Cardenal Pell: En Navidad rezo por los presos. El año pasado yo también estaba en la cárcel
En esta intensa meditación, el cardenal George Pell habla de su Navidad en la cárcel, sin misa y sin comunión. Reza por los que están en prisión por un justo castigo o porque son perseguidos por su religión o sus ideas. La Navidad es la celebración del monoteísmo del judaísmo, el islam y el cristianismo, pero solo este último celebra al Emmanuel, el Dios con nosotros. Se rompe la rueda del eterno retorno y Jesús señala el fin de los tiempos, "en el cielo, donde no hay cárceles, ni presos, ni Covid".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - A lo largo de todo este año, el Covid-19 ha traído al mundo enfermedad y muerte (aunque no tanta como temíamos); la pandemia paralizó los viajes internacionales y afectó o redujo las actividades comerciales. Por todo eso, este año estamos a punto de celebrar la Navidad en un mal momento, aunque no sea el peor. No arrecia una guerra mundial furiosa ni una gran hambruna, y además tenemos estas nuevas vacunas que prometen frenar y controlar la enfermedad.
Este año las cosas fueron mejores para mí. En medio del aislamiento y la confusión, yo voy contra la corriente, porque la Navidad pasada estaba en la cárcel de Melbourne (Australia) por un delito sexual que no había cometido. Durante los 404 días que pasé en dos cárceles, nunca pude celebrar misa; recibía la comunión solo una vez por semana gracias a una religiosa maravillosa, encargada de la capellanía católica de la prisión. No pude recibir la comunión el día de Navidad, aunque tuvimos una buena comida navideña al estilo inglés, pavo y pastel de ciruelas, y pude desear "¡Feliz Navidad!" a los guardias.
Más allá de eso, fue otro día normal de cautiverio, del que solo podía escapar con mi imaginación, la lectura o los programas religiosos navideños de la televisión. Desde que era muy pequeño me encantaban los villancicos, no sólo escucharlos, sino cantarlos con la comunidad. "Venid todos los fieles" ("Adeste fideles") y la canción alemana "Silent Night" ("Astro del Ciel") eran mis favoritas en aquel tiempo, aunque hoy "O Holy Night" ocupa el primer lugar en el lista. La Navidad pasada pude ver por televisión el programa "Cantos a la luz de las velas" ("Candlelight") en la televisión, pero no pude ver ni oir los dos coros de mis amigos (uno era un grupo de vietnamitas) que se reunieron fuera de la prisión para cantar nuestras canciones favoritas. No estoy seguro de que otros, o por lo menos alguno de los prisioneros, hayan podido escucharlos, lo que me produce una doble amargura.
Por eso, en la libertad que vivo aquí en Roma, tan tristemente vacía de peregrinos, en esta época navideña pienso de manera especial en los que están en la cárcel, separados de las personas que aman, tanto si están allí por un justo castigo, o porque luchan por la libertad, o porque son perseguidos por pertenecer a algún grupo religioso o social. Incluso en el mejor de los sistemas hay presos inocentes en la cárcel; y allí donde los sistemas son corruptos, o donde hay opresión o persecución sistemática, hay muchos presos inocentes que sufren. Debemos rezar ante todo por ellos, en este tiempo en el que pedimos por la “paz en la tierra para los hombres de buena voluntad".
A la gente de Galacia, unos 60 años después de la primera Navidad, San Pablo les explicó la Navidad con estas palabras: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, y para que pudiéramos recibir la filiación adoptiva”.
Ese nacimiento fue verdaderamente milagroso, a pesar del hedor del establo y la pobreza del ambiente, porque la madre del niño, María, era virgen y su esposo José no era el padre biológico. El recién nacido era verdadero Dios y verdadero hombre, el Emmanuel, el Dios con nosotros, porque Dios era su padre.
María y José eran judíos por raza y religión. Los Evangelios nos dicen que José era un ῾δικαιος῾, una palabra griega que indica un hombre bueno y justo, y María es considerada por todos los cristianos como la más grande de todos los santos: ambos eran miembros de esa raza elegida por Dios para introducir el monoteísmo en la historia. Solo hay un Dios, explicado de diferentes maneras en las tres grandes tradiciones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, pero solo los cristianos celebramos la Navidad, el nacimiento del único Hijo de Dios.
El cristianismo ha tenido una fuerte presencia en el mundo occidental durante 1000 años por lo menos, cuando se convirtió la antigua Rusia; e incluso antes en Italia, Grecia, Francia y España desde la época de Constantino, el primer emperador cristiano del Imperio Romano, quien en el 313 d.C. garantizó la libertad religiosa a esta minoría perseguida. Pero el cristianismo no es una religión occidental, no solo porque Medio Oreinte y todo el norte de África fueron cristianos alguna vez, sino porque el cristianismo nació en Oriente, o por lo menos en Medio Oriente, la tierra del pueblo judío. Por esto, los cristianos reverenciamos al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y de Moisés, que es también el Padre del Niño Jesús, nuestro Señor.
En los tiempos de Jesús, Jerusalén ya era una ciudad sagrada, dominada por su magnífico templo. Pero de ninguna manera era una de las grandes capitales. Se encontraba en una provincia - bastante pobre y llena de inconvenientes - del imperio romano (conquistada por Pompeyo en el 63 aC) y estaba gobernada por el tirano rey Herodes. En el fondo, era orgullosamente judía, aunque influida por el pensamiento y la técnica griegos, y hostil a la Roma de occidente.
La religión judía produjo un gran cambio en la cultura, en el mundo de la filosofía y de las religiones, y todo eso está contenido en la fiesta de Navidad. Para los antiguos griegos, así como para los budistas y los hindúes, cada vida recorre en un círculo sin fin; el día y la noche, y el ciclo de las estaciones, son una expresión de esta rueda del eterno retorno.
Los judíos introdujeron la flecha del tiempo en el pensamiento popular, [el tiempo con dirección lineal - ndr] la idea de la historia de la salvación, porque ellos esperaban y siguen esperando al Mesías. A partir de esta teoría del movimiento hacia adelante, se desarrolló la noción occidental de progreso, y naturalmente, cuando el Niño Jesús creció, enseñando y salvando (con su muerte y resurrección), también nos señaló los últimos días, su segunda venida al final de los tiempos, para el juicio final.
De esa manera, mirando el pasado y este maravilloso desarrollo con esperanza, todos nos alimentamos de la fiesta de Navidad. Jesús fue recibido por los pastores que estaban en los alrededores y también por hombres que buscaban la verdad, astrólogos y filósofos, los Reyes Magos que probablemente venían de Irán. Porque Él vino a traernos una manera de vivir que no es solamente una teoría, que no sólo es accesible para los más instruidos.
La Navidad es la fiesta de la esperanza para todos nosotros, con el Hijo de Dios recién nacido que nos señala los últimos tiempos, cuando todo será bueno, en el cielo, donde no hay cárceles, ni presos, ni Covid.
+ George Cardenal Pell
17/12/2016 13:14