Conversaciones por la paz en Siria. Putin, con la mira en Irán y Libia
Desde ayer se celebra en Sochi el decimoquinto encuentro de los "acuerdos de Astana". Además de representantes de Damasco y de la oposición, participan personalidades de Rusia, Turquía, Kazajistán, Irán, Irak y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Ausentes, los representantes de EE.UU.. Ejercicios navales con Irán. Apoyo al gobierno de la región Cirenaica.
Moscú (AsiaNews) - En la ciudad de Sochi, a orillas del Mar Negro, ayer se inauguró la enésima negociación para la pacificación de Siria, la decimoquinta según los "acuerdos de Astaná". Participan Rusia, Turquía, Kazajistán, Irán, Irak y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. En calidad de representante del Secretario General de la ONU, viajó a Sochi el diplomático noruego Geir Otto Pedersen; como observadores, hay delegaciones de Líbano y Jordania, además de miembros de la Cruz Roja Internacional.
Las tratativas estarán presididas por el delegado ruso para Siria, Aleksandr Lavrentev (foto 1) y se procurará lograr un diálogo entre los representantes sirios del gobierno y los líderes de las fuerzas de la oposición. En la víspera de la reunión, Lavrentev explicó a los periodistas la importancia del encuentro: hace 10 años, el 17 de febrero de 2011, "se produjeron las primeras manifestaciones pacíficas en Siria, reclamando reformas sociales", tras las cuales comenzó la guerra civil. Lavrentev añadió que los estadounidenses también fueron invitados a las conversaciones, pero en Estados Unidos "actualmente tienen otras cosas que hacer". Una ausencia que provoca un gran malestar, debido a una cuestión pendiente: las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Siria. "No podemos permitir un castigo colectivo al pueblo sirio", dijo el diplomático ruso.
Otro importante tema que aguarda ser resuelto es la lucha contra el terrorismo. Lavrentev señaló que últimamente se observa "un nuevo activismo de las células durmientes" del Isis, que también han provocado nuevos enfrentamientos armados. También sigue sin resolverse la situación en Idlib, el último reducto que Damasco no ha logrado controlar y donde se acumulan más de dos millones de refugiados (foto 2). Se espera la colaboración de las fuerzas de la oposición para liberar a Idlib de los guerrilleros del ISIS.
Siria, pero también Irán y Libia
Rusia entró en el escenario sirio en 2015, tomando partido por el régimen de Assad. En 2017, el cuartel general ruso declaró la victoria sobre los ejércitos de los terroristas, aunque los combates nunca terminaron realmente. Los 10 años de guerra en Siria han dejado más de medio millón de muertos y unos 7 millones de refugiados viviendo en distintos países del mundo.
Para muchos observadores, es evidente que en esta fase bastante confusa de la geopolítica, Rusia está tratando de apuntalar sus posiciones. También se trata de compensar la inestabilidad generalizada en los antiguos territorios soviéticos, así como el descontento dentro del país, especialmente tras el regreso y la detención de Alexey Navalny.
No es casual que, justo cuando las conversaciones de paz están en marcha en Sochi, los rusos hayan enviado una serie de buques de guerra de la flota del Báltico al Golfo de Omán, en el noroeste del Océano Índico, para organizar maniobras conjuntas de "entrenamiento" entre Rusia e Irán (foto 3). El resultado de las maniobras conjuntas pretende elevar a Irán al nivel de las grandes potencias navales, para colaborar en la defensa de los intereses rusos.
Por otro lado, Rusia ha trabajado en Libia para fortalecer sus posiciones tras la división del país entre la parte pro-rusa Cirenaica y la pro-turca Tripolitania (foto 4). Además del equipamiento militar, la operación más espectacular es el muro divisorio trazado en el desierto entre las dos partes del país, que muchos observadores han bautizado como “la Muralla de Vladimir", que evoca el estilo imperial del presidente ruso, con fortalezas de observación similares a los baluartes del Kremlin de Moscú.
Las críticas hacia Putin - procedentes de diversos sectores dentro de Rusia, y reavivadas por las investigaciones de Navalny - también aluden al despilfarro de dinero en la financiación de todas estas "empresas" en el tablero internacional. Mientras intenta dejar al Navalny fuera de juego de forma definitiva, -aguardando una nueva serie de juicios y probables condenas- y mantener las protestas callejeras bajo control (una operación más fácil con un invierno de 20 grados bajo cero de las últimas semanas), Putin quiere apuntalar sus "dominios" para los próximos años.
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