas son habitantes de las ciudades y de la costa y por tradición, tienen un temperamento y costumbres en común”. Pero los maronitas no se quedan atrás: “Fueron precisamente los vecinos musulmanes de San Marón -agrega- los primeros en llamarme el domingo, cuando no pudimos tocar las campanas para anunciar el inicio de la misa, porque el mecanismo que regulaba su funcionamiento se había trabado”.
Los cristianos, garantes de la diversidad
Según Hosni, el año pasado, al menos 25 familias ortodoxas griegas abandonaron el-Mina para establecerse en regiones cercanas, como Zghorta y Koura. Y durante los últimos 10 años, el número de familias ortodoxas griegas, en el caso de el-Mina, ha pasado de unas 1500 a 975.
Si realmente a todos les interesa tanto la presencia cristiana en la ciudad, ¿por qué continúa cayendo su número? “Antes de la guerra de 1975 -recuerda el Padre Farah- el número de cristianos en la ciudad era muy elevado. La presencia cristiana en Trípoli se remonta a la época de los apóstoles, porque el apóstol Pedro pasó por el puerto de Trípoli y los franciscanos, por dar un ejemplo, pronto van a festejar su presencia desde el año 1500”.
Sin embargo, para el sacerdote maronita, al igual que para Hosni, la principal razón de la migración de los cristianos es de naturaleza económica y también afecta a los tripolitanos en su conjunto, de todas las confesiones. “A causa de la falta de oportunidades de trabajo -precisa el Padre Farah- los jóvenes dejan su ciudad para irse a la capital o abandonan el Líbano, en busca de un empleo”.
Según Hosni, las violentas batallas que tuvieron lugar en los últimos años entre dos vecindarios rivales, el de Jabal Mohsen y el de Bab el-Tebbaneh constituyen, a los ojos de los jóvenes, un motivo más para establecerse en otro lugar, fuera de Trípoli, en las regiones limítrofes.
Este continuo declive en el número de cristianos en Trípoli, ¿podría ser un motivo adicional que lleve a los fieles a reunirse con mayor energía en torno a sus parroquias? El P. Farah y Hosni parecen estar de acuerdo en este punto. “El arzobispo maronita de Trípoli -subraya el sacerdote- recientemente decidió nombrar curas relativamente jóvenes y dinámicos, porque estas parroquias, sobre todo aquellas más activas, atraen fieles de todas las regiones y de todas las edades”.
El sacerdote resalta que los maronitas de Trípoli se dividen en cinco parroquias: la de San Marón es la más grande y la más activa; le siguen, en orden decreciente, las parroquias de el-Mina, la de Zahriyé, luego las de Kobbé y Bab el-Tebbaneh, cuya presencia es sobre todo simbólica.
Los ortodoxos griegos, más numerosos que los maronitas, se reagrupan a su vez en dos parroquias, formadas por cuatro iglesias: la catedral de San jorge y la iglesia de San Nicolás, en Trípoli; otra catedral de San Jorge, situada en el-Mina, que es la única del Líbano que continúa celebrando diariamente las oraciones de la mañana y de la tarde según el rito bizantino, el matinal y las vísperas. “Sin los cristianos, Trípoli terminaría aún más replegada sobre sí misma”. “Ella -concluye el Padre Farah- se orientaría cada vez más al extremismo y perdería para siempre lo que queda de la riqueza y de la diversidad que la caracterizaba antes de la guerra civil”.
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