Beirut: huelga de empleados públicos 'marginados y en extrema pobreza'
La sindicalista Nawal Nasr afirmó que las condiciones en que viven ni siquiera es de pobreza, sino de “angustia”. Unos 15 mil trabajadores llevan dos meses cruzados de brazos sin haber conseguido hasta ahora ninguna concesión significativa. La propuesta de aumentar un viático favorece a los que tienen sueldos más altos. Las continuas concesiones a entidades de crédito privadas y grandes patrimonios.
Beirut (AsiaNews) - Ya ni siquiera es pobreza sino angustia, lo que denuncia Nawal Nasr, presidente de la Asociación de Empleados de la Administración Pública y portavoz de unos 15.000 trabajadores públicos que están en huelga desde hace casi dos meses. Con el tono justo y esa nota de compasión que la distingue, esta funcionaria ya jubilada, convertida en la "pasionaria de los marginados" de la función pública, vuelve a imponer un debate que la clase política prefiere olvidar, sobre temas de tanta trascendencia como el de los desplazados sirios o las fronteras marítimas.
La huelga de los empleados públicos vuelve a poner a la clase dirigente "con los pies en la tierra", ya que casi el 80% de la población libanesa se encuentra en condiciones de sufrimiento con salarios que oscilan entre 1,5 y 2 millones de libras libanesas, lo que supone entre uno y dos euros por día y corresponde al umbral de pobreza extrema. Los huelguistas están negociando con el Ministerio de Hacienda y piden que el valor de los salarios se calcule sobre la base del tipo de cambio fijado por los bancos (unas 8 mil liras por euro, lo que supone un aumento de cinco veces aproximadamente), un objetivo que está lejos de ser factible.
En Líbano los empleados y funcionarios públicos no tienen derecho a formar asociaciones sindicales ni a hacer huelga. Pero la necesidad terminó por hacer la ley. Después de un largo período en el que el ausentismo estaba a la orden del día, los empleados públicos decidieron convocar a una huelga para exigir una solución a sus problemas, sobre todo porque los servicios que prestan han perdido valor y la moneda se ha desplomado con una disminución del 95% del poder adquisitivo. Los empleados públicos, señala Nasr, "ya no tienen cómo movilizarse" ni "con qué alimentarse dignamente" y en caso de hospitalización o de necesitar medicamentos importantes "se ven obligados a vender sus bienes". Ella considera que la culpa es del Estado, que mantiene a sus funcionarios y empleados públicos en condiciones de angustia y marginación.
El Estado, una parte de cuyos servicios están ahora paralizados, ha presentado una propuesta mínima: aumentar a 95 mil liras diarias el viático para transporte (a partir de dos días laborables por semana), así como por "razones similares". Para Nawal Nasr es una estafa “porque el viático aumenta en función del monto de los salarios, de modo que los salarios más altos también reciben un viático más elevado. Cuando en realidad debería ocurrir exactamente lo contrario”. Además, la sindicalista está convencida de que al final estas promesas ni siquiera se cumplirán.
Tras varias semanas de negociaciones algunas categorías de empleados públicos aceptaron la propuesta y un cierto número de empleados del transporte público han vuelto a trabajar. “Si algunos lo han aceptado -señala- es por desesperación. Lo hacen porque tienen graves problemas y no pueden darse el lujo de decir que no”. O porque no viven lejos de su lugar de trabajo y no necesitan viáticos de viaje “para mejorar su vida diaria”. Según estimaciones del ministro de Trabajo Mustafa Bayram, las pérdidas diarias directas debido a la huelga ascienden a unos 12.000 millones de libras libanesas, poco menos de 400.000 euros. La suspensión del trabajo paraliza innumerables sectores, entre ellos los servicios públicos civiles, que emiten los documentos imprescindibles para obtener un visado, formalizar la compraventa de vehículos, obtener la autorización para ingresar bienes o inscribir un matrimonio, un nacimiento, etc.
“Sin embargo - continúa Nasr - el Estado tendría mil maneras de mejorar sus ingresos y satisfacer las necesidades de los empleados públicos. Pero la colusión entre el sector privado y la clase dirigente, como es bien sabido, priva al país de valiosos recursos. Mientras se otorgan beneficios escandalosos a los más ricos”.
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